Capítulo 36

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     Apenas colgó el infeliz, bajé e intenté llamar a mis amigos. A ninguno encontré y me marché a Moves All seguro allí estaban.
      Vi a Adrien tan pronto llegué y  me acerqué.
     —Necesito hablar contigo.
     —¡Hola! —me volteé viendo a la rubia. Ahora si que recordaba su nombre pues seguro se quería llevar a mi amigo pero no esperaría a que le hicieran algo a Vanessa, ya después tendrían su porción de besos.
      —¡Hola Jane! Lo siento pero debemos irnos.
     Adrien me miró mal y lo empujé hasta estar fuera del antro.
       —Secuestraron a mi prima —solté rápido antes que se regresara.
       —¿Vanessa?
       —¿Qué le pasó? —lo que me faltaba, el Güero. Seguro iba a culparme por esto también.
       —Llegué al departamento y vi una nota donde me decía que regresaba a los Ángeles, la intenté llamar pero nunca cogió el móvil. Recibí una llamada de número privado diciendo que la tenían secuestrada, la escuché gritar, ni para decir que no era ella y me estaban haciendo una mala jugada.
      —¡No debiste dejarla sola! —me gritó apenas acabé.
      —Estoy igual o mas preocupado que tú por ella, como para atender tus comentarios Güero.
      —¿Qué te pidieron a cambio? —interfirió Adrien. Le daba las gracias infinitamente ya que si no lo hubiese hecho mato al Güero con otro de sus reclamos.
      —¡Hey chicos! —nos gritó Carlos en el Ferrari, me acerqué rápido junto con el par siguiendome. Me subí al igual que ellos y le conté lo sucedido, tenía que ser todo secreto —. ¡Mierda!
      —No entendí pero me dijo que quería hablar con Jair.
      —¿Mi primo? —preguntó Güero. Asentí.
      —También dijo que tenía que elegir entre él y Vanessa.
      —¿Por qué no avisamos a la policía? —preguntó Carlos.
      —Restreemos su móvil —gracias Dios por mandarme a Adrien.
     Cada quien se subió a su transporte y nos fuimos al departamento de Adrien. Al llegar hizo todo lo posible por rastrearlo, en una memoria tenía un programa donde podía ver por la cámara de Vanessa siempre y cuando esté encendido el móvil. Mientras cargaba le intenté llamar, demoraba tanto que llegamos a la madrugada y seguí intentando sin cerrar un poco los ojos. El Güero también, Adrien y Carlos roncaban peor que cuando el escape de la motocicleta se daña. Le intenté llamar pero no lo cogía.
     De repente entró la llamada, sonido tras sonido y en la pantalla del ordenador se veía apenas la imagen borrosa, lo habían encendido y rogaba por ver mas antes de que lo apagaran.
     Puse atención a la imagen, hablaban sobre ella y se veían dos hombres frente, Adrien dijo que si el móvil tenía cámara frontal también la podíamos ver, lo hice moviendo varias teclas esperamos hasta que cargó y pude ver la mitad del rostro del hombre que mató a mis padres, reía y hablaba de lo chula que estaba Vanessa.
      —¡Hijo de perra! —murmuré casi tirando las cosas de la rabia. Todo era mi culpa, por regresar a los Ángeles.
      —Espera, mira atrás de esos hombres. —Observé, habían unas pinturas y ya.
      —¿Qué con eso?
      —Mira bien, tiene un atril donde dice que no se debe tocar, — le acercó a la imagen y pude apreciar bien —están en el Museo de Adeline Ross.
       —¿Quién?
       —Fue una amante del arte, tenía tanto dinero que tenía estatuas, pinturas, todo lo que indique arte ella lo tenía, era la mas grande colección de arte, murió hace ocho meses y ella dijo a su único hijo y heredero que tendría disposición de vender cosa alguna hasta sus cinco años de muerte. Y que todo tenía que hacerlo como un Museo para que todos admiraran lo que de verdad era el arte. Me pareció aburrido sinceramente nos llevaron los del colegio pero no es la gran cosa...
      —Me pregunto que tendrán que ver ese hombre con la mujer Ross.
      —No lo sé, ¿qué esperamos para ir a buscarla?
      —¿Están dementes? —nos giramos para ver a Adrien, ya despierto —. Ese museo está custodiado demasiado bien.
      —Es verdad, hay policías en cada rincón —comentó Güero concordando.
      —¡Me vale mierda! —tomé mi móvil y llamé a Jair.
      —Podemos hacerlo sin entregar a mi primo —murmuró molesto. Rodé los ojos, claro que no pondría a ninguno por encima del otro.
      —Necesito que me prestes a tus hombres, necesito armas y todo lo que puedas. —Dije apenas mi llamada fue contestada.
      —¿Qué es lo que pasa? —pregunta Jair soñoliento.
      —Te hice el favor con tu mercancía, ayuda con esto.
      —Haré unas llamadas y te aviso.
Colgué. Escuché al Güero en el teléfono decir que también quería diez de sus mejores hombres. Para ser un creído pijo sabía dar ordenes.
      —Voy a hackear el sistema para acceder a las cámaras del lugar, e iré avisándoles, tengan pendiente los móviles.
      —A las nueve mis hombres estarán aquí, supongo que nueve y media ya estaremos allá. Espero estés preparado Adrien porque no quiero que le pase algo a Vanessa. —Le advirtió Güero, bien. No pudo decirlo mejor. Esperé la llamada de Jair hasta que llegó.
     —¿Cuántos hombres querías?
     —¿Cuántos tienes?
     —Diez con buena puntería en armas y cinco dispuestos a usar los puños.
     —Perfecto. Los quiero en la dirección de Adrien a las nueve, que sean puntuales. Manda balas de mas, ya sabes, siempre se acaban.
     Colgué nuevamente y me puse a observar por la cámara de mi prima, ya no sea veía nada, seguro habían puesto el móvil en la mesa ya que se veía el techo en la frontal.
Le marqué y vi a alguien acercarse, era Dexter. Lo cogió y le hice una seña para que lo rastreara.
      —¡Querido amigo! ¿Cómo vas con tu decisión? —no respondí, maldito. —¿Quién te comió la lengua? ¿Charlotte?
      —¡Estúpido de mierda! No se te ocurra tocarla, ¡esta vez te mato!
       —Bueno, no se te ocurra llamar a la policía, tu sabes si quieres que Vanessa corra por el mismo camino que tus padres.
      Colgó antes de que pudiese decir algo. Adrien no pudo obtener nada ya que no había durado ni dos minutos la conversación. Pero ya teníamos una pista, ya no importaba la confirmación. 
      Ahora no iba a importar la pelea que íbamos a desatar, solo me importaba salvarla. Sentía que se lo debía a la dichosa tía Regina ya que había sido muy gentil conmigo y con mi padre. Estaba preocupado por algo más. Me alejé y llamé a Charlotte y al quinto tono cogió el móvil.
      —¿Si?
      —¿Dónde estas, preciosa?
      —¿Quién habla?
      —Tu novio, ¿dónde estas?
      —No te reconocí, estaba durmiendo.
      —Bueno, ¿qué harás hoy?
      —Pensaba ir al Club de mi padre, ¿te incómoda que un amigo me haya invitado?
      —¿Qué amigo? —ya me sentía demasiado vulnerable con lo de mi prima como para que ella alimentara mis celos.
      —Patrick, es que me invitó pero si nos vemos hoy le puedo decir que no.
      —No importa —susurré muriendo de celos —no te quedes sola por favor, no me gusta que lo estés, siento que esa cabecilla loca se ponga aun mas loca.
      —Eres un tonto...
      —Te mando besos, en serio, no te quedes sola, si salen tus padres ve con ellos así sea aburrida la comida o lo que sea.
       —¿Piensas que voy a suicidarme? —podía oír su risa.
        —Claro que no, solo por lo que pasó la otra vez que te citaron en la heladería.
        —Bien, ¿por que no me despertaste con un: buenos días princesa? —solté una carcajada. Claro que nunca lo haría. Era muy cursi y usado.
        —Porque no lo eres, eres una fiona, muy gruñona.
        —¡Tyler! —gritó aun riendo.
        —No puedes ser una princesa cuando estas con un chico malo, ya sabes en esas películas siempre él es muy bueno y un príncipe, y bueno las princesas siempre tienen un final feliz y yo no quiero que nosotros tengamos un final, solo quiero ser feliz a tu lado, Charlotte.
      —Que cursi, entonces acepto lo de fiona ya que Shrek te queda perfecto. Un ogro romanticon.
      —¡Tyler! —escuché gritar a Adrien. Siempre interrumpiendo.
      —Ya oí que te hablan, cuidate amor.

¡Como dos amigos! [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora