Capítulo 34

11 2 1
                                    

Mi cumpleaños fue más allá de mis bajas expectativas, mamá y Eneas prepararon la casa en lo que ellos llamaron una "fiesta sorpresa" en la que claro, sólo estuvimos nosotros. Fue bueno, bastante bueno, después de comer, Eneas trajo su guitarra y cantamos los tres, ver a mamá reírse de esa manera fue el más grande regalo que pude tener. Eneas tampoco lucía mal últimamente, en su rostro bronceado naturalmente, unas sombras oscuras adornaban sus ojos café. Y el día de hoy estas habían desaparecido, o será que sonreía tanto que las pequeñas arrugas a los costados de sus ojos les quitaban protagonismo.

Éramos conscientes de tener este día solamente para reír y olvidar nuestra situación actual, podíamos vivir hoy, realmente vivir.

Susana llegó a saludarme en la tarde, mamá se fue en cuanto ella se puso a hablar de lo triste que era el hecho de que Ben se perdiera mi cumpleaños. Creí que me rompería ahí, frente a mi suegra, pero no lo hice. Supongo que el dolor ajeno te hace ver que él propio es insignificante.

Yo no había perdido a Benjamin, él estaba allí afuera luchando por su vida y volvería. Lo sabía, me lo había prometido. Entonces ¿por qué llorar? Si tiene solución, tenía que ser paciente. Era mi cumpleaños, mi día libre de la realidad así que sólo la escuché y asenti.

Sé, porque lo vi en sus ojos, que Susana Marqueci se sintió estafada, traicionada y ultrajada con mi actitud. Tal vez ella esperaba que me sentara aquí a llorar con ella mientras nos contabamos anécdotas de su hijo. Y sí, no negaré que si se hubiera presentado aquí la semana anterior lo habría hecho, pero algo en mí había cambiado. Estaba decida en que sólo sufriría cuando tuviera que hacerlo, no por suposiciones.

Pero ella es su madre. Susana no apartaria a su hijo de su cabeza para esperarlo en paz y yo no pretendía que lo hiciera, por su salud tal vez debería pero ¿quién puede decirle a una madre que no debe de llorar a su hijo? Lo entendía a la perfección y no hacía falta que tuviera hijos propios para saberlo.

Apostaría mi estantería de libros completa a que por su cabeza en este momento pasaban miles de posibilidades, conociendola, pensaría hasta que olvidé a su hijo por estar con alguien más. Y como si tuviera un dispositivo para escuchar mis pensamientos o como si hubiera conectado todas las piezas de un rompecabezas con la explicación de mi accionar en su cerebro, miró a Eneas sentado en el apoyabrazos del sofá en el que me encontraba sentada de repente y luego miró hacía mi con tal rapidez que dude de su humanidad. Se puso roja hasta un nivel poco recomendable del coraje, se levantó y dijo:

-Tal vez tu creas que él no volverá, Alea, pero se que te ama y lo lastimara saber que estas con otro hombre. No quiero ser participe de esta locura.

-Susana, no es lo que tu... -no me dejó finalizar, había salido por el portal que conectaba la sala con el pasillo de la puerta de calle para cuando pude encontrar mi voz para excusarme.

-Al, no quise causarte problemas con ella, lo siento. -Eneas lucia entre avergonzado e irritado, también me sentía así.

-Está sensible, E. No pasa nada.

-¿Se fue? - Mamá apareció por el portal por el que segundos antes Susana se había marchado y comenzó a regañar a Eneas por sentarse sobre el apoyabrazos lo que por alguna razón lo hizo reir.

Eneas se marchó después de ayudarnos a limpiar todo, Mamá y yo dormimos juntas esa noche en su habitación ya que la mía se sentía grande y fría para un día de cumpleaños. Me sentí como cuando era una niña y la noche me asustaba, mamá o Ama eran las encargadas de quedarse a mi lado hasta que estuviera dormida. Papá negaba con la cabeza mientras decía lo mucho que me quería y que estaba segura en casa y Ben se reía de mí ante mis miedos cuando se lo contaba.

Pero éramos sólo unos niños, y en este momento no tenía mi antigua casa segura. Ni a papá y siendo honesta, tampoco a Ben.

Dormí bien, realmente bien, el calor de una madre debe de provocar eso en sus hijos. Nuestra relación en el último año había mejorado muchisimo, estabamos unidad por el dolor y por la comprensión de vernos reflejadas la una en la otra.

El vínculo creado por la sangre nunca fue tan fuerte como lo era en este momento y me sentí agradecida de tener al menos eso.

-¿Por que no estas lista?

-¿Por qué estás aquí? ¿acaso sabes qué hora es?

-No seas una floja. Vamos.

-No, duerme tu tambien, ve a casa y consigue un café nos veremos a un horario desente.

-Si no vienes conmigo, te llevaré.

Eneas no podía perder, bueno, el no sabía hacerlo. Lo había descubierto en un montón de situaciones, no manejaba bien el hacerlo en ningún hambito de su vida. Ni siquiera en una pequeña discusión. Admiraba de él que pudiera ser él mismo con cualquier persona, lo vi con indigentes y con personas de altos rangos y siempre fue él. Nunca vi arrogancia, superioridad o lástima. Pero no sabía cerrar el pico en muchos momentos. Me sentía reflejada en el en ese sentido, cuando más quería darle una bofetada a su necedad.

Como buen hombre de mundo que era, tenía más secretos de los que el mismo sabría recordar y tantas historias como amores. Pero siempre decía que todo eso se lo guardaria en su interior.

Después de arreglar que iríamos al dichoso lugar sólo después de desayunar ya que le había abierto la puerta en piyamas y con los ojos todavía sin poder abrirlos por completo y poseía un hambre atroz.

Cuando salimos de casa fuimos derecho a una floristería, aún así no supe cuál era la dirección de nuestra salida prematura. Me hizo elegir entre flores muy bonitas y después arregló en secreto (puso las manos en su boca luego de acercar esta a la oreja del hombre encargado del lugar) algo que no supe descifrar.

Perderlo Todo (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora