Diesisèis.

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_______ oyó la llamada a la puerta y apartó la vista de la pantalla del ordenador. Rob Merrocko, el ayudante del fiscal que tenía el despacho junto al suyo, abrió la puerta y asomó la cabeza.

– ¿Cómo ha ido la comparecencia de hoy?

–Se ha declarado no culpable, como se esperaba –dijo _______–. Ya cambiará. Un jurado condenaría a ese tipo en unos dos segundos –el acusado, un entrenador de fútbol juvenil de uno de los suburbios del norte, había sido acusado de recibir pornografía infantil en su ordenador. Si su abogado tenía un ápice de sentido común, nunca le permitiría ir a juicio.

Era un caso feo, y uno de los pocos en los que encontraba difícil mantener la cabeza fría. Solo estar en la misma sala del tribunal que el acusado la había hecho sentir asqueada y emocionalmente agotada.

– ¿Por qué sigues llevando esa clase de casos? –Le preguntó Rob–. Pásaselo a uno de los nuevos.

No era su forma de hacer las cosas pero se las arregló para esbozar una sonrisa, apreciando el gesto de simpatía.

–Estaré bien –se pasó los dedos por el pelo con cansancio y se reclinó en la silla–. ¿Qué tal te ha ido a ti?

–Acabo de conseguir que condenen a un concejal por soborno.

–Estupendo –dijo _______ con aprobación–. Hablemos de eso, mejor.

Durante los siguientes minutos intercambiaron historias de terror, chismorrearon sobre un juez de su distrito con un particular mal humor y discutieron a que asistente jurídico le asignarían la ignominiosa tarea de limpiar la sala de preparación para juicios. Los interrumpió una llamada de la secretaria de _______.

–Harry ha venido a verte –dijo cuando _______ respondió. No era necesario el apellido; en los últimos cuatro años, su secretaria se había acostumbrado a las frecuentes visitas de Harry.

–Gracias, envíamelo –le hizo una seña a Rob, que se despidió mientras salía. Unos veinte segundos después, era reemplazado por Harry.

–Sonabas fatal por teléfono –dijo desde la puerta, refiriéndose a la rápida conversación que habían mantenido hacía una hora–. He venido a secuestrarte.

–He tenido un día duro en el tribunal –_______ consultó su reloj–. Son las cuatro. No puedo irme del trabajo aún. Sería... indecente.

Harry se rió.

–Te estás descuidando a ti misma últimamente entre el trabajo, la despedida de Amy y ese otro tema del que no podemos hablar aquí. Necesitas un descanso. Vamos, abogada –te invito a un trago en el 404 Wine Bar.

Sonaba tentador. _______ lo miró con suspicacia.

–Acabas de terminar una columna, ¿verdad? –siempre era capaz de detectarlo.

– ¿Tan malo es querer pasar un poco de tiempo con mi mejor amiga cuando ha tenido un día duro? –Preguntó Harry con inocencia–. Y en cuanto a si he resultado estar particularmente ingenioso y perspicaz escribiendo, tendrás que comprobarlo por ti misma en el periódico de mañana. En la enorme columna de deportes que hay bajo mi foto.

_______ le dirigió una sonrisa –muy gracioso. Sin embargo, pese a la pila de trabajo que tenía sobre el escritorio y a tener la sensación de que Harry estaba en uno de sus insufribles momentos me–siento–Dios–entre–los–hombres, pensó que un trago con su mejor amigo no sonaba mal en aquel momento.

Por primera vez en cuatro años como ayudante del fiscal, sorprendió a todo el mundo, incluyéndose a sí misma, marchándose pronto.

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Something About You - Algo sobre ti - (Louis y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora