Capítulo veintiséis

254 9 0
                                    


  ¿5 millones de dólares? ¿En serio? Mierda, agárrenme que me caigo. ¡Dios santo! ¡Voy a morir, de enserio! Ya veo estrellas que se acercan. Ah no, esperen, es que mi cabeza se chocó con la de Leandro.
¿De dónde mierda sacaré 5 millones de dólares para la operación? Joshiva, estás totalmente drogado, maldito japonés.
–En serio, este tipo se tomó unas cuantas birras antes de venir. –Dije. Mi voz y yo, estábamos indignadas. –¡No puede costar 5 millones de dólares! –chillé enfadada. –No puede, de verdad no puede.
–Son profesionales, ______. –Lean trataba de ser razonable, pero yo estaba tan enfadada que era lo mínimo que lograba hacer.
–Sí, profesionales para estafar. Estúpidos. Estúpido japonés para nada importante. Puto. Puto. Putos todos. Vos también puto, todos putos. –Y de repente mi teléfono empezó a sonar. Refunfuñé como un caballo y en medio del enfado, rodeé los ojos.
–¡No me interesa hablar contigo! –grité antes de saber quién era. No me importaba quien me hablaba.
–Eh, tranquila... –dijo él. Prefería que por un momento, se calle. No estaba de humor para hablar y menos con Drew.
–¡Puto! ¡Sos un puto! –grité enojada. Escuché como Lean intentaba reír, pero inmediatamente se calló de nuevo. Sabía que no era bueno enfrentarme cuando estaba enojada.
–¿Eh? ¿Y yo qué tengo que ver ahora? –preguntó un Justin confundido. Volví a rodar los ojos, aunque él no me veía.
–¡Te odio! ¡Odio a todo el mundo! ¡No me hables, chau! –tenía ganas de escupirle en la cara, pero hablábamos por teléfono, eso no era posible.
–Está bien, eres más bipolar que mi madre. Me llamas cuando te tranquilizas. –Dijo, totalmente sereno. Y claro, porque él cagaba plata todos los meses, años, segundos, días, milisegundos; yo no. –Y _____...
–¿Qué? –pregunté, molesta.
–Yo no te odio, pero te quería invitar para que me acompañes a un lugar... sólo si quieres.


{}

Odiaba ser tan débil con Justin. A la primera que me decía algo, yo ya estaba ahí; el poder que tenía sobre mí, era tan grande que me daba bronca y miedo a la vez: de verdad confuso.
Y bueno... a consecuencia de eso, estábamos aquí. No sabía con exactitud qué lugar estábamos, pero estaba con él... con Justin.
No había pronunciado palabra alguna, desde ningún momento ni desde que subí a su auto ni hasta que llegamos al lugar desconocido; tampoco me importó hacerlo, ya que no tenía nada para decir, además de preguntar a dónde íbamos, pero, para ser sincera, no me interesaba demasiado. No ahora, que estaba intentando aceptar lo difícil que era saber que tu única oportunidad de cumplir tu sueño... estaba casi vencida, casi lejana, casi incompleta; o mejor dicho: totalmente incompleta. Porque no iba a volver a ver, todo por culpa del dinero. No iba a volver a cumplir mis sueños; no iba a volver a ver con esos ojos lujuriosos en paisajes que durante quince años de mi vida, logré hacerlo. Sí que me sentía infeliz y vacía.
–¿Sucede algo? –preguntó, cuando ya caminábamos por lo que parecía un suelo de tierra.
<<Claro que sí. Solo quise insultarte ayer, porque tenía ganas>>.
–No. –Simplemente contesté. Tenía ganas de llorar, pero no lo haría. Quería golpear algo, pero tampoco lo haría.
–Sí estás mal. –Dijo. –Sino, preguntarías donde estamos justo en este momento. –Sonreí falsamente, sin voltear mi cabeza para el lugar donde provenía su voz. Sin embargo, seguimos caminando.
–Buen punto. –Contesté en medio del silencio.
Un olor raro inundó mis pulmones. El olor natural a polvo de tierra, oxígeno limpio y una atmosfera llena de naturalidad, llenó mis pulmones, mientras el ruido de las ramas que se movían por acción del viento, el canto de los pájaros y las hojas que pisábamos a medida que avanzábamos, lo hacía con mis oídos. De verdad era agradable. El clima, a diferencia de ayer, estaba cálido para una caminata como la que estábamos teniendo; a pesar de que el aire estaba denso y lleno de humedad, no hacía frío ni calor, pero el viento erizaba mis brazos desnudos y también movía las ramas de los árboles, en consecuencia. Y seguía siendo agradable. Me gustaba el olor, los ruidos, y la compañía que tenía en estos momentos. En síntesis: era lindo, y me hacía olvidar mi tristeza, por un momento.
{ }
–¿Dónde estamos? –pregunté. Mi voz sonó tranquila, serena y tan suave como el terciopelo.
–Todavía no lo preguntes... –susurró en respuesta.

Y seguimos caminando en silencio. En un momento, pude sentir como su brazo rodeaba mi cintura, por debajo de la remera que llevaba puesta, hasta llegar a la otra extremidad de mi cuerpo y obligándome a que este cerca y casi pegada a él. Sabía que sonrió cuando temblé por su tacto; y también sabía que él sabía los efectos estúpidos que tenía en mí.
–Abrázame, no vale que yo te abrace y tú a mí no. –Dijo bromista. En consecuencia, sonreí y pasé mi brazo bajo el suyo, hasta llegar a su cintura y acariciar su dura y fuerte piel. Nuevamente, sentí como temblaba mi cuerpo.
<<Odio ser tan débil>>.
Y nuevamente, el silencio sucedió. Apoyé mi cabeza en su hombro, y cerré los párpados de mis ojos, sintiéndome segura. Hasta que él paró de caminar, obligándome a parar también.
–Llegamos. –volvió a susurrar. –Abre los ojos. –Ordenó.
–¿Para qué? –sin querer, fui grosera y sarcástica. Pero, yo seguía dolida, ¿Quién no lo estaría en mi lugar?
–¿Para intentar volver a ver? –preguntó retóricamente. No lo hice.
–No tiene sentido. –refunfuñé. Entonces, sentí que estaba cerca de él y de su mirada.
–Claro que lo tiene. –Respondió. –Vamos, ábrelos.
–No quiero hacerlo.
–Hazlo. –su tono era amenazante.
–No.
–Sí... hazlo, por mí.
–Eso no cambia nada. No cambia que abra los ojos o no. No cambia que siempre seré ciega. No cambia que siempre me sentiré insegura. No cambia absolutamente nada. Siempre será igual. Siempre saldré perdiendo. Siempre me sentiré mal. Odio esto. Odio mi vida. Odio todo, hasta te odio a ti. Me molesta tener que pasar por esto, por dar siempre lástima, por no tener amigos normales, por no poder ser una chica normal. Odio todo, juro que lo odio.
Un nudo se formó en mi garganta, lleno de odio, bronca y tristeza. Mis ojos estaban repletos de lágrimas, y aunque los tenía cerrados, las aguas se acumulaban en la orilla de ellos. Y ahora, justamente ahora, no me interesaba llorar frente a él. Sentía tanta impotencia que me era imposible frenarla. <<Necesitaba descargarme, necesitaba dejar de mostrarme fuerte, cuando en realidad era un cristal que se rompía por un simple toque>>. Y así fue. Un sollozo se escapó de mis labios, involuntariamente; Justin me abrazó. Él me abrazó con tanta fuerza, que me hizo llorar más.
Nunca iba a verlo. Nunca iba a tener la vista que siempre quise.
–No deberías haberme traído... aquí. –sollocé. –No tienes por qué soportarme. –volví a sollozar sobre el algodón de su remera.
–¿Sabes que odio? Que seas tan desconfiada. Que tengas miedo de mí, que seas tan desagradecida contigo misma. Eres la persona más grandiosa que conocí alguna vez...
–No me mientas. No necesito mentiras. –susurré en medio del llanto, la voz ahogada en sollozos.
–No miento, maldita sea, ______. No lo hago, nunca fui tan sincero en mi vida. ¿Qué tal si tan solo, por un segundo, piensas en que vuelves a ver? Así todo será más fácil.
–Esto no tiene solución. Estoy hundida. –abracé su cintura hasta tal punto de sentirme pegada a él.
–No lo estás. Estás conmigo, junto a mí... si te hundes, me hundiré contigo.
Odiaba que me mintiera. Ahora lo estaba haciendo. Pero, por una extraña razón, sus mentiras parecían una caricia para mi interior, tan embriagadora que me hacía sentir bien.
Y suspiré, luego de aspirar todo el aire que tenía en mí.
–Te quiero, Justin. –<<Por más estúpido, egoísta por momentos, y sobre todo... mentiroso>>.
_________________________   

P

Ojos Ciegos ( Justin Bieber & Tu )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora