Capítulo 23

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Cristina veía como la gente que acababa de desembarcar saludaba a sus seres queridos. El aeropuerto estaba lleno y no lograba encontrar a Deborah. De repente una mujer con un ajustado vestido negro y gafas de sol, se paró frente a ella.

-Cristina, hermana- Deborah vio como la sorpresa se refleja en los ojos de Cristina. No lo había reconocido, por supuesto que no. De usar ropa barata o hecha por su madre, había pasado a usar grandes marcas reconocidas y ropa de diseñador. Todo gracias al dinero que Alejandro le daba cada mes. Dinero que había desaparecido, igual que él.

-Deborah, estás bellísima- Cristina se refugió en los brazos de su hermana mayor. Eran tantos los momentos que había necesitado tenerla cerca. Cuando sostuvo la mano de su amado esposo por última vez, cuando tuvo que darle la noticia a su pequeña o cuando veía como bajaban su ataúd en el cementerio. En todos y cada uno de esos momentos necesito el apoyo de su hermana mayor.

-Cristina, lamento tanto tu perdida- Era cierto, Deborah lamentaba la muerte de Alejandro. Pero su corazón era tan frio que las razones por las que estaba al lado de su hermana, eran totalmente distintas al consuelo que Cristina necesitaba.

-Yo...- Cristina sintió como las lágrimas se desbordaban por sus ojos. No podía hablar. Todo un océano de dolor se había desatado en ella con la condolencia de su hermana.

-Tranquila, vamos enséñame donde está tu auto, yo conduzco-

El camino de regreso a la hacienda fue silencioso. Cristina se había permitido llorar en soledad e intentar desahogar su alma de todo el dolor. Su único consuelo eran sus seres queridos. Su madre, su hija y claro estaba, su hermana.

Cuando llegaron la hacienda estaba muy silenciosa. Elena había decido mudarse a la casa grande, para hacerles compañía a Cristina y a Lucía. Seguramente estarían en los establos cuidando del caballo de Alejandro.

-Me gustaría hablar contigo en privado- Cristina llevó a su hermana al estudio de Alejandro.

-Dime, ¿de que querías hablarme?- Le pregunto Deborah mientras se sentaba en un sillón.

-Deborah, sé que has estado viajando por todo el mundo por tu trabajo- Así que eso era lo que todos creían, pensó Deborah. Que viajaba por trabajo y no por placer- Nunca te he pedido nada, pero ahora necesito de tu ayuda. Tengo una hacienda que administrar y tratos que llevar a cabo, mamá estaba algo mayor para hacerse cargo sola de la casa y también de Lucía.

-Háblame más claro, porque no te estoy entendiendo-

-Te pido que te vengas a vivir aquí, que me ayudes por una temporada con la hacienda. Necesito un frente unido que me apoye. Vamos a pasar por tiempo difícil por aquí-

-¿Cómo de difícil?-

-Deborah, Alejandro estaba haciendo algunos tratos, comprando tierras para una expansión y algunas cosas más. El caso es que, al quedarme sola muchos de los tratos se han venido abajo. No confían en mi para sacar adelante sola esta hacienda, ni yo misma lo creo pero tengo que hacerlo por él. Este es el fruto de su trabajo estos últimos años, tengo que lograrlo.

-¿Y el dinero de Alejandro?-

-Su dinero es la herencia que le dejo a Lucía-

-¿Solo a ella?- Deborah sentía como la sangre circulaba a gran velocidad por su cuerpo. Alejandro no había dejado nada a Ivonne.

-Sí, por supuesto. Yo nunca quise que me dejara nada, en todo caso yo solo puedo tomar una mínima parte de ese dinero porque soy el albacea de los bienes de Lucía, pero todo es de ella cuando cumpla la mayoría de edad.

Dolor,traición y venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora