Capítulo 24

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Lucía quería a todos. A sus amigos del colegio, a su abuela, a su madre y a su padre. Inclusa aun siempre había querido a la tía que no conocía. Ella creía en la bondad de todas las personas, por ello no entendía como Deborah no la quería. Si su papá no hubiera muerto, todos serían felices o por lo menos, si su madre le dedicará un poco más de atención.

-Papito ojala no te hubieras ido al cielo- La niña exclamo entre lágrimas. Ella aun necesitaba a su papá, quería tenerlo a su lado.

-¿Lucía, mi niña? ¿Dónde estás?- Cristina estaba supremamente preocupada por su hija. La niña no era igual de sonriente y parecía estar enfermando con la nueva situación que la rodeaba.

Cristina encontró a la niña encogida en el sillón del estudio, ahí en el mismo lugar donde su padre solía contarle cuentos antes de dormir. Cristina se sentía culpable, se había regodeado tanto en su propio dolor y preocupación por el futuro sin Alejandro, que no había pensado en el bienestar de Lucía. Tal vez Deborah tendría razón. Necesitaba un compañero, alguien con quien compartir su carga y que la ayudara a salir adelante, solo así podría dedicarle más atención a su hija.

-Lucía, mi vida- Cristina cargo a su pequeña mientras ella acomodaba su cabeza en el hombro de su madre y lloraba- Mi amor, no llores más. Tu papito no querría verte así, cariño.

-Prométeme que tú no te iras al cielo, que tú siempre estarás a mi lado- Aquellas eran palabras muy serias y duras, pronunciadas por una niña de apenas seis años, comprendió Cristina. Su hija llevaba meses de dolor sin compañía, había madurado sola y enfrentado el vacío que representaba la muerte de su padre.

-Cariño, eso es algo que no te puedo prometer. Yo no sé qué pueda suceder mañana, lo que si te puedo prometer es que siempre te voy a cuidar y proteger, siempre estaré a tu lado al igual que tu papá. Él te puede ver, y te aseguro que será muy triste si tú eres infeliz.-

-Está bien mamita, te prometo no llorar más ni estar triste. Pero cumple siempre tu promesa de estar a mi lado.

Cristina llevo a Lucía a su habitación, le puso su pijama y le leyó un cuento, como hacía siete meses lo había hecho Alejandro. Unas horas después ambas estaban profundamente dormidas y abrazadas entre sí.

(...)

-No crees que es un poco pronto para esto- Comentó Cristina- Lucía cumplirá siete años en dos meses, no debería comprarle un regalo con tanta anticipación. Esa no era nuestra costumbre.

-Debemos aprovechar la oportunidad- Respondió Deborah- Tu siempre está metida en la hacienda, nunca salimos a la ciudad. Además quiero recorrer algunas tiendas con el dinero que me has dado y mientras tanto, tú puedes buscarle un bonito regalo a Lucía.

-Está bien. Ésta vez has ganado tú, pero no te acostumbres- Cristina se dirigió al centro comercial con pesadez. Comprar el regalo de cumpleaños de Lucía era difícil, este año estarían solas. Ya no habría un papá orgulloso que cargara a su hija en brazos mientras soplaba las velitas. Siete velitas tan pronto.

Cristina recorrió juguetería tras juguetería, buscando algo especial, algo único. Un regalo con el que Lucía sintiera verdadera alegría, pero no lo conseguía. En medio de la desesperación por la cantidad de opciones, Cristina se detuvo a tomar aliento.

-¿Es difícil, no es así?- Un hombre le hablo. Cristina lo miro confundida- Quiero decir, escoger un regalo sola. Tengo dos niños pequeños y soy viudo, vine buscando un regalo para mi hija. Su cumpleaños se aproxima, no sé qué podría darle.

-¿Eres viudo?- Preguntó Cristina sorprendida- Y con dos niños. Yo quede viuda hace tan poco, es muy difícil. Perdona que te pregunte pero, ¿Cómo has podido salir adelante solo?

-Con mucho esfuerzo. No hay nada que no antepondría a la felicidad de mis hijos- Cristina reflexiono sobre aquellas palabras, ella también antepondría todo por su hija.

-Papá- Grito un niño- Una señora le dio un dulce a Ivvy, dile que no debe aceptar dulces de extraños.

-No seas grosero, hijo. Lo siento, yo no me he presentado apropiadamente. Mucho gusto, soy Bruno Baldwin y este es mi hijo Diego, y mi hija Ivonne- Dijo refiriéndose a una adorable pequeña que acababa de llegar con una paleta de caramelo entre sus manos.

-Un gusto, yo me llamo Cristina Álvarez, bueno al menos ese era mi nombre de casada, lo siento.

-No, perdóname tú a mí por hacerte entristecer. Que te parece si vamos a comer algo, imagino que esta búsqueda te tendrá hambrienta.

-La verdad es que sí- Cristina saludo con un beso en la mejilla a ambos niños que la miraron con cariño.

-Eres muy bonita- Comento la niña con timidez

-Tú igual, preciosa-

(...)

Aquel día, a pesar del cuartucho en el que se encontraba era un día feliz. Por fin sabría la verdad, había esperado tantos años, buscado tantas pistas inconclusas y ahora estaba tan cerca de conseguirlo.

-Tu maldad no tiene fin, verdad-

-Agradece hombre que me he compadeció de tu pena- Respondió un hombre deteriorado por la enfermedad- Me podría haber muerto sin decirte nada.

-Me lo debes, Gastón. He pagado tu tratamiento médico, tus deudas y demás. Solo con el fin de saber dónde están Elena y mis hijas.

-Tu hija, querrás decir Cristianno. Recuerda que solo una de ellas es tuya, la otra es mía. Y sí que es digna hija mía, solo espero que ella tenga un final mejor que el mío.

-¿Vamos, dime lo que sabes ahora mismo?- Exigió Cristianno. Por fin sabría que era de la mujer que habida amado hacia tantos años y de sus hijas. Serían todas unas mujeres, tal vez con hijos propios. Ya sería abuelo, pensó emocionado.

-Ya te lo dije, te lo diré todo. En este último año has sido lo más cercano a un amigo que he tenido cuando todos me abandonaron, pero eso no borra el hecho que te metiste con mi mujer y la embarazaste. Déjame disfrutar de tu dolor, estoy seguro que este será mi último día de vida. Cuando este agonizando te diré dónde encontrarlas. Entre tanto, te voy a contar algo de sus vidas.

Cristianno esperó pacientemente y escucho todo lo que Gastón le decía. Sabía que con la información que obtendría de Gastón las encontraría muy pronto.

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Si, lo sé. Soy muy mala, como siempre los dejo en suspenso. Todos querían el tan anhelado reencuentro de Cristianno y Elena, y llegará se los aseguro. Esto solo es un abrebocas.

Gracias por sus comentarios, votos y lecturas. 

Dolor,traición y venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora