Capítulo 11

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Después de que Ben buscara su carro, fuimos al prado, con una manta en el suelo y una canasta llena de comida que preparamos con Susana antes de salir, nos sentamos a comer.

-¿Notaste que lo único que hacemos es comer?

-Lo siento, linda. Soy un aburrido.

-No hablo de eso, me refiero a que dentro de poco vamos a pesar no menos de una tonelada.

-Estas en lo cierto, aparte de viejitos seremos gorditos. Será duro para nuestros nietos.

-¿Pensaste en eso?

-¿En tener hijos? -Asentí. - Claro, tendremos todos los que tu quieras, el cuerpo es tuyo, Al. No te obligaré a tener hijos si no quieres, pero si me gustaría que formemos nuestra familia.

-Cuando me hagas cosquillas pensaré en eso de que el cuerpo es mío y te lo restregare.

Cientos de charlas tan puras y nuestras después, nos recostamos en la manta uno junto al otro mirando las estrellas. Esto era vida, me sentía completa y feliz. Callados, como si no hubiera problemas de los cuáles preocuparse, el clima frío y el calor de nuestros cuerpos como calefacción. Quería tener esta sensación de saciedad y plenitud en mi cuerpo por siempre.

El día siguiente sin embargo, empezó demasiado gris, Ben llamó para decir que no podría verme, el trabajo se había atrasado más de lo que él pensaba y por la tarde yo tenía clases con el señor Roffman pero ahí pude conversar con él de algo en lo que había estado pensando últimamente.

-Profesor, ¿usted cree que yo podría enseñar?

-¿A qué te refieres, querida?

-A ser maestra, no como usted por supuesto, pero me gustaría enseñarles a los niños sin recursos, sería totalmente gratuito y sin títulos.- pareció debatir consigo mismo si decirme o no lo que estaba pensando.

-Eres una excelente alumna, y no tengo ninguna duda de que podrías enseñar perfectamente. Lo que quieres hacer es un acto de altruismo enorme, pero ya lo creo, no será bien visto. Y no te aseguro que mandaran a sus hijos a estudiar contigo si eso no les dará nada. Y ¿Tu madre? ¡Haría un escándalo! A menos claro, de que Benjamin lo acepte. Una vez casada con él, sería la única persona a la que tendrías que responderle.

-Muchas gracias por esta información, Señor. Me ha sido de mucha ayuda.

Luego de que Roffman se fuera, empecé a planear como sería poder hacerlo, busque tareas antiguas que podían ayudarme y pensé en cómo serían las clases, claro, todo esto sólo era un sueño. Pero no perdía nada con imaginarlo, tenía tantas cosas en contra que de pensarlo ya me cansaba, sim embargo algo tan bueno, creo, merece la pena.

Mamá me invitó al centro de la ciudad para ver a Margarita Lianes, una costurera solterona de prestigio bastante buena. Ella creó el vestido de mamá para su casamiento y cada tela que tocaba, se volvía preciosa, ella (sin exagerar) tiene un taleto nato. Acepté sin dudar la invitación, cuando llegamos Susana estaba ahí, no me sorprendió verla ya que se encontraba igual de emocionada que nosotras, al parecer quería también un vestido para ella, pero Margarita se negó a fabricar algo que fuera menos que lo mejor de la fiesta y ninguna se atrevería a usar algo que opacara mi vestimenta.

Me parecía algo confuso ese hecho ¿Por qué los demás no podían ir igual de elegantes que los novios? Si, seríamos el centro de atención y blah blah. Pero ¿es realmente necesario ser los mejor vestidos? Creo que a mi me alcanza con tener a las personas importantes en mi vida compartiendo ese momento, por mi podian ir en pantuflas y sería feliz, la ropa no define quién eres, ni lo que quieres, ni hacia dónde vas, ni como te sientes.

Podría usar negro todos los días de mi vida sólo porque me gusta el color y no por que me encuentro en luto o soy una triste persona. Hay cosas en la vida que jamás enteré, como las apariencias.

Encontré una fotografía de un hombre, algo antigua y me llamó la atención por motivos que no podría explicar.

-Él es Herbert, bah, lo era. -Margarita sonrió tristemente y miró la foto con ojos soñadores, se notaba a leguas como quería a esa persona. - Nos casamos hace ya treinta años, por supuesto que en este pueblo nadie lo sabe, bueno supongo que ahora tu si, mi niña.

-No quiero ser grosera, señora pero ¿Qué le pasó?

-Murió, hace tanto tiempo que apenas si puedo recordar su voz,  aunque sigo enamorada de él ¿Sabes? Hay cosas que no puedes olvidar nunca. Todas las noches siento su calor, como si estuviera conmigo.

Sentí una opresión horrible en el pecho, Margarita aún no superaba la muerte de su esposo y yo la entendía perfectamente, no sabia que sería de mí si perdía a Ben.

-Lo siento mucho, es de verdad terrible. - realmente lo sentía, a pesar de que decir lo siento es una frase trillada, en ocasiones nada describe mejor lo que sientes que decirlo.

-Gracias, te deseo suerte con Ben, conocí a su padre y se que seguramente es ahora un hombrecito increíble. - Ya no la escuchaba así que sólo asentí, el dolor en el pecho no se iba, tuve algo así como un presentimiento horrible y el aire comenzó a faltarme.

- ¿No conociste a nadie más?

-¿Hombres? Hay muchos. Pero, que te haga sentir como si fuera  al lado de él fuera el lugar correcto en el que estar, sólo uno y quedan pocos, linda. No lo dejes ir.

Sus palabras me confundían como el infierno y la preocupación llenó mi interior, me prometí a mi misma respetar la decisión de Ben y disfrutar lo que nos quedaba pero ahora con él relativamente lejos, no podía pensar con claridad, lo necesitaba más de lo que necesitaba cualquier otra cosa, lo necesitaba porque con él sólo era yo, necesitaba su caricia, su olor, su tacto, necesitaba quererlo porque me hacía bien.

Perderlo Todo (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora