Profunda oscuridad insaciable antes del alba, abrazando los rincones más fríos y rodeando como espesa niebla. Las ráfagas heladas y los copos violentos de nieves se movían como ceniza en el cielo negro como boca de lobo. Faltaban aun un par de horas para el amanecer, y tal cosa en el infierno se caracterizaba por el gran sol anaranjado como fuego elevándose desde las llanuras; era similar al sol del atardecer, solo que este otro era más enorme y de tonalidades más opacas, dándole el aspecto moribundo. El manto blanco había caído sobre puentes, arboles, balcones e incluso parte del Abismo de Azufre, donde era como ferviente liquido grisáceo.
El escenario fuera del palacio negro, junto a sus altos muros era un retrato del horror, casi como una pintura apocalíptica de Beksinski. Parte de la tierra aún seguía negra como carbón, y sobre esta se hallaban los cuerpos congelados de aquellos seres que suplicaban; sus rostros conservados con impecable terror y desespero, alargando los brazos al cielo como almas perdidas. Muchos ya no poseían ojos o piel en el rostro puesto que los cuervos habían caído sobre ellos tal como dicta su naturaleza. Ya no había lunas ni estrellas en el cielo, todo se hallaba callado de tal modo que resultaba insufrible; no gritos de los condenados, no aullidos, nada. El cuervo se posó sobre el enrejado del jardín y observó con ojos curiosos y pequeños el paisaje desolado. Incluso así, casi nadie dormía. Había sombras silenciosas en los castillos y fortalezas, pero nadie cuchicheaba nada, ya no había ocasión para ello, tampoco ganas de tal cosa. Pocas horas antes una figura se había detenido tras la puerta de los aposentos reales con la intención de espiar a la reina, pero se alejó con decepción. Dos salones más arriba la elemental de fuego caminaba como sonámbula, encendiendo con cuidado las velas que se habían consumido en los días previos.
Sus dedos temblando trazaban un circulo a su alrededor, luego unas cuantas líneas que se transformaban en raros símbolos antiguos del infierno. Se hallaba en una especie de cámara subterránea a las afueras del palacio, en los territorios del Valle Phrisma donde nadie más podría encontrarlo a menos que lo deseara. Era un salón solitario, no había más que un bello féretro negro que mostraba runas a los costados de este, y la tapa era de un cristal que se aclaraba con el toque de su mano, para luego oscurecerse de nuevo cuando este la retirara. Se arrodillo completamente en el centro del circulo y extendió sus manos al frente; deslizo una cuchilla por sus antebrazos y dejo caer la sangre al suelo.
—Dime que debo hacer ahora...
Se levantó y caminó hacia el ataúd donde se desvaneció sobre este, manchándolo de carmesí. El cristal se volvió transparente como agua cristalina; debajo reposaba el cuerpo del Grigori como si aún siguiera con vida. Poseía un aspecto inmaculado aun muerto, y esa curvatura leve en los labios como si desaprobara su entorno. Tenía ambas manos cruzadas sobre el pecho y el anillo Grigori en el anular de la mano izquierda. Ananel lo miró con desesperación, no se atrevía a quitar su mano del cristal para no dejar de verlo, aunque le doliera tal acto; apretó la mandíbula y deslizo un dedo ensangrentado por lo que serían sus labios, negó en silencio tratando de contener un sollozo.
—Cometimos tantos errores, hermano. Tenías razón, jamás debimos seguir a Lucifer en su terrible rebeldía. Mira lo que nos ha hecho, mira lo que te he hecho... —la sangre seguía cayendo en pequeños hilos sobre el ataúd, deslizándose por este —. Por mi culpa no podrás volver a casa, y yo tampoco. Perdóname, Alexiel.Sintió terrible frio como si la cámara se congelara de pronto, al respirar, una nube de vapor escapó de su boca y nariz. Las gotas de sangre se congelaron en su trayecto de la madera al suelo y lo que parecía una eternidad de espera por saber lo que ocurría, acabo al sentir el peso de una mano cerrándose sobre su hombro; no se atrevió a voltear en esa ocasión, temeroso de lo que encontraría si lo hacía. Se dibujó en el suelo una sombra oscura y alargada que pudo haberle producido escalofríos de no ser porque en ese mismo instante la presencia se inclinó casi sobre él y le susurró al oído:
—Pelea, demuestra lo que vale tu alma y volveremos a casa.
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Queens of Hell
General FictionEllas lo hirieron y le robaron su trono, gobernando el infierno bajo su poder oscuro, ahora se desatará la guerra por las tierras profundas con el regreso del caído. La sangre correrá, las cabezas rodaran y solo uno tendrá la corona. Bella portada...