Capítulo 12

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Creí que todo sería distinto, que al abandonar a mi madre y a mi hermana para huir con mi padre tendría todo lo que quisiera. Pero estaba muy equivocada. Aun recordaba las palabras de mi padre como si hubiera sido ayer y no hace ya cuatro largos años.

"Deborah, por el momento no podemos salir del país. Tú te viniste conmigo por decisión propia pero lo mejor, dado el lio jurídico que vamos a tener con tu madre es que no salgamos del país. Tengo algunos amigos en Las Vegas, ahí buscare un medio de ganar dinero"

Y sí, Gastón había sido muy inteligente para ganar dinero, pero también para dejarme sola en una ciudad desconocida a los pocos meses. Desde aquel día había tenido que trabajar como camarera en uno de los tantos casinos de Las vegas. Lo único bueno de estar en esta situación había sido conocer a Bruno, la única persona a la que yo le importaba y el único que decía amarme de verdad.

-Deborah, no quiero que trabajes más en ese casino, déjalo por favor- Bruno miraba fijamente a la chica con la cual llevaba una relación de dos años. Su esposa había fallecido en un accidente automovilístico hacía tres años, cuando su hijo aún era solo un bebe.

-¿y qué quieres que haga, Bruno? ¿Qué me quede aquí preparando papillas y llevando a tu hijo a la guardería?- Después del abandono de su padre, Deborah había aprendido a utilizar a los hombre a su antojo- Él no es mi hijo, así que yo no tengo ninguna obligación con él, ni contigo- Recalco.

-Cállate, Diego es un niño muy inteligente y te puede haber escuchado- El pequeño hijo de Bruno estaba en la sala viendo la televisión- Dime algo- La voz de Bruno fue más suave para que su hijo no escuchara-¿Y las veces que nos hemos acostado, no han sido nada para ti?

-Ohh, por favor, Bruno- Las palabras de Deborah salieron como veneno de sus labios- No me digas que te vas a poner con sentimentalismos ahora. Que hayas sido el primero no quiere decir que seas el ultimo, cariño- Y dándole un beso en la mejilla Deborah se fue.

......

Como todos los días Cristina se levantó temprano para ayudarle a su madre, hacia un año que había terminado la preparatoria pero por falta de dinero no había podido ir a la universidad. Aunque la entristecía no poder seguir estudiando como siempre había querido, sabía que el dinero que ambas ganaban en la casa solo les servía para enviarle un poco a Deborah y para vivir.

Su hermana. No había día en el que Cristina no se levantara pensando en ella y en como viviría. Solo sabían que estaba en Las vegas, pero nada más. En muchas ocasiones Cristina se culpaba por la situación de su hermana. Se decía que si ella no la hubiera puesto siempre en un segundo lugar, Deborah estaría todavía junto a ellas. Pero ya nada podía hacer.

-Mamá hoy te ayudare a poner la mesa en la casa grande y después voy a ir a montar un rato, de acuerdo- Elena miro a su hija, su niña. Tan llena de alegría a pesar de todo lo que les había sucedido. Ella era su fortaleza y al pasar el tiempo veía en ella muchas características de su amado Cristianno. Al único hombre al que amo y al que amaría siempre.

-Claro, hija. Por mí no te preocupes- Elena amaba profundamente a sus dos hijas, pero aun siendo unas niñas, ella siempre supo que ambas tenían el corazón como el de sus padres. Siempre había intentado cuidarlas y quererlas por igual pero a veces sentía que no había sido una buena madre para su pequeña Deborah, la cual siempre se había sentido inconforme con lo que tenían.

Cristina ayudo a su madre con gran rapidez para poder salir a montar. Desde que Alejandro se había ido para estudiar, era ella quien se encargaba de Tempestad, el caballo de Alejandro. Para Tempestad también había sido un cambio terrible el que su amo hubiera dejado la hacienda, al pasar los años el pobre animal era más brioso que antes.

Con todo su entusiasmo, Cristina entro a los establos buscando la silla de montar pero no la encontró por ninguna parte, quizás alguno de los trabajadores la necesito y no la dejo donde ella solía hacerlo.

-Don Ramiro, Buenos días- Saludo a uno de los trabajadores.

-Buenos días, niña Cristina-

-¿Sabe usted si alguien tomó por error mi silla de montar?- Cristina está segura que eso era lo que sucedió.

-Niña, esta mañana vi salir a alguien montando a Tempestad, yo creía que había sido usted-

Cristina salió corriendo buscando a su madre, los padres de Alejandro le habían dado la responsabilidad de cuidar de aquel caballo con la condición que nadie más lo montara, por miedo a que ocurriera un accidente y eso sería lo que ocurriría sino encontraban a quien lo estaba montando.

-¿Mamá, alguien fue tan estúpido para montar a Tempestad, puedes creerlo?-Cristina miro a su madre mientras le preguntaba-¿Quién habrá sido tan incrédulo para creer que podía montarlo?

-Pues Cristina, el estúpido incrédulo fui yo- Cristina miro aquel rostro al que no había visto en cuatro años- ¿No me vas a dar un abrazo de bienvenida?-

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Gracias por leer esta historia, no olviden votar y comentar.

También me gustaría que si no han leído mis otras historias les den una oportunidad.

-Para recordarte.

-Nunca olvides que te amo.

Otra cosita, he dejado la imagen de mi próxima historia: Gotas de rocío, espero tener su apoyo.

Y lo más importante de todo, extender una bendición hacia Ecuador en estos momentos tan difíciles.

Dolor,traición y venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora