Cuestión de familia

457K 28.1K 23.5K
                                    



 Unos ronquidos provenientes de algún lugar lejano a lo que mi subconsciente desea enseñarme en un plácido sueño con uno más de mis amantes literarios, hace que lentamente me vaya transportando de vuelta a mi habitación, alejándome de todo lo irreal.

 Asimilar que estoy de vuelta a la realidad escuchando los ronquidos de Tony es duro, pero al abrir los ojos puedo darme cuenta de que mis cinco sentidos han vuelto a funcionar y que estoy acostada en mi cama.

 Un escalofrío me recorre el cuerpo. Me abrazo a mí misma frotándome los brazos. La ventana de mi habitación está junta, por lo que puedo deducir que desde allí entra el aire frío.

 Mis ojos son pesados, probablemente por la desvelada de anoche.

 Que me haya dormido tarde leyendo no es una novedad. Tampoco el haberme dormido a las cinco de la madrugada charlando con el vecino. Así que el encontrarlo durmiendo a mi lado no me sorprende. Lo verdaderamente sorprendente de todo esto, es que haya comenzado a roncar.

Y  que verlo a mi lado siga sintiéndose como una patada en el estómago.

 —Tony...

 Lo zarandeo para que despierte y en su rostro no veo expresión alguna de querer hacerlo. Se relame los labios —yo también lo hago al verlo— y continúa su concierto de sonoros ronquidos. Contengo el aire dentro de mis pulmones reteniendo las ganas garrafales de querer golpearlo, consciente de que recurrir a la violencia contra un adolescente no es buena idea.

 —¡Tony!

 Sus ojos pardos se abren con una sutil mezcla de sorpresa y temor, dando un salto seguido de un grito ahogado. Desorientado, como pueblerino en la ciudad, mira hacia los lados hasta percatarse —para su buena fortuna— que está en mi habitación, durmiendo en mi cama.

 Pobre, seguro por un segundo creyó que era la señora Russell quien lo despertaba.

 —Murph, por poco me das un infarto.

 Se sienta, frotándose los ojos. Apoyo mi mano sobre la cama, reposando todo mi paso sobre mi fuerte brazo.

 —Y tú a mí, con tus guturales ronquidos traídos del mismísimo inframundo.

 —Las clases de rugby me cansan.

 Sí, ya lo noté.

 Se levanta de la cama y estira los brazos al aire, lanzando un gruñido al hacerlo. Camina hasta el sitio donde su short gastado de mezclilla se encuentra tirado. Al agacharse a recogerlos, noto que tiene un pequeño agujero justo en el centro de su bóxer negro.

 —Necesitas cambiar tu bóxer, Tony, puedo ver todo tu trasero.

 Se levanta con el short en mano y voltea para ver su agujero, pero no parece ser lo suficientemente flexible para hacerlo. Dándose por vencido, levanta su cabeza para verme.

 —No sería la primera vez que lo haces.

 Me encojo de hombros a sabiendas que tiene razón.

 Sé qué clase de cosas sucias deben estar pensando, mas dejen decirles que toda interpretación lasciva es incorrecta: Tony Russell es mi mejor amigo.

 O eso es lo que intento hacerle demostrar a todos.

 Lo conocí a los diez años, cuando él tenía ocho, después de que lanzara una pelota a su patio y le cayera justo en la boca aflojándole dos dientes. Desde entonces, tras ser regañada por su madre, nos volvimos amigos. Fuimos a la misma escuela, compartimos casi los mismos gustos, nos consolamos mutuamente con cada desilusión amorosa y nos contamos absoluta y rotundamente todo. Hasta podría decir que le tengo más confianza a él que mis hermanas. Podríamos ser la pareja perfecta de no ser porque él está locamente enamorado de Chloe... y así me lo ha hecho saber en muchas ocasiones. Suele pasarse a mi habitación a charlar y distraerse de la vida cuando sus padres discuten, situación que ya es casi frecuente.

Cambiando tus Reglas TR#3 ✔️| DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora