XIX

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«How to be brave? How can I love when I'm afraid to fall? But watching you stand alone, all of my doubt suddenly goes away somehow. One step closer, I have died everyday waiting for you. Darling don't be afraid I have loved you for a thousand years, I'll love you for a thousand more»

 



Draco iba a pasar diez años en Azkaban. Diez malditos años, ¿cómo se supone que viviría alejada de él tanto tiempo? No podía controlar los espasmos que recorrían su cuerpo. Su vista fija en el hombre que amaba, intentando gritar pero su voz la había abandonado. 

Draco la miró. "Lo siento" pronuncio sin emitir sonido. 

Narcissa lloraba descontroladamente. Su hijo, la sangre de su sangre, a quien había intentado proteger con su propia vida, había sido condenado.

El único que parecía estar feliz era Ronald, pues sabia que, con Draco lejos, tenía un pase directo a Hermione.

  —Señor Ministro  —Harry dijo—. Draco Malfoy nos salvó en la Mansión, y luchó defendiendo el castillo en la batalla ¿podría considerar disminuir la condena?

  —Señor Potter, no quiero ofenderle, pero yo soy quien decide, no usted. El hecho de que el señor Malfoy los haya salvado a ustedes tres no disminuyes sus crímenes.  —respondió, firme.

  —Jamás maté a nadie.  —susurró Draco.

  —Disculpe, ¿ha dicho algo, señor Malfoy? —preguntó una mujer del tribunal.

  —Jamás maté a nadie.  —repitió, alto y claro— No lo digo para disminuyan la condena, sé lo que merezco. Hay... hay una persona allí sentada, y... Ella tiene que saber que jamás maté a nadie, mucho menos a un muggle. 

No se atrevía a levantar la vista del suelo. No quería observar a Hermione, no podía. 

Hermione sabía que era ella de quien hablaba. Draco no era un asesino... y de repente todo encajó. El ministro intentaba culparlos, es decir, eran culpables pero no en su totalidad. Ellos querían a los Malfoy, los que quedaban, en Azkaban. Una vez que Draco pisara Azkaban ya no saldría. Narcissa había quedado libre por sus caprichos (sin contar que la mujer era inocente), si no fuera porque Harry había hablado no la habrían salvado, pero Draco no la tenía tan fácil.

—Él me salvó —su voz ni siquiera pidió permiso para salir—. Él me salvó  de Bellatrix, puso en riesgo su vida y la de sus padres. Usted no puede pasar eso por alto. Sin él, ¡los tres estaríamos muertos!

El ministro calló.

  —Hermione tiene razón, nosotros tres podemos aportar nuestro testimonio.   —acotó Harry. 

Ambos miraron a Ron, esperando que se una a ellos, pero Ron no dijo nada. Estaba cansado de que intenten salvar al idiota de Malfoy, después de todo lo que les hizo pasar, después de haberle mostrado durante años que él tenia poder y ellos no. 

  —Señor Ministro, yo no estoy de acuerdo con ellos. De todas maneras Dobby, el elfo, venía a rescatarnos. Sin Malfoy podíamos salir de ahí. —dijo al final. Sus dos amigos lo miraron sorprendidos.

  —Ron  —susurró la castaña— ¿por qué... por qué haces esto?  

  —¡Él es un mortifago, Hermione! ¿Cómo puedes defenderlo?  —respondió, levantando el tono de voz. 

  —¡Porque lo amo!  —gritó y todos la miraron—. Lo amo, Ron. No me importa su pasado. Él me salvó, y yo lo voy a salvar a él.—la castaña volvió su mirada al ministro— Yo tengo las pruebas de que Draco Malfoy fue obligado a convertirse en mortifago, y todo lo hizo para proteger a su madre. Y èl puede probar que jamás mató a nadie. Es inocente. 

Todos callaron al notar la furia con la que hablaba. Estaba dispuesta a salvarlo porque sabía la verdad, Draco era inocente, no merecía pasar diez años volviéndose loco en Azkaban. 


Dos horas después, el Ministro había resuelto que Draco pasaría un año en Azkaban. A todos les pareció un capricho de Hermione Granger, pero la verdad es que el capricho era del Ministro. Sólo un año porque a pesar de todo, tenía la marca y había gente fuera que buscaba justicia. O venganza, según la interpretación de Hermione. 

Hermione salió frustrada de la sala cuando el juicio terminó. Harry la siguió.

  —No puedo creer lo que hizo Ron.  —le dijo.

  —Lo sé. Hermione, él siempre fue así. Ten en cuenta eso.  —respondió su mejor amigo. 

  —¿Resentido? ¿Envidioso? Lo sé, Harry, pero él... él fue muy lejos esta vez. Quería que Draco fuera a Azkaban por años, sabiendo que no era culpable de todo.

 —Tienes que perdonarlo, no pensó cuando hizo lo que hizo. —intentó Harry. Él odiaba ver  sus mejores amigos peleados.

  —No puedo, Harry, ese es el problema. Estoy cansada de perdonar sus estupideces. —dijo, y finalizó la conversación volviendo a la sala donde aún estaba Draco. 

Al entrar, Narcissa se acercó a ella, y tomó sus manos. 

  —No tienes idea de lo agradecida que estoy contigo. Lo has salvado. —le dijo, con lagrimas en los ojos. 

  —No lo salvé. Ira a Azkaban de todas formas. —respondió, mirando hacia otro lado— Desearía haber podido hacer más. 

 —Querida, un año no se compara con diez. Has hecho lo que has podido, y eso es más que suficiente. Gracias. 

Hermione sonrió sinceramente, y Narcissa la imitó, dándole un ligero apretón en las manos como muestra de cariño.

  —Ve, él te esta esperando.  —dijo, moviendo su cabeza en dirección a su hijo. Acto seguido, se marchó, dejándolos solos. 

Draco estaba de espaldas a ella. Con pasos sigilosos, ella se acercó.

  —Amo el olor a canela. —susurró él cuando notó que ella estaba detrás suyo. Hermione sonrió, sabiendo que se refería a su perfume. Se dio vuelta y quedaron a escasos centímetros, la castaña no se contuvo y lo abrazó.

  —No quiero que nada malo te pase.—dijo. Su cabeza estaba apoyada en el pecho del rubio, mientras que él apoyaba su mentón sobre la cabeza de ella. 

  —Nada malo podrá pasarme ¿sabes por qué? Porque hoy dijiste que me amabas, lo gritaste—ambos rieron—. Lo malo ya paso. Seremos felices, te lo prometo.  

Levantó su vista para contemplarlo. —Te amo, Draco Malfoy. —susurró, justo antes de besarlo.


Falling in love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora