Capítulo 23

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Nuestro viaje no fue largo, pero si espantoso. Nos bajamos en la tercer estación después de abordar, la temperatura bajaba notablemente y la gente de capital no era nada como la de pueblo. Caminaban atados a sus maletines como si nada importara a su alrededor y nada lo hacía en realidad.

No tuve que estar demasiado tiempo entre ellos para ver como poco a poco las mejores acciones humanas se estaban perdiendo.

Dinero. Sólo de eso se hablaba.

Me asqueaba la idea de que todo fuera así.

Una niña de ropas araposas, cuerpo desgarbado y cara sin lavar era ignorada por quién pasaba a su alrededor. Al parecer ella pedía limosna, me acerqué y deposité el dinero que llevaba, no era mucho pero nunca pensé necesitar más me sonrió y dijo "Que Dios la bendiga".

Me hizo sonreir de igual manera porque nada estaba perdido, porque todavía las personas agradecían a un Dios la vida que tenían y porque había alguien que velaba por nosotros siempre.

La niña se fue y comencé a buscar a Ben con la mirada, se había encontrado con el coronel de lo que sería su tropa y éste lo había llevado a "un lugar más privado" para hablar de quién sabe qué. El desprecio con el que ese hombre me miró me hizo notar que yo era una interrupción. Así que sólo me fui, Ben me paró, me dió un beso y me dijo que todo estaría bien. Agradecí internamente su gesto pero la mirada de su superior al mando decía que lo haría pagar por eso. Ya lo podía ver, las personas que se enlistaban tenían que ser solitarios, personas a las cuales nadie le importaban y por sobre todo, en la lista de lo que tenia relevancia para ellos el primer ítem debía ser "dejar todo por la patria" un soldado que tenía porqué volver y que podía abandonar no era un soldado completamente capaz.

Tenía miedo, claro que lo tenía.

Tenía miedo de lo que pudiera pasar, si pudiera ser egoísta y retenerlo junto a mí lo haría, pero si él me dejaba por sus convicciones lo entendería como nunca antes.

Lo vi salir de una cabina y buscarme también y me acerqué a él por detrás. Tapé sus ojos con mis manos al estar situada en su espalda y sentí como relajaba sus hombros, la tensión desapareciendo poco a poco de él.

-Dejame adivinar... ¿Althea?
Me alejé de él y con los brazos en forma de jarra sobre mí.

-¿Quién es ella?

-Tal vez... nadie. - se reía de mi con descaro y me abrazó fuertemente. Hice fuerza para que me soltara y lo miré con el ceño fruncido. -creí que estarías enojada.

-Lo estoy.

-No hablo de eso.

-Ah, bueno, lo estaba. Pero ya no tengo motivos para estarlo. Se que debes seguir sus ordenes.

-Debí defenderte, pero me sorprendió su presencia aquí y no pude reaccionar.

-No debías hacerlo, no me ofendió que me llamara carga. Fue chistoso, ¿lo imaginas? Como un costal de harina.

-Ali, no debes fingir que no te afectó. El idiota fui yo, no aminores mi carga.

-Otra vez esa palabra, ¿que tienen de malo las cargas? A veces eso se necesita para superarnos a nosotros mismos.

-No eres una carga.

-Tema finalizado, lo sé. Olvidemoslo. ¿Qué quería?

-¿Además de regañarme? Dar algunas coordenadas. Nada inusual. De todas maneras estaba yendo a buscarme, le ahorré el viaje, supongo.

-¿La fecha de salida es la misma?
El suspiro más largo que había presenciado fue lo que contestó a mi pregunta.

-Algo así. El tren sale en 20 minutos, creo que podríamos comer algo antes. ¿Qué tal?
No me pasó desapercibida su manera de cambiar de tema, pero cedí una vez más para luego ir a almorzar algo, se notaba el nerviosismo en Ben ya que había comido el triple a lo acostumbrado y eso ya era mucho decir.

Esta vez el viaje transcurrió tranquilo aunque aún no termina, Ben con su cabeza en mis piernas dormía plácidamente mientras con una mano yo acariciaba su cabello, con la otra sostenía una novela de Jane Austen que mamá me había prestado.

No podía concentrarme en nada de lo que leía pensando en el padre de Ben, recuerdo como fue cuando entró en banca rota, lo vi sentirse inservible, su rostro había cambiado para siempre, Ben me contó también que en mi ausencia, las peleas entre Susana y él eran interminables, ella estaba acostumbrada a una vida de lujos y le comía la cabeza todo el tiempo aunque él ya nada pudiera hacer. Y él, se sentía desolado, el amor de su vida no lo amaba desde hace mucho tiempo pero al menos antes podía darle la vida que ella merecía, tiempo después cuando no pudo, ella le giró la cara.

Susana no era una mala mujer, pero está criada para ser de una élite especial y convivir siempre allí, una sola pista de que ni ella ni sus hijos serían pertenecientes a esa élite la descolocaba.

Cuando conoció a señor Marqueci, se enamoró al instante de él, era guapo y formal, tenía dinero y mundo, era alguien a quien escucharias hablar todo el día sin perturbarte. Se casaron cuatro meses después, Susana estaba embarazada y cuando Benjamin su primogénito nació, supo que el error que había cometido valía la pena. No estaba enamorada de su esposo, sólo se había visto atraída a él.

Pero con su hijo era distinto, sabía que dejaría la vida en ser la mejor madre que pudiera ser. Y no darle a sus hijos la capacidad de codearse con personas acaudaladas para ella era un infierno.

Él sin embargo, murió enamorado de aquella mujer que no se sentía a gusto en su presencia y que lo consideraba un medio para tener una posición social e hijos a quiénes si amar.

Cuando se sintió totalmente inservible, mi padre estuvo ahí con su idea nefasta de unirse al ejército, debían ayudar a los países vecinos en guerra y si era necesario dejar todo su honor en el intento.

A ambos los prepararon durante 3 meses sin descanso para lo que se les vendría.

En el ejército se te enseña que para no morir debes matar, para que tus seres queridos y tu patria no sufran las consecuencias, debes arrebatar la vida de otros hombres que quieren lo mismo que tu.

Lo que nunca les enseñaron es que quitar una vida, te arrebata el alma. Quitar una vida te desgarra en maneras inexplicables, aunque esa vida hubiera hecho lo mismo contigo si hubiera tenido la oportunidad.

Papá nos contó todo el primer día cuando volvió, pero jamás habló del tema otra vez, ni de nada. Hablaba tan poco como escuchaba. Al principio entendimos en casa, acababa de perder a su mejor amigo y a una parte importante de si mismo.

Pero que eventualmente volvería a ser el mismo. No lo fue.

En el velorio sin cuerpo del señor Marqueci, Susana lloró en silencio. Pero como Ben me contó, al otro día todo volvió a ser igual, Susana se las arregló con uñas y dientes, vendió joyas, cuadros, objetos valiosos de su hogar para que a sus hijos jamás les faltara nada. Hasta que Ben aprendió a manejar la empresa y sacarla del oyo.

Ben sin embargo, no lloró, sostuvo a sus hermanas en un sepulcral silencio consolador.

Después fue a casa, y en la intimidad de ambos, lloró sosteniendo mi mano en silencio toda la noche, no hacía falta decir nada.

Perderlo Todo (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora