Capítulo 35

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-No me bajaré.

-Vamos Al, no seas una snob.

-No lo entiendes, no es así como tiene que ser. - me giré para mirarlo, en su automóvil de camino a este lugar no tuve ni la menor idea de a dónde nos dirigiamos y estuve demasiado distraída con la música para darme cuenta. Había gente, personas que yo desconocía totalmente y estában allí como si nada. Disfrutando lo que es mío.

-Es público ahora ¿lo sabes? - como si hubiera escuchado mis pensamientos Eneas habló. - a muchas personas ancianas le ha ayudado el para apreciar la vista. Deberias sentirte bien.

Afloje y separé los brazos cruzados entre sí sobre mi cuerpo, gesto que ni siquiera había notado que estaba realizando, no era por eso.

-Era nuestro lugar, no se siente bien estar aquí... Sin él, ya sabes. - la ronrisa expectante que tenía en su rostro desde que llegamos vaciló por un instante.

-Superalo, vendras de nuevo con él cuando esté aquí, no seas una niña y ayudame con esto. - inmediatamente después de decirlo se bajó del auto y se encaminó al lugar exacto en el que se encontraba la pequeña casita, como le llamamos con Ben. Oh Ben, suspire.

-Eres tan difícil.

-No eres así como una magdalena, si me permites opinar.

-No te lo permití.

-Mandona.

-Terco.

-Ya ¿me ayudarás o qué?

-Que. - su rostro fue demasiado chistoso como para seguir manteniendo mi cara de seriedad. Carcajee a lo que el me siguió, verdaderamente Eneas es el hermano que nunca tuve.

-Espera. ¿Ayudar con qué? ¿No correras a esas personas o sí?

-Alea ¿Quieres que los corra? Eres especialmente malvada ahora mismo.

-No, pero ¿que haremos entonces?

-¿No te lo dije? Jardinería.

Con una seña insinuó que lo esperara y bajó de su auto algunos maceteros grandes de forma rectangular junto con guantes para el trabajo. El macetero no se veía nada liviano, hasta en el se notaba el esfuerzo. Fui hasta donde se encontraba para tratar de ayudar, no funcionó. Pero reí al comprobar que también había guantes para mi, pero unos de un tamaño mucho más pequeño.

-¿cómo sabes que tipo de guantes me va bien? Eso es raro.

-Sólo compré los más pequeños.

-Muy gracioso.

-¿Qué? Es cierto.

Acomodar los maceteros a los lados del gacebo no fue una tarea muy fácil, costó aún más con mi ayuda ya que me costaba levantar mi parte. Pero me negué a dejarlo hacer todo el trabajo y se negó a dejar que estuviera sin hacer nada. Unas personas se acercaron a decirnos que se vería todo mucho más bonito con flores. Ah si claro personas, no necesitamos ayuda. Uno trató de dar propina a Eneas y la cara de este último fue memorable, el hombre supo antes de decirlo que no estabamos ahí por trabajo, lo dije de igual forma.

En cuanto terminamos de acomodar los maceteros que Eneas había llevado, una camioneta chevy aparcó en la acera. Su parte de atrás cubierta de las flores que había elegido poco antes. El hombre las bajó, habló con E y comenzamos con el nuevo trabajo.

Mi ropa totalmente manchada de tierra no se sentía sucia, la tierra habitaba en mis uñas y no sentí asco. Las sentí frescas, sentí como si la tierra borrara algunas cosas de mi, cosas que necesitaba borrar y no lo sabía.

Entendía porqué Eneas había elegido este enterito entre mi ropa cuando se lo pedí por la mañana mientras desayunaba.
La clase de amistad que teníamos ya llevaba el tipo de confianza como para pedirle que eligiera algo por mí, no lo usaba desde hace algún tiempo, sin embargo, así que debió de buscar bastante entre la ropa. El llevaba algo así tambien, pero se veía masculino en él así que no sabía si podía llamarlo "enterito" también.

Cuando terminamos se sintió maravilloso, ver que nuestro esfuerzo dio frutos geniales fue increíble, era ya tarde pero aún así las flores se veían perfectas allí como si estuvieran hechas para estar en ese lugar. Esperaba que estuvieran por mucho más.

Eneas y yo nos abrazamos después de ese momento, nuestra tierra y suciedad se mezcló y sonreimos por ello. A veces las palabras estan de más y este fue uno de esos momentos, la melancolía repentina se debía sólo a la falta de una persona. Una gran persona.

Fuimos a una cafetería del pueblo que encontramos abierta ya que nuestra última comida había sido el desayuno y no queríamos molestar a mamá. No estuvimos ni dos segundos ya que nos corrieron por nuestra apariencia. Como debía ser por naturaleza, ni él ni yo nos quedamos callados, "la casa se reserva el derecho de admisión" nuestros comentarios al respecto no tuvieron nada de buena educación y mamá o Ben se habrían sonrojado de escucharnos. Como es obvio, las palabras de Eneas tuvieron mucho más peso y el encargado del lugar le pidió disculpas, a mi ni siquiera me miró.

Nos ofreció comida para llevar si esperabamos afuera, no aceptamos. En lo que ibamos saliendo, un puesto de algodón de azucar llamó mi atención, lo dirigí hacía allí y compramos cuatro grandes algodones. Le llevariamos uno a mamá y bueno, teníamos hambre. El hombre nos atendió con una sonrisa enorme y una humildad que no se aprende ni con los profesores mejor pagados del mundo juntos.

Comimos de camino a casa ya que estaba a tres cuadras y el auto estaba en un lugar seguro, la tarde noche se sintió cálida.

Mañana lunes sería otra cosa, rutina del hospital otra vez, la realidad me golpeaba la cara y me demostraba que podía ser una perra pero yo no la dejaría ganar. No esta vez.

Perderlo Todo (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora