Caso Annie:
Una mujer escuálida caminaba por las calles de Diamond City, cargando consigo una bebé envuelta en un trapo viejo y roto. Era muy tarde de noche, la hora más segura para hacer lo que iba a hacer, estaba devastada después de todo su marido la había abandonado, no tenía un centavo y estaba sola en el mundo con un bebé que no quería.
La bebé no dejaba de reír, no lloraba, no estaba asustada y todo para ella era cómo un juego. Eso no bastaba para que esa mujer, su madre, pudiera amarla ya que la bebé no tenía la fortuna que ella tanto necesitaba. La mujer se detuvo frente al portón del orfanato, puso a la niña en el piso y dejó una nota juntó a ella, aunque la niña le sonreía está no fue flexible y se fue de su vida para siempre.
Pero la chiquilla reía divertida por una razón desconocida, a pesar de estar siendo abandonada. Ángel Smith, el portero de turno confundido por la risa incesante abrió el portón, encontrándose con la bebé abandonada, la tomó en brazos encantado con lo feliz que parecía.
—¡Pero qué linda eres! ¿Donde está tu mami?— Preguntó sonriendo, lo que la hizo reír más y que extendiera las manitas para tocarle la cara ha Ángel, en eso una nota se cayo al piso y el hombre la recogió para leerla.
«¿Pueden hacerse cargo de Annie, por favor?»
Estaba escrito con una letra hermosa y delicada, hasta parecía impensable que fuera una carta de alguien que abandonaba a su hijo. El portero miró a todos lados, buscando a la persona que la dejó en el piso para convencerla de que no abandonara a una niña tan preciosa, pero obviamente no tuvo éxito.
—Pobre pequeña...— Se lamentó mirando a la bebé con ternura, mientras que esa no dejaba de reír.
Desde ese día Annie fue criada en el orfanato, transformándose en una niña feliz y llena de amigos. A todos los funcionarios del orfanato les fascinaba la niña y no había duda que sentían un cariño genuino por ella, después de todo siempre reía y estaba animada. Annie fue muy feliz en donde creció, tenía muchos amigos y la gente del orfanato era muy buena.
Todo cambió el día en que el viudo y multimillonario Elliot Reich apareció en su hogar, al parecer buscaba una niña hermosa de entre 9 y 12 años a la cual criar. Aquél día el cielo era hermoso, los niños corrían y jugaban en el pequeño parquecito del orfanato, Annie cómo siempre alegre y simpática jugaba con todos con una amplia sonrisa dibujada en el rostro.
Cuando escucho un débil sonido, que recordaba al llanto de algún animalillo. Primeramente pensó que era un gatito abandonado por lo que fue en su búsqueda, al final ocultó tras unos arbustos encontró el provenir del sonido y lo que encontró ni se aproximaba a un gato.
Johanne era una niña realmente mona, sus cabellos tenían la misma tonalidad del oro, era algo gordita y la ropa que le ponían siempre la hacía parecer menor. Ahora esta lloraba sola, apoyándose en un árbol y al momento de ver a la pelirroja mirándola con cierta curiosidad sintió cierta rabia infantil.
—¡Vete!— Le gritó ahogándose en su lágrimas y sin poder articular otra palabra.
—¿Por qué lloras?— Preguntó Annie con suma serenidad, sentándose en frente de la niña.
—Me van a adoptar…— Respondió la chiquilla limpiándose las lágrimas con la manga de su abrigo, Annie hasta deseo reírse cómo si fuera una broma, pero no lo hizo.
—¿No quieres tener un papá o una mamá?— Preguntó la chiquilla sin burlarse, aunque un tanto confundida.
—Me gusta aquí… Y el hombre que me quiere adoptar es malo, tengo certeza que es malo— Dijo la chica, en eso Annie se levantó y le sonrió con dulzura a la niña— ¿Qué haces?
—No estés triste, yo iré a hablar con Gabriel para que no te adopten— Respondió Annie sonriendo, dejando a la niña en su lugar para entrar en el hogar y al entrar en la recepción notó que un hombre mayor tenía entretenido a Gabriel por lo que espero un rato sentada en una silla.
—¿Annie, qué haces aquí?— Preguntó Gabriel, algo preocupado con la presencia de la pequeña.
—Johanne no quiere irse, vine a decírtelo— Anunció Annie a punto de irse, segura de que no podían obligar a la niña.
—¡Oh! ¡Qué inconveniente!— Fingió descontento Gabriel, aliviado de que Annie ya se fuera.
—Igual ya no la quiero, está niña está perfecta— Dijo el hombre, apuntándole ha Annie cómo quien señala un pedazo de carne que se quiere llevar.
—¿Annie? Pero… bueno…— Tartamudeó Gabriel sin saber que argumentar ahora, pero sin deseos de dejar que la niña se fuera.
Annie miró fijamente al hombre y un escalofrío recorrió toda su espina dorsal, ese hombre era todo menos bueno ante sus ojos aún inocentes ante toda maldad.
«El es malo, yo se que es malo» Se acordó de las palabras de Johanne, mientras tragaba saliva.
Annie que parecía una muñequita de porcelana con su piel blanca y cabellos rojizos, era verdaderamente aún mas mona que Johanne y no le agradaba como le miraba el hombre, quería quedarse con sus amigos y en el orfanato.
En un caso de adopción a una persona normal, se le hubiera permitido decidir a la niña cómo dictaban las leyes, pero Elliot era un hombre muy rico y poderoso, además de aliado al gobierno así que nadie podía negarle nada.
Un viernes ella se despidió de sus amigos, sus tías y tíos. Se despidió de su infancia y felicidad, para irse de manos con su "padre" al mismísimo infierno.
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Alchemist: Angel #CarrotAwards
Teen Fiction«- ¡Pruebame, Ángelus! Preguntate a ti misma "¿Que eres?" Y pruebame que eres la maga más poderosa que existe.» En el año 4056, el mundo terminó casi enteramente desértico gracias a las devastadoras catrastrofes naturales y las guerras nucleares, el...