—No habrá descanso ni fracaso. Podrías obtener todo cuanto quisieras si poseyeras más de un poder... Estas compuesta de humanidad, resentimiento y oscuridad que te fue otorgada. Es preciso tener más de lo que se posee, la conformidad es para los débiles. Siento el frio helado como si de hielo estuviesen hechos mis huesos. No quiero tener pulso, quiero tener poder ilimitado —miró sus propios ojos en el reflejo —. Quiero tener todo cuanto quiera. Cuando caigamos... cuando sintamos este sufrimiento en el alma no podremos disfrazarnos más para aquellos que nos ven. No soy perfecta, no soy buena... no quiero mentir de esta forma, pero no quiero caer tan profundo. Estoy cansada de sufrir tanto, estoy cansada de respirar este mismo aire toxico —Su propio rostro le devolvió una fría mirada, oscurecida por las sombras de la habitación. Luego le sonrió, como si se tratara de ese espejo en la cueva protegida por Davria —. Dime como vivir con la fuerza para destruirlos a todos. Dime como... No me rendiré, no ahora.
La nieve se había endurecido sobre lo largo y ancho del reino. Todo se componía del infernal blanco que confería un aspecto aún más lúgubre a donde quiera que se mirase. Los laberintos de celdas se tornaron oscuros de cenizas, y los angostos pasillos de estos tenían unos cuantos centímetros de nieve compacta. Había ligeras excepciones con el impetuoso frio que rondaba, una de estas se atribuía al abismo de azufre, que consumía los pequeños copos en las superficies de este antes de tocar el suelo o el líquido ardiente que corría con agitación unos cuantos metros al fondo. Desde las ventanas superiores de las torres negras del palacio podían advertirse los movimientos de la regente de la muerte mientras daba unas rondas en los perímetros más cercanos; su túnica negra rasgada se movía con ondas debido a las ráfagas de sus alas. Las puertas de la muerte se mantenían firmemente cerradas, custodiadas por los vigías y dejando a las almas transitorias en una enorme y casi interminable fila congelada. Wӓifenn era ahora una ciudadela fantasmal, donde quedaba prohibido todo acercamiento que no fuera de carácter real. El guardián no había levantado la vista siquiera, solo mantenía la cabeza gacha procurando hallar algún punto de distracción en el suelo. No quería estar ahí, por más que la reina, su reina, le hubiese pedido con ese tono frio y demandante que se quedara cerca, no quería hacer tal cosa. Todos aquellos pensamientos que componían su mente estaban dispersos, quebrados, se sentía furioso consigo mismo y reñido con todo lo que lo rodeaba. No quería seguir ahí. ¿Cuánto tiempo más seguiría sintiendo esa presión horrible en el pecho? ¿Cuánto tiempo más tendría que soportar sentir algo cuando a los demás les era sencillo enterrar todo sentimiento? En aquel instante solo deseó poder arrancarse el corazón. La reina no le dedicó no una sola mirada, era consciente de ello, así que evitó hacer lo mismo; comenzó a tiritar del frio que se colaba por los ventanales absurdamente abiertos de par en par, mientras ella no hacía más que mirar el grisáceo paisaje.
—Inservibles...todos inservibles —murmuró, mirando el caos que crecía a pesar del clima. Observó cuando el demonio blanco se acercaba desde el puente, dejando marcas vacías en la nieve con las pisadas de su caballo. Se le hizo como si jamás lo hubiese considerado un enemigo, solo lo vio de tal forma que creyó conocerlo de toda la vida, al igual que su arrogante sonrisa y su carácter cínico por naturaleza. Ya había llegado lo más cercano a la torre desde la que era observado y procuro una sonrisa ladina. Massacre asintió en su dirección, y de inmediato le dio el permiso para subir.
Baphomet apareció casi de inmediato sobre la terraza como si fuese un atacante; la reina se cruzó de brazos, daba la impresión de decir "nunca cambias" pero no era así, nunca había sido tan trivial con nadie, mucho menos con él. Entonces Kyel levanto la mirada, y advirtió en los ojos del invitado que este ya sabía lo que había hecho. El demonio abrió los ojos expectantes, escrutando la expresión del guardián, tuvo que reprimir una severa sonrisa de satisfacción. Se apresuró hacia la reina, sacudiéndose los hombros con cuidado; llevaba una especie de bata blanca oriental sobre la ropa de modo que parecía un noble de Japón.
—Seré breve —dijo, echándose el cabello hacia atrás —, Lucy sigue con vida, ya es obvio que sabes eso, porque su caótico poder no ha vuelto a Lucifer. Lo interesante del asunto es que la vi hace poco, acompañada.
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Queens of Hell
Ficción GeneralEllas lo hirieron y le robaron su trono, gobernando el infierno bajo su poder oscuro, ahora se desatará la guerra por las tierras profundas con el regreso del caído. La sangre correrá, las cabezas rodaran y solo uno tendrá la corona. Bella portada...