IX

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Maratón 1/3

  «Just wait until the rain turn to sunshine»   «Can I be free for a minute, can I be me for a minute?»

 



Habían pasado dos semanas de aquel día, donde tuvieron que escapar de la boda de Bill y Fleur cuando el patronus de Kingsley Shacklebolt anunció que el ministerio había caído y los mortífagos estaban llegando.

Hermione hizo que se aparecieran en una calle muggle de Londres, desde donde se dirigieron al número 12 de Grimmauld Place.

La primer noche no pudieron dormir, lo único que hacían eran preguntarse qué había pasado luego de que se fueron. Pero las cosas cambiaron cuando, unos días después, Kreacher apareció. El elfo estaba furioso porque eran unos traidores a la sangre, ¡y ella una sangre sucia! Si su ama estuviera con vida...

Allí descubrieron que R.A.B era Regulus Arcturus Black, hermano de Sirius. Kreacher les contó, después de que le rogaran demasiado, que había intentado durante muchos años destruir el horrocrux, fracasando, y que posterior a la muerte de Sirius, Mundungus Fletcher lo robó.

Harry le ordenó a Kreacher que trajera a Fletcher para interrogarlo. El elfo no tardó, y vino acompañado con Dobby.

Fletcher les confesó que fue chantajeado por Dolores Umbridge, quien era la propietaria actual del guardapelo.

Hermione, Ron y Harry decidieron usar poción multijugos para adentrarse al ministerio y sacarle el guardapelo a la loca adoradora de gatitos que una vez fue su directora.

En efecto, lo lograron. Dos días después de su reunión con Fletcher, entraron al ministerio siendo otras personas.

—Tú, te vas para allá —dijo Harry, señalando a Hermione—. Tú, por allá. —dijo dirigiéndose a Ronald esta vez.

Pero sus planes no funcionaron cómo debían. Umbridge apareció en el ascensor.

— ¡Ah! ¡Malfalda! Te estaba buscando. Acompáñame a la sala de la Comisión de Registros de Nacidos Muggles. Tenemos un importante juicio.

Hermione miró a Harry y a Ron, perpleja.

—Vamos, querida, vamos ¿qué esperas? —Dolores Umbridge la miró, y los músculos de Hermione reaccionaron, siguiéndola.

Harry tomó el camino directo a la oficina de Umbridge, y logró entrar. Sin embargo, no encontró nada, excepto por el ojo mágico de Alastor Moody, que obviamente se llevó consigo. Al salir, buscó a Ron, para ambos poder dirigirse al lugar donde Umbridge mantenía a Hermione.

Se sorprendieron al enterarse que la mujer a la que estaban enjuiciando era la esposa de Ron, es decir Reginald Cattermole. Actuó con toda la naturalidad que pudo, intentando defenderla, pero el tiempo se acababa.

— ¡Eres una mentirosa! —le gritó Umbridge a Mary Cattermole.

—Disculpa, Dolores —dijo Hermione, bajo la piel de Mafalda—. Me ha parecido muy llamativo tu guardapelo, ¿dónde lo has conseguido?

—Creo que no es el momento Mafalda... Pero, es una reliquia de la familia Selwyn, para reforzar las raíces sangres puras. —respondió, orgullosa.

—Señorita Umbridge, usted sabe mejor que nadie que no se deben decir mentiras. —dijo Harry. Lanzando un hechizo bajo la capa de invisibilidad, en el momento justo en que Hermione le arrancaba el guardapelo del cuello.

El patronus de Umbridge se desvaneció y los dementores lo siguieron, mientras que el efecto de la poción multijugos se desvanecía. Lo estaban logrando, llegaron a la chimenea, sin embargo, Yaxley tomó el brazo de Ron cuando los tres amigos estaban desapareciendo, y por lo tanto Grimmauld Place quedo expuesta a mortífagos, por lo que Hermione tuvo que cambiar el destino, dirigiéndose así a unos campos rurales.

Ron estaba gravemente herido, por lo que no podía aparecerse hasta que él se curara. Decidieron acampar allí mismo, y al día siguiente comenzarían con la destrucción del guardapelo.




Se encontraba exhausta. Sus peleas con Ron no hacían más que aumentar, y todo culpa del guardapelo, el que, por cierto, no tenían ni idea de cómo destruir. Todo estalló esa noche.

Ella y Harry descubrieron que necesitaban la espada de Gryffindor, motivo por el cual Dumbledore se lo lego en su testamento. Al escucharlos, Ron se puso como loco. Discutió con Harry y ambos se empujaron, a punto de comenzar una lucha. Ron decidió irse sin más.

— ¿Y tú Hermione? ¿Te quedas o vienes conmigo? —le preguntó el pelirrojo. La tomó por sorpresa, por supuesto que no pensaba abandonar a ninguno de sus mejores amigos. Temía por ambos, pero también tenía claro que la causa de Harry era mucho más importante que un capricho de Ronald. Este se percató de que la castaña dudaba, y comprendió.

—Bien, lo entiendo. Los vi juntos el otro día. —dijo y se marchó, saliendo fuera de la carpa.

— ¿Qué? —preguntó atónita—. Ron, no. No es lo que piensas. —se apresuró a responder, siguiéndole afuera para intentar convencerlo de que se quede, pero el pelirrojo estaba convencido y no se preocupó por escucharla.

Esa situación entristeció demasiado a Hermione. Dejaba prendas y señales en cada lugar al que iban, por si Ron los estaba buscando. Se sentía culpable. No podía mantener a salvo a Ron, tampoco a Draco, que ni siquiera sabía si seguía con vida. Un pensamiento doloroso cruzó por su mente y antes de poder silenciarse, las palabras salieron de su boca sin pedir permiso.

— ¿Crees que sigue con vida?

—Por supuesto Hermione. Ron es capaz de mantenerse a salvo. No pienses esas cosas, él volverá. —respondió ingenuo su amigo, sin saber que ella se refería a Malfoy.

Hermione no supo si decirle la verdad o dejar todo allí. Necesitaba hablar con alguien, y aunque hubiese preferido que fuera su madre, sabía que podía confiar en Harry. ¿Qué más daba? No creía que él pudiera enojarse. Se decidió a decirle la verdad.

—Hablo de Malfoy. —susurró en voz baja, pero gracias al silencio que reinaba todo, Harry pudo oírla.

—Oh... —no supo que decir—. Sinceramente no lo sé. Él es mortífago, no creo que Voldemort mate a uno de los suyos, mucho menos siendo un Malfoy. —se notaba que aún seguía enojado, al fin y al cabo Draco tenía algo de culpa respecto a la muerte de Dumbledore.

—Draco le teme demasiado. Harry, él fue convertido como una forma de castigo a su padre por lo que paso en el ministerio, el día que Sirius... —dejó la oración allí, incapaz de saber cómo terminar.

— ¿Por qué te importa, de todas formas? —dijo Harry, mirándola fijamente. Hubo un silencio, demasiado largo.

—No lo sé. Sólo fue una pregunta, como podría haber preguntado por Luna o Neville. —contestó al fin.

—La diferencia es que Neville y Luna son nuestros amigos. Malfoy no. —él tenía razón, y Hermione lo sabía pero ¿cómo explicarle que el joven slytherin era diferente? Se había equivocado, Harry no la comprendería.

—Sólo fue una pregunta, Harry. Iré a ordenar la carpa, luego podremos marcharnos de nuevo.

Esa misma noche se dirigieron al Valle de Godric.

Falling in love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora