11- Guerra.

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'Azotea. 14:00 hs. Ropa de combate.

No debe faltar nadie. Puntuales por favor.

 

-Equipo rojo.''

Guardé la nota en mi mochila y salí del edifico, dirigiéndome hacia casa. Cuando entré, vi que no había nadie. Raro, siempre hay mucha gente dentro, tanto como de esta fraternidad como de otras.

-¿Hola? –pregunté.

-¿Penny, eres tú? –reconocí la voz de Mila desde el primer piso.

-¿Qué otra chica entra a esta casa además de tu y yo? –pregunté mientras subía la escaleras.

-Apúrate, en media hora empieza el juego.

Entré a mi cuarto y vi a Mila sacando como loca ropa de mi ropero, y tirándola por todo el cuarto.

-¡Eh! –le grité mientras me acercaba enojada.

-¿Qué haces parada ahí? ¡Apúrate! –gritó mientras me tiraba una muda de ropa.

-¿Estás hablando de la nota? Por Dios, Mila –rodé los ojos-. No creo que sea tan importante. Es un simple juego.

Me miró como si tuviera un tercer ojo.

-Son juegos de guerra, Penny –dijo incrédula-. Son anuales, y participan todas las fraternidades. La tuya es la que las realiza. Es una tradición y tienes que estar ahí.

-Vaya –dije asombrada-. ¿Y de que es la guerra?

-No se sabe, tontita –rio-. Todos los años cambia. El año pasado me contaron que la guerra fue de condones... usados.

-¿Y tú como conoces el juego si has llegado este año? –pregunté con una ceja alzada mientras me cruzaba de brazos.

Mila abrió los ojos como platos y empezó a ponerse nerviosa. Reí en mi interior, se veía como un niño cuando lo pescaron en plena travesura.

-Yo... solo lo sé. Ya no hablemos de esto –dijo rápidamente-. Ve a cambiarte, eres una de las líderes este año, todos te estarán esperando.

Salí de mi cuarto y me dirigí al baño, al que entre rápidamente. Mmm, no recordaba lo grandioso que era entrar rápido al baño... ya sabes, estoy acostumbrada a esperar horas a que los simios de mis hermanos lo desocupen. A veces, son peores que una chica.

Una vez que terminé de cambiarme, me miré al espejo. El conjunto contaba con una remera negra de tirantes que me llegaba como a la mitad del ombligo, unos vaqueros holgados (también de color negro) y mis converse.

-Ten, ponte esto también –Mila entró al baño sin previo aviso y me tiró una bolsa.

Adentro había un cinturón de cuero que tenía bolsillos para guardar cosas. También, había dos pistolas de agua (no sé de donde rayos las sacó), y estaban vacías. Me las enganché a los costados del cinturón. Me sentía como la chica de Resident Evil, solo que ella era más sexy.

Me peiné el cabello y salí del baño. Apoyada en la barandilla, y con el mismo vestuario que yo, se encontraba Mila. Empecé a reír cuando vi que en cada mejilla llevaba pintadas dos líneas horizontales rojas. Se acercó y me las pintó también.

-Tenemos 10 minutos, ¿lista? –me preguntó, asentí.

Salimos de la casa y afuera no había una sola alma. Miré hacia arriba, exactamente la azotea del edificio escolar, y vi muchas figuras que se movían contantemente.

-Allí están, vamos –dije, y fuimos corriendo.

Al cabo de 5 minutos estábamos en la puerta de la azotea. Mila me miró con picardía.

Adoptada por una Fraternidad © |EDITANDO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora