Capítulo 32

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Una semana después de que Ben se fue todo había ido de mal en peor para mí. No había manera de no conectar los hechos pero trataba de no hacerlo de igual forma.

No veo a Papá desde hace tres días, sin embargo, Mamá y yo sabemos muy bien que él se había marchado a su voluntad. Un día nos despertamos y no lo vimos más, ni a él ni a sus cosas.
Partió en la noche, cargando sus cosas como si de un asalto se tratara tal como lo haría un delincuente mismo.

Yo, en cambio, comprendía que su ausencia beneficiaba a mis padres. Él no se sentía más arraigado a nosotras y madre no sentía más su infelicidad.
Lo extrañaba, claro que sí, pero con el conocimiento de saberlo tranquilo y feliz mis días transcurrían con prisa.

Hicimos las denuncias que debían de hacerse cuando alguien desprecia así, de la nada.
Lo buscaron demasiado y como nosotras lo esperamos, no lo encontraron. Esperaba que el supiera que lo amaba y que aceptaba su decisión (lo que no impedía que me lastimara el hecho de no despedirse), mamá pensaba que era un cobarde, siempre lo pensó. Pero no dijo nada cuando me vio llorar su abandono.

Encontramos dinero en un sobre de papel, dinero suficiente para mantener nuestro estilo de vida por al menos cinco años más y también teníamos la casa.
Costaba seguir llamandole hogar, aunque nunca se había sentido totalmente como tal, ahora únicamente era la casa que debíamos vender porque nos quedaba grande y porque ya no sería lo mismo. Nunca más.

Antes de lo ocurrido con papá, nosotras refaccionamos todo el piso y lo hicimos parecer micho más habitable, la idea era prepararlo y realizar los permisos necesarios para que fuera no sólo un lugar de educación, si no, una segundo hogar para todos.
No imaginamos lo que pasaría días después y ahora encontrándonos solas en esta enorme casa, se nos ocurrió vivir allí. Sorprendentemente el qué diran dejó de ser un problema para ella.

Ama y Ernesto sabían desde un primer momento lo que iba a pasar, ya no los necesitábamos más. Y aunque suene horrible, dolió más perder a Ama que a papá.

Cuando estábamos realizando la mudanza de nuestras cosas más necesarias a nuestra nueva casa. Ama nos citó para hacer un pedido que me llenó el alma.
Parecía que ella y Ernesto habían ahorrado toda su vida para un momento así, ya que no tenían ningún tipo de gasto extra esto les había resultado increíblemente fácil. Cumplieron sin problemas con el precio pedido de la casa y ofrecieron mucho más aún por los muebles que no ya no usaríamos.
Ama estuvo temblando cuando nos habló, dijo que nunca se habría visto a sí misma como señora de esta casa. Que siempre fue la de sus sueños más remotos y que siempre nos esperarían dos habitaciones listas para cualquier visita.

Esperaba con todo mi corazón que ella si pudiera ser feliz aquí, que la casa de sus sueños sea lo que ella espera.

Comprendí que jamás habíamos sido en verdad una familia feliz cuando no nos costó nada dejar la casa en la que habíamos pasado nuestra vida entera, los objetos que habían estado siempre ahí para nosotras y los lujos silvestres que ya no tendríamos más. Fue como despegarse de algo que jamás fue nuestro y preparar nuestra nueva casa nos fortaleció.

La vi más grande, más bonita. Ya no parecía sólo un piso. Lucía como... un hogar. Y me hubiera gustado ver la cara que ponía Beni con este nuevo cambio.

Dos semanas después de estar instaladas aún seguía sin noticias de Ben. A su madre le habían notificado que aún vivía. Habían usado literalmente la palabra aún. Y ese había sido toda la notificación. Traté todo este tiempo de no comerme la cabeza, de ni siquiera pensar en él y fue imposible. Comencé a escribir, a describirlo para no olvidarme de él y reconocerlo en cuanto volviera, lo imaginaba ahora con una barba guapísima y con la cara algo dañada por el sol. No sabia ni siquiera dónde estaba.

Empecé, también, a escribir nuestra historia, mi memoria funcionaba a la perfección y habían tantos momentos que no quería olvidar que me sirvió anotarlos. No volví al prado.

Cuatro semanas después de la última vez que lo había visto, Eneas tocó a mi puerta.

-Alea.

-¿Qué... haces aquí?

-¿Me permites pasar? - lo invite a nuestra mini sala de estar. Y observó todo con atención. -Me gusta más aquí. Todo allá se sintió siempre tan frío. Fui a buscarte y Ama me envió. Al, te extraño y no te imaginas lo difícil que es para mí expresar mis sentimientos. Fui un idiota y no lo entendí hasta que fue demasiado tarde, ni siquiera me despedí de Ben. Cuando vuelva haré una fiesta o algo así para que me perdone.

-Hablas mucho. Lo había olvidado. - sonreí. Si lo pensaba dos veces las únicas personas cercanas a mí ahora eran él y mamá. No perdería a ninguno y menos por orgullo. Lo necesitaba, también. Sonrió y me abrazó.

-He necesitado tu sarcasmo de una manera asfixiante. -dijo apretandome más a él.

-Si, bueno, tu aire me asfixia. - rió fuertemente y me levantó haciendome girar, tiramos algo de porcelana que no logré ver y mamá gritó desde donde sea que estuvo. Salimos corriendo y no dejamos de reír hasta estar en el patio.

-No vuelvas a desaparecer.

-Necesite estar sólo... bueno, la verdad es que después de lo que me dijiste empecé a salir con esa chica. Pero hace una semana me dijo que estaba embarazada, no no, no es mío. Al parecer se irá a otro lado.

-No me digas que abandonará al niño. - forme una gran o con mis labios y luego los tapé con la palma de mi mano.

-No me dio más información. El destino de ese bebé es incierto. Ella es buena ¿sabes? Pero supe desde el primer momento en que la vi que yo no sería el único. Ella... no es como tú.

Me sorprendió su comentario y cuando vi la tristeza en su mirar, entendí que sólo necesitaba la clase de amor que Ben y yo tenemos... oh Ben.

-Cuentame, como fue su despedida. Lágrimas y eso ¿no?

-En realidad no. -senti el calor tomar participación en la conversación a través de mis mejillas.

-Si es algo privado, creeme, no quiero saberlo. - contorsiono su rostro en una mueca de asco. Y reí.

-Nada de eso. Nuestro último día juntos lo pasamos en nuestro prado, él hizo algo genial y luego me llevó a casa. No se quedó y a la mañana siguiente simplemente ya no estaba.

-Oh ¿te gustó lo del prado? Costó bastante hacerlo.

-¿Lo ayudaste?

-¿Qué pensabas que hacíamos cuando no estabas? El tipo estaba obsesionado con hacer algo perfecto para ti, para que no lo olvidaras.

-Nunca lo olvidaría.

-Lo sé. Sabes como es Ben.

-Lo extraño como el infierno, quiero que pasen los días tan rápido que no pueda sentirlos. Pero no sé cuando vendrá, no tengo una fecha y me hiela el alma pensar que esperaré por siempre.

-No esperaras por siempre, Al. Tenlo por seguro. -algo en mí le dio alguna indicación para no seguir hablando porque en cuanto me vio a los ojos bajó la cabeza.

-Rezo ¿sabes? Más que de costumbre. Espero que todo esto de las guerras termine.

-Debería estar ahí, con él.

-No serviría, Eneas. Un loco a la vez.

Hablamos toda la tarde de nuestra vida en el último mes, le conté de papá y de la mudanza. De mis añoranzas y planes.
Él escuchó con atención y opinó después, por último me contó sobre él, ahora viviamos cerca y eso era bueno.

Se sentía raro sin Ben, pero maldita sea si sentía raro hasta respirar sin él. Me hacía tanta falta que en las noches, cuando mi soledad y yo podíamos encontrarnos sin ser vistas, me dedicaba a mirar su lado en la cama y dios sabe, a llorar sobre este.

Perderlo Todo (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora