III ''La Orden Sombría'

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La discusión se acaloraba cada vez más en el ala de reuniones; la pelirroja debatía fieramente sobre la posición de sus legiones a lo largo del reino, defendía el hecho de que ninguno había tenido problemas con intrusos o rebeldes. Hacía rato que había olvidado la graciosa flama danzante en medio de la mesa, Ahora solo era parte de la iluminación. Casi todas levantaban la voz irritadas o en desacuerdo con muchos de los temas hablados; golpeaban la mesa con sus puños o ponían expresiones de estar hastiadas. La única que respondía de vez en cuando con palabras cortas era la regente de la muerte, no era muy competitiva a la hora de discutir asuntos reales.
— Me parece que tu sugerencia —hizo comillas con los dedos —, funge de acusación —atajo la regente, con una violenta expresión, para luego volver ponerse seria —. Yo sé hacer mi trabajo mejor que los incompetentes de los Vigías. Deberías concentrarte en los tuyos en lugar de hacer orgías todos los días, Lucy.

La pelirroja le mostró una sonrisa desdeñosa. Red miraba de un lado a otro cada vez que alguna hablaba; sonrió al pensar lo mucho que el asunto le recordaba a un debate de esos que hay en la tv humana. La reina objetó en contra de la regente como si las palabras de estas fueran excusas absurdas. Pensó hábilmente que no podía permitir problemas tan serios como los que estaban sucediendo bajo sus narices. Todo parecía de muy bajo perfil, quería averiguar que sucedía y por qué. Tenía millones de formas para que todos estuviesen haciendo lo que debían hacer para impedir contratiempos, pero una vez que formabas un comité con tus líderes, era más complicado.
— El puesto que presumes ahora te lo he dado yo, y si me da la gana te lo puedo quitar, Zelena —dijo, mirando a la regente —. Nadie puede cruzar las malditas puertas negras sin que lo sepas. ¿Cómo diablos entro la mortal al infierno? Aun estando viva necesitaría de un permiso para ello.

—Primero, se me hace que desconfías de Zelena. Segundo, dijiste que Balberith te había hablado de ella y de su inusual importancia, por eso se encontraba la chica en el infierno según sabíamos.

—Claro, Lucy —le sonrió, con ironía —, el punto es que sigue sin tener permiso para entrar. Cruzó como si nada y resulta que por arte del culo de Belzebu, tiene poderes mentales nada propios de un humano corriente.

—Los íncubos —intervino Hunter —, recuerda lo que pasa tras la Scentia Anquor.

Dio un golpe a la mesa con el puño —. No con lo humanos simples —corrigió, apretando la mandíbula —. Ella estaba en bajo nivel. La frecuencia de poder dentro su alma no se excedía, es casi imposible que haya ocurrido.

—Habla con Balberith y sabrás entonces, debió ser cosa suya. Si no, habrá que aceptar que hay un problema mayor que no podemos ver aun —puntualizó, abriendo la palma hacia arriba, sobre la madera. Todo quedo en silencio de forma súbita y ninguna se apresuró a decir nada. Desde los enormes ventanales se podía ver el cielo, apenas se asomaban algunos destellos entre las nubes que anunciaban el alba; la lluvia comenzó a caer en ligeras gotas, El petricor(1) se hacía intenso. Esa clase de mañanas le ocasionaban a Massacre una serie de turbios recuerdos y sensaciones que trataba de olvidar todo el tiempo, o al menos, gran parte de este. Sin saber por qué, sentía un terrible sentimiento de culpa. Estaba perdida en la vista sombría a través de la ventana; ahora llovía más fuerte. Por primera vez en mucho tiempo, era el mismo clima tormentoso sobre el reino entero. Incluso sucedía en Fuego Primordial, donde la lluvia parecía volverse ácida al tocar el suelo. Tuvo una visión efímera de dos personas juntas frente a una de esas ventanas. Él le acariciaba el largo cabello con una media sonrisa plasmada en el rostro, satisfecho de compartir la belleza de su reino con alguien más.

—¿Que te preocupa, Massk? —habló al fin Red, con expresión curiosa; sacando a la reina de sus pensamientos. Eso era, había cosas que le preocupaban mucho últimamente. El deseo de controlarlo todo la volvía paranoica. El hecho de sentir que nunca sería como el- Su hermana sabía todo eso, solo que nunca lo mencionaba por respeto a ella, o quizá, por miedo.

Queens of HellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora