EPILOGO

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Había transcurrido cierto tiempo desde los últimos acontecimientos, donde, tras una violenta y decisiva guerra el Infierno acabara por derrumbarse casi por completo. ¿Qué ocurrió a partir de aquel día? O ¿Qué había sucedido? No dejaban de preguntárselo.

El infierno mismo había cambiado como nunca antes, y acabo como la primera parte del reino en existir eones atrás, aquella que pertenecía al rey Baal antes de que su pilar y cuerpo fuesen hechos pedazos. En conclusión, acabo en ruinas. No sobrevivió ningún ser perteneciente a la servidumbre del palacio negro, ni nadie más a varios kilómetros de distancia. Solo un alma se movía por fin por los restos del palacio, era el príncipe que había abandonado la bóveda oculta y se había apresurado a subir. Se encontró con el desastre mismo, con todo el salón destruido, inundado de agua y nieve. Buscó con la mirada algún indicio de vida, pero se quedó inmóvil, paralizado al ver el cuerpo de Lucifer sobre el de Meghan, ambos atravesados por la misma espada. Si hubiese podido correr. Lo hubiese hecho, pero aun así se acercó lo más rápido que pudo. Ninguno se movía, ninguno respiraba. Con toda la fuerza que pudo usar, levanto el cuerpo del rey y lo desencajó de la espada para luego colocarlo sobre el suelo; tenía los ojos entreabiertos. Sucedió que Mephisto se quedó junto a él, en silencio, tras cerrarle los ojos con cuidado; no podía creerlo aun estando ahí, tenía la certeza, juraba que acabaría de otra forma, pero no.

No todos habían sufrido las terribles repercusiones, a fin de cuentas, pues algunos lograban levantarse, silenciosamente agradecidos de haber sobrevivido a la catástrofe. En las tierras bajas, donde las pequeñas ciudades ya no existían, ella se hallaba silenciosa y pensativa. Estaba en una pequeña casa de piedra que aún conservaba parte del techo y no estaba inundada; junto a ella estaba el cuerpo de una persona. Ella le puso la mano sobre el pecho suavemente; estaba cubierto de vendas, pero se movía despacio, subía y bajaba. Eso la hizo sentir más aliviada, tenía ganas de llorar, pero se contuvo por esa vez. Él le había pedido que no llorara. Movió la cabeza, turbado por alguna sensación, quizá la de estar "muerto" enserio. Ella le tomó la mano, entrelazando sus dedos y el la apretó con suavidad. Seguía con vida.
—. Hyle, seguimos con vida —murmuró.

Esta sonrió, a pesar de Cassian tuviese los ojos cerrados —. Si, ahora podemos salir.

La mayoría de los seguidores de Meghan se habían esfumado, si es que no había muerto. Nadie más en el infierno supo que había sido del demonio Samael, pues estuvo luchando con energía y entrega cuando atacaron el palacio, pero de súbito había desaparecido sin dejar rastros. Muchos seguirán diciendo que desapareció en un portal hacia alguno de los otros dos infiernos, o quizá a la tierra. Era todo un misterio. Los dos últimos niveles del reino no recibieron tantos daños como el primer infierno, sin embargo, muchos de sus castillos, ciudadelas y fortalezas se habían derrumbado también. Ya no quedaban lideres importantes, excepto unos pocos, como Belial y aquellos que se ocultaban con él en su castillo de granito. O Mephisto, incluso Agramon y Lord Dellum en la ciudad sin nombre.

Nadie se había manifestado aun, ni siquiera meses después. Todo seguía igual de solitario y caótico. Ni siquiera la vieja orden Esxpiam se había dignado a subir a la superficie a "reclamar" algo como suyo. Lo más probable, es que siguieran efectuando planes, y no se apresurarían demasiado, puesto que ya no quedaba nadie allá arriba, los reyes habían muerto.



Tenía los ojos cerrados, pero aun así sentía que una potente luz brillaba a su alrededor y sobre su rostro. Había estado muy cansado, quería dormir descansar un poco más, pero dicho resplandor solo lo obligo a abrir los ojos. Se abrieron, casi no podía ver nada más que luz blanca y una sensación de tranquilidad que lo alivió de inmediato; había calidez en el aire. Conocía la sensación. De pronto se sintió abrazado, sanado; se sentía en casa, su verdadera casa. Cuando su vista se adaptó completamente a la luz, pudo distinguir en donde se encontraba realmente. El, estaba sentado sobre una banca acolchada, mirándolo fijamente; sintió que su corazón se detenía en ese instante. ¿Cómo era posible? La mirada del hombre, sin embargo y a diferencia de lo que esperaba, era cálida y amable. Sus ojos también eran azules, muy claros y tenía el cabello canoso. Aquel ser era radiante, impresionante y la vez tan simple. Siempre había pensado que era demasiado excesivo, pero por primera vez sentía lo contrario. A la izquierda de ser había dos individuos más, los reconoció enseguida, y estos le dedicaron media sonrisa. Uno de ellos tenía el cabello rubio y ojos verdosos, mientras que el otro, que parecía mayor, tenía el cabello castaño y ojos azules.

—Lucifer, hijo mío —dijo el ser, mirándolo —. Bienvenido a casa.

Sus hermanos lo miraron también, y movieron la cabeza como saludo. Eran Miguel y Gabriel.

Se vio a sí mismo en un hermoso salón al aire libre; no tenía Paredes, pero poseía un alto techo de mármol. Afuera solo había césped y un estanque luminoso con pequeñas hojas de aboles frutales. Estaba vestido de blanco, solo la camisa, su pantalón seguía siendo negro. Pero ya no estaba herido ni sucio, estaba impecable. De inmediato se tocó y el rostro y se sorprendió al no sentir la cicatriz en su piel. Casi tuvo deseos de sonreír. No sabía que decir, no sabía si era un sueño, debía serlo. Jamás podría ser recibido de nuevo en el cielo.
—No es un sueño, de verdad estas aquí. Hiciste algo que muy pocos han logrado —dijo Miguel —. Peleaste, y te sacrificaste por amor a esa mujer, porque aceptaste la culpa y dejaste el egoísmo de lado. Te dijimos que nunca te abandonaríamos, y aquí estas.

Lucifer no sabía que responder a ellos. No podía creerlo aún. Sintió que aún tenía la cuchilla en su pecho, y que saboreaba la sangre de nuevo. Sacudió la cabeza y se puso de pie. Fue cuando se percató de que tenía consigo un peso adicional, tenía sus alas consigo nuevamente. Eran las alas más magnificas y hermosas que nadie hubiese visto jamás; alargó el brazo para tocarlas y quiso llorar de nuevo —. Tengo que volver... no puedo estar aquí. El me necesita allá abajo, Mephisto. Mi lugar está lejos del cielo, yo lo he decidido. 

Gabriel enserio un poco su expresión al oír aquel nombre, ninguno de ellos se sentía a gusto cuando de demonios y seres profanos se trataba, sin embargo, la angustia en su hermano menor era notoria. Sabían que el tomaría su decisión.

—Si es lo que deseas. El sol brilla siempre en nuestro reino, y aun lo hace contigo.



Lo único que recordaba de ese último momento fue haber perdido la noción del tiempo, y que sus ojos eran cegados nuevamente por esa creciente luz. Se hizo más ligero y comenzó a descender lentamente hasta tocar alguna superficie. Había abierto los ojos y se había levantado como un rayo, como si despertara de una extraña pesadilla. Estaba en el infierno, entre los escombros, y aún estaba todo abandonado. Entonces vio a Mephisto sentado en el suelo, que lo miraba con sorpresa y alivio. Estaba vivo, de verdad lo estaba, le habían otorgado otra oportunidad, a pesar de que no la quisiera, porque, después de todo, había aceptado morir por cuenta propia. Lucifer se acercó al príncipe y este, con duda le acarició el rostro perfectamente sanado. Sonrió a medias, al menos lo tenía de vuelta —. Volviste.



-2023-

Ya nada tenía que buscar en el infierno. Hacia unos cuantos años que lo había dejado atrás. Lo único que abundaba era la depresión y los malos recuerdos. Se le hacía insufrible respirar aquel aire siquiera. Pero se atrevió a tomar una buena decisión, después de todo, no importaba si ya no estaba en el infierno, seguía siendo el rey de este, podía hacer lo que quisiera. Aún estaba melancólico y pensativo la mayor parte del tiempo, pero procuraba evitar esa clase de temas, le interesaba más comenzar de cero haciendo algo diferente. Se recostó en el espaldar de su silla metálica y se quitó las gafas de sol redondas que llevaba, las cuales dejo sobre la mesa. El clima era frio, sin embargo, había unos cuantos rayos de sol. La vista era perfecta. Tomo un sorbo de su café y sonrió —. Nada mal, ¿cierto? Incluso Escocia es agradable.

Mephisto asintió y bebió otro sorbo igualmente —. Es aceptable, bastante familiar. 

Queens of HellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora