Me moví sobre mis piernas de lado a lado. Estaba agotado, pero no iba a parar ahora. Era bastante normal que Hae y yo nos pasáramos horas y horas en el jardín de mi casa jugando a fútbol. También era muy normal encontrarnos en una situación como ésta.
–¿Tiras o no? –le pregunté desde la portería, vigilando cada uno de sus movimientos.
Hae tanteó el balón con su pie, lo levantó como si fuera a tirar. Y lo dejó en el suelo. Suspiré. Rió y me sacó la lengua. Eso también era normal.
–¿Quieres que lo haga rápido, o que lo haga bien?
Me crucé de brazos. Cuando él comenzaba a decir frases que ni siquiera comprendía, podía tratar de ser paciente, cosa que hacía la mayoría de las veces. Se ponía a hacer el tonto, hasta que tiraba y la mayoría de las veces me sentía obligado a dejarle marcar. Pero, también podía hacer lo que hice: dejé la portería a mi espalda y comencé a caminar hacia él.
–Se terminó el partido. –dije, cogiendo el balón del suelo y me lo puse bajo el brazo.
Hae jadeó. Yo seguí caminando hacia la puerta trasera de mi casa, la que daba a la cocina. Olía a galletas recién hechas.
–¡Eso no vale! –gritó, y saltó sobre mi espalda– ¡Tengo que meter gol! ¡Dame el balón!
–Nop.
–¡Hyuk! –volvió a saltar una y otra vez. Al ver que lo ignoraba, golpeó el balón desde mi espalda e hizo que cayera. Jadeé sorprendido– ¡Has dejado libre la portería!
Oí sus carcajadas y lo vi correr hacia el balón, que rodaba lejos de mí. Pero no pensaba dejar que lo cogiera. Así que puse los ojos en blanco antes de correr tras él. Y cuando lo alcancé, me colgué su cuerpo en el hombro.
Hae comenzó a patalear, llamándome tramposo. Sus manos también empezaron a molestarle, golpeándome la espalda. Lo ignoré, siguiendo mi camino hacia el interior de la casa.
–¡Eres un tramposo! ¡Sabías que te iba a ganar! ¡Gallina! ¡Cobarde! ¡Dentro de diez años seré yo quien te levante del suelo!
–¿Estás seguro de que quieres seguir insultando así a tu mejor amigo? –cruzándose de brazos, todavía colgando desde mi hombro aunque
ya quieto, lo oí hacer un sonido que podía ser fácilmente traducido como un sí– Entonces te quedarás sin galletas.–¿Eeeh? –empezó a moverse otra vez– ¡No puedes hacer eso!
–Claro que puedo. Es mi casa, mis galletas, mi...
–Tu mejor amigo –susurró de repente en mi oído. No supe cómo había conseguido llegar hasta ahí, pero se me olvidó pensar en ello cuando lo tuve mirándome de frente. Me rodeó el cuello con los brazos, así que aparté la mirada para no caer en sus redes.
–Ahora eres tú el tramposo –podía ser tonto para algunas cosas, pero sabía muy bien como conseguir lo que quería.
–Yo solo quiero galletas, Hyukkie...
–No me llames así. –entramos en la cocina por fin y lo dejé en el suelo. Dejó de rodearme el cuello para abrazarme y frotó su mejilla con mi pecho– Hae...
–¡Poooorfisss!
–Vale...
–¡Bien! –me soltó y saltó, y cuando sus labios chocaron con mi mejilla, puse los ojos en blanco.
***
Tres días. Llevábamos tres malditos días sin dirigirnos una sola palabra. Tampoco es que hubiéramos tenido tiempo ya que él estaba demasiado ocupado con sus cosas, volvía cuando yo estaba dormido y se iba cuando yo aún no había despertado. Y yo no sabía si eso me aliviaba o no.
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❝Hey! Don't touch me❞ [EunHae +18]
Fanfiction▶Queda prohibida la copia total o parcial de esta historia◀