XI "Doble cara o nada"

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—El enteramiento fue duro. Creo que no hay parte del cuerpo que no me duela.

—Solo es el comienzo, niña —le sonrió Ananel pasando a su lado con paso ligero; estaba tan fresco como si no hubiese hecho esfuerzo físico.

Los miembros de la Orden Sombría caminaban lentamente hacia el ala este del palacio donde se ubicaba el impetuoso comedor (informal); resultaba curioso que no fuese aquel el sitio donde se realizaban los banquetes reales, porque aun así poseía un atractivo ensordecedor. El comedor real era tres veces más destacable.
La mayoría se sentó casi de un tirón, mientras que Cassian se había sentado sobre el mesón, casi con deseos de acostarse en él. Tenían cansancio, pero en el fondo conservaban una enérgica animosidad por ocupar su tiempo con peleas y trucos de guerra.

Nuevamente el ser pelirrojo los observaba oculto detrás de los pilares o incluso, con total descaro, de pie en un extremo del comedor. Indudablemente su capacidad para ocultarse y ocultar su presencia era de los dones más raros y sofisticados para aquellos que Vivian de labores como el espionaje o el robo en palacios como ese. Su vista pasaba de un individuo a otro como si tratara de medir sus habilidades, emociones y gestos; sonrió con complacencia, ya que había encontrado a la persona indicada, la ideal, aquella que llevaría a cabo las tareas que se le habían encomendado con tanta persuasión.

Ella miro hacia la silla vacía en el extremo del largo mesón; el mantel oscuro le recordaba a una lengua de dragón. Aguzo la vista sobre el plato en blanco, segura de que algo la llamaba a mirar hacia ese lugar en específico. Asintió levemente, de forma imperceptible para que nadie más lo notara y volvió a fijarse en sus compañeros aprendices.


Vrḗst Babilonia se convertía en un tumulto de demonios y seres infernales que acarreaban todo tipo de cosas desde humanos prisioneros hasta armas, venenos, y otros demonios condenados. La ciudad grande era considerada como la madre de los pecados y la piratería del infierno, donde se hallaban los demonios más crueles que podían tomarte de limpia pisos si así lo quisieran. Había un demonio de alto rango que hacia milenios había dejado de subir al mundo humano para atormentar a aquellos seres débiles y asustadizos; era de esos que amaban causar miseria y destrucción en las vidas de las personas. En pocas palabras, era repugnante. Aunque le tenían respeto, o temor en todo caso, ya que, si él decía algo en la ciudad, era la ley. Samael era de los favoritos de Lucifer en cuanto caza, muerte y desgracia, pero cuando este perdió el trono en la sangrienta guerra, el demonio de horrendo aspecto bestial se había retirado a la gran Vrḗst Babilonia.

—¿Entiendes que significa? —dijo, relamiéndose los largos dientes —. Parece que el rumor es cierto, Grigori.

—Es una mala idea en tantos sentidos... Lucifer no aceptaría tal cosa, ¿estás seguro?

Samael emitió un sonido ronco como si quisiera soltar una risa, pero no continuo. Su mano cayó sobre un cráneo roto en la coronilla, haciéndolo crujir bajo el peso —. Por supuesto. Oye esto, para ganarle a tu querida reina hará lo que sea necesario, incluso si se trata de un...trato celestial. No sé qué hayas ido a buscar en ese palacio, pero ella no te lo dará sin antes pagar un precio, uno alto, ¿comprendes?

—Si... ¿Qué más da? Creo que ya no tengo nada que perder.

—Busca a tu hermano, debe estar esperándote en esa tienda de artilugios, me pareció haberlo visto rondando. ¡Eh! Ananel —le dio una palmada en el culo — No te pongas todo sentimental, no estas para eso en el infierno, si quieres llorar con mami te puedes volver al cielo.

El ángel sonrió y dejo la plaza en la que se hallaba junto al demonio.


Surgió de la tierra un chillido agudo que se trasformó en un rugido descomunal, solo comparable al de una bestia gigante. Provenía de las entrañas de Brṻndh, donde se compactaba el ritual de las elementales, donde a cada instante ambos líderes hacían crecer su fuerza y poder interior para poner un peso de vital importancia en tablero. Massacre seguía en medio de los dos, estirando los brazos uno en cada dirección de una tumba cristalina; de sus manos salían destellos azules y verdes que se conectaban entre sí, como si pensaran al unísono, como si respiraran en una misma sintonía. Una delgada línea de estos destellos ascendió hasta chocar con los cristales anaranjados, la luz se reflecto hacia los rincones del salón espejo. Ghez y Lady Dravria se mantenían a prudente distancia, guardando el lugar con protección mágica para contener el poder que fluía ahí abajo. Las oleadas de frio y calor eran cada vez más intensas a medida que se concentraba la energía de los lideres infernales. Haruka largó un brazo hacia Balberith, con la palma extendida y este hizo lo mismo, tomando su mano lo más firme que pudo. Los ojos de la mujer de hielo comenzaron a tornarse en un violento azul eléctrico mientras que los del príncipe eran como dos pozos de fuego ardiente.
—¡Eisen! —gritó ella, arrojando hielo sobre una tumba.

Queens of HellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora