Epílogo.

334K 22.7K 8.8K
                                    



Cerré el cierre de mi pequeño bolso y suspiré, mientras una sonrisa se empezaba a formar en mis labios.

Tomé el bolso y me miré por última vez en el espejo de mi pequeño y pasajero cuarto. Mi cabello había crecido en estos meses, y por primera vez en mucho tiempo estuve conforme con él. Había perdido un poco de peso, y mis ojeras eran muy notorias, por causa del cansancio y el estrés. Sin embargo, nada podía quitar el brillo emocionado en mis ojos.

Hoy, después de 7 largos meses de servicio comunitario en el condado de San Joaquín, volvía a casa.

Salí de la caseta que compartía con unas chicas y sonreí hacia todas las personas que me esperaban expectantes fuera. Estos meses habían sido un infierno, pero que me condenen si no había hecho buenas amistades.

Me empecé a despedir de la gente que había compartido conmigo esta mierda de trabajo durante 7 jodidos meses. Muchos de ellos aún no terminaban de cumplir su condena, y solo tres nos íbamos hoy.

Uno de los oficiales que nos había estado custodiando estas últimas semanas nos llevó hasta la terminal de autobuses, donde mi boleto de ida a casa me esperaba.

Luego de despedirme de los otros dos chicos y del oficial con un efusivo abrazo, corrí hacia la boletería y saqué un boleto de ida a Berkeley.

No pasaron ni 10 minutos cuando mi autobús llegó. Subí rápidamente y me senté en mi asiento, justo del lado de la ventana.

Cerré los ojos y suspiré. Aún recuerdo los nervios que sentía el día que nos sentamos frente al juez. Mis padres habían estado ahí, mirándome con miedo. Miedo de volverme a perder.

El juez no le dio mucha importancia al asunto, para nuestra suerte, sino que lo tomó como una travesura de jóvenes universitarios más. Supuse que casos como estos se presentarían ante él más seguido de lo que podíamos imaginar.

Sin embargo, no podía no hacer nada. Nos dio 7 meses de servicio comunitario a cada uno, en diferentes y alejados condados de California.

También recuerdo como Ryder me sostenía la mano e intentaba tranquilizarme, pero no servía de nada ya que él estaba igual o peor que yo.

Un nudo se me hizo en la garganta al pensar en Ryder y en los chicos. No los veía hace 7 exactos meses, y casi ni habíamos hablado. Nos habían privado de nuestros celulares y nos dejaban hacer muy pocas llamadas al mes, desde teléfonos públicos.

Sin embargo, los últimos dos meses no me había podido comunicar con ellos.

Masajeé el puente de mi nariz y suspiré nuevamente. Los extrañaba muchísimo. ¿Qué sería de ellos? Estaba emocionada por volver a verlos, pero algo me decía que no sería lo mismo.

Luego de aproximadamente 2 horas de viaje, el autobús llegó a destino. Me paré rápidamente, tomé mi bolso y salí a trompicones del autobús.

Una vez que estuve fuera, respiré hondo y mire a mí alrededor. Cada vez más cerca de casa.

Tomé mi celular, el cual me habían devuelto hoy, y llamé a Kol.

Al tercer tono, mi hermano atendió.

-¿Pen? –preguntó con voz ronca y confusa.

-¡Kol! –saludé feliz.

-¿Qué haces llamándome hoy? Pensé que te dejaban hacer llamadas los miércoles, y hoy es viernes...

Adoptada por una Fraternidad © |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora