I "Soberana"

214 13 4
                                    

Las lejanías frías y el horizonte carmesí, invadido de cavernas subterráneas y fosos, extendiéndose miles de kilómetros fuera del muro de hueso, una muralla inquebrantable de superficie blanquecina y sucia. Los ríos de ácido ferviente chocando contra las rocas en lo más profundo de la oscuridad, donde la luz da poco, donde las paredes de tierra se cierran unas sobre otras. Los gritos de las almas perdidas se mezclaban con el gélido aire. Las enormes y pesadas puertas del primer Infierno se abrieron de par en par en la horrenda ciudadela de Waifenn, y a lo lejos, entre las imponentes Montañas Negras eran visteadas en su trayecto de rutina por la Legión Real Demoníaca. Por el creciente remolino luminoso que emanaba la puerta infernal, se juntaban los demonios y otras criaturas entrando y saliendo continuamente hacia otras regiones del reino. La regente de la muerte los custodiaba en su largo camino. Por todo el reino había demonios y criaturas de todo tipo, andando, provocando desastres y perturbando cuanto pudiesen.

Los seres como los Elfos de Valles de Plata y el Castillo Dhamasko, vampiros, híbridos, sub cubos, íncubos, entre otra infinita cantidad de individuos eran los residentes del Infierno en su mayoría, exceptuando a los carceleros que eran iguales en todo el reino. Y también estaban las almas de los condenados, los seres atrapados por contratos y los que estaban únicamente muertos. La fuerte ventisca sopló desde Nieves Perpetuas al norte del reino, y se desplazó hacia las divisiones bajas. A su vez, se fundió con el potente calor de Fuego Primordial y así se creaba una especie de clima termal por el Noreste del reino.

Tras los muros del majestuoso Palacio Negro, la soberbia figura se mantenía en silencio, desde el trono observaba como un Elfo era decapitado por causar problemas a la corona. Seguramente no eran más que conflictos triviales, ya que era lo único que sucedía de relevancia los últimos días. Muchas veces solo procuraban ejecutar un par de seres sin ningún tipo de argumento, solo para hacer algo entretenido. La figura se pasó el dedo índice por la barbilla; en el suelo, la sangre se desparramaba junto a la cabeza sin vida que, muy a placer de los espectadores, mantenía una estúpida mueca de terror.
—Tendremos compañía —pronuncio, desde el trono. No cambió la expresión serena. En realidad, sintió un deseo extraño que le recorría la piel. ¡Tenía algo que hacer!

Efectivamente, un enorme halo de luz blanca inundó los rincones del gran salón, cegando a todos en brevedad. A través de este surgió una hermosa figura angelical que descendió hasta tocar con sus pies el frío suelo; abrió sus alas de par en par, cubriendo parte del resplandor hasta que este desapareció por sí solo. Sus ojos claros se posaron el muro de bestiales guardias que se erguían frente al trono. Las grotescas miradas estaban sobre el intruso; entre sus garras sostenían filosas armas con las que lo amenazaban.
—¿Has venido a morir? —interrogó uno de ellos, con voz gutural.

—He venido a hablar con tu amo, Lucifer, criatura —dio un paso al frente, pero fue detenido por el filo de una lanza. El ángel no alcanzó a ver al líder infernal con semejantes figuras, así que retrocedió sin prestar demasiada atención a las bestias —. Solicito audiencia, no he venido a hacer la guerra.

Una ligera risa se dejó escuchar en todo el salón, los demonios siguieron en su posición de ataque. Los últimos rastros de aquella risa quedaron en el aire, ya que, de resto, el lugar se mantenía en profundo silencio. El techo abovedado de cristal le devolvió el sonido para así, terminar extinguiéndolo —Que pena. Me parece que has venido en mal momento —se escuchó tras la guardia real. No era ni de lejos la voz que esperaba escuchar, pues esta era de una mujer—. Si un engendro alado esta en mi reino no sé qué podría esperar. Muévanse, ya.

Los soldados se dispersaron hacia los lados con excelente coordinación, aun se mantenían alertas de cualquier movimiento. El cabello blanco se agitó sobre sus hombros al removerse en su asiento; sus ojos se detuvieron en el ser celestial que no mostraba más que una incrédula expresión en su rostro, le parecía todo un chiste. La figura femenina en el trono le dirigió una sonrisa perversa y casi inocente al mismo tiempo.
—Entonces, ¿aun quieres audiencia?

Queens of HellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora