Momento de lucidez

205K 20.2K 5.9K
                                    

#MaratónCTR

#DíaDos

¿Sabían que Dylan Sprayberry está de cumpleaños? :O

............................


Le doy un enorme mordisco a la pizza. La mezcla de sabores sacados del mismísimo Edén son la prueba infalible que me asegura que la pizza es la comida más sublime que el ser humano pudo crear. Dicho y hecho, mastico con entusiasmo la masa apreciando con delicadeza la porción que me queda por comer. Marco's es el mejor lugar donde comer pizza de toda clase. Él y todos sus trabajadores fueron bendecidos con un don para esto, no me cabe dudas.

—¿Podrías dejar de elogiar mentalmente la pizza y contarnos qué ocurrió de una puta vez? —Dell: siempre tan sutil con las palabras. Extrañaba escuchar sus groserías y su mal genio. Thiare no parece interesada en que su amiga-orco esté mirándola con asco, sino que tiene una pequeña relación con su propio trozo de pizza—. Quiero saber por qué tienes diez pruebas de embarazos. ¿Perdiste la poca cordura que tenías?

—Anoche tuve sexo con el idiota de Jax, ¿qué querías que hiciera?

Dell golpea la mesa. Por unos segundos la veo como un pitbull rabioso que me gruñe.

—¡Pero para eso está la maldita píldora del día después! ¿¡Es que no sabes de biología y esas mierdas!?

—Ya la tomé, y sobre biología poco me interesa. Hasta ahora mis únicas fantasías habían sido con chicos de libros. Sinceramente, hasta hace años nunca pensé que intercambiaría información genética con alguien real.

Mi primera vez con Tony es un caso aparte. Queríamos experimentar tener nuestra «primera vez» y pasó. Después de ello existieron algunos encuentros más. No muchos, la verdad.

—Esto es culpa de los libros —comenta Thiare en medio de un resoplido. Se echa sobre el respaldo de la silla y se frota el estómago como si hubiese participado en un concurso de comida.

Oh, mis pequeños, ustedes no tienen la culpa.

Ambas me miran esperando a que les cuente la historia más interesante de la vida, pero lo cierto es que no tiene nada de interesante, sino que es una historia llena de horrores.

—Estoy esperando, cuenta qué pasó, Murphy. Vamos, se nos acaba la hora de almuerzo.

Cojo el otro trozo de pizza y lo examino hasta que mi visión se torna algo borrosa, mientras retazos de lo que ocurrió anoche en el bar se van acentuando dentro de mi cabeza tornándose más claros. La mirada acusadora de Michi a mi lado era de permanente dolencia, sabiendo que estaba cometiendo un acto suicida y yo no quise obedecerle. Llevaba tres vasos de tragos que nunca en mi vida había probado, que sabían amargos y me dejaban un picor en la garganta.

—¿Recuerdan cuando Jax me sacó de la cafetería? Bueno, hasta ese momento nada pasaba con él, simplemente somos compañeros de Expresión Vocal. Resulta que un amigo de él engañó a mi hermana usando una fotografía del unineuronal como señuelo. Tras saber eso, me di cuenta de que el chico no es una mala persona, sino alguien con malos amigos... como yo.

—Ajá, y yo me casaré con Brad Pitt —expresa Thiare con sarcasmo enseñando el bolón de pizza ensalivada de su boca.

Hago una mueca asqueada y prosigo:

—Bueno, anoche salí con unas chicas a un bar y me lo encontré siendo acosado por una rubia con más silicona que el trasero de Nicky Minaj, y lo ayudé. Resulta que no andaba solo, sino con Jax. Recuerdo que bebí más de la cuenta para ahogar las penas amorosas que atormentan mi corazón y...

—Espera —Dell mueve sus manos con dramatismo y las estampa contra la mesa—. ¿Qué penas amorosas?

—Las que tengo con chicos de libros, ya sabes, Peeta, Darcy, Sirius, Thomas...

—Dudo mucho que un amor de libro te lleve a ingerir alcohol. ¿Acaso te gusta alguien y no nos has dicho quién? —Thiare me mira perspicaz, busca la respuesta dentro de mi cabeza. Uso mi mayor conocimiento en teatro para no lucir nerviosa, sino más bien aburrida por la acusación, pero el simple gesto de morderme lo labios hace que ella sonría victoriosa—. ¿Quién es el desafortunado?

—No es nadie.

Mis amigas se miran entre sí, y vuelven a mí.

—Si tú lo dices...

—Como sea. Debí de más y quise pedir un trago más. Recuerdo que le dije a Maya que sería el último trago. Me dirigí a la barra y me encontré a Jax... y pasó.

Sí, recuerdo cuando el rostro preocupado de Maya se presentó ante mí, pero como toda buena actriz demostré que estaba aún en mis cinco sentidos principales, aunque el sentido común estaba por el suelo. Caminé tambaleándome hasta la barra y choqué con el hombro de un sujeto que vestía chaqueta de cuero. Él hizo un gesto extrañado y habló con un sutil dejo de arrogancia e impresión:

—Chica Suicida, no creí que eras del tipo que visita estos lugares.

Mi respuesta no hizo más que encender la llama lujuriosa que se precipitaba en su mirada.

—Hay muchas cosas que no sabes de mí, Tenorio— respondí sonriendo.

Jax acercó el banquillo vacío a su lado y le dio dos palmaditas para que me sentara. Yo respondí gustosa a su invitación. Luego de eso, no hice más que abrir la boca para relatarle con delirios y sollozos sobre cómo mi miserable vida no deja que pueda expresar mis sentimientos amorosos sin avergonzarme de ellos, e ignorándolos por completo, aunque siempre se presentan. Y, por una milésima de segundo, cuando acabé el trago que el barman nos sirvió, la voz de Jax se volvió difusa.

—Puedo ayudarte a conquistarlo— sugirió, entonces todo su rostro se tornó la de mi adolescente vecino.

Un impulsivo beso fue todo lo que pude hacer, luego un gesto a las chicas con las que había ido al bar diciéndoles que me marcharía con Jax. Los besos no pararon, ni tampoco las caricias, sino que todo se fue intensificando y acabó en locura desenfrenada.

No tengo la menor idea de cómo llegué al departamento de Jax. Pero allí estaba yo, apegando mis labios a los suyos entre jadeos, con mi pálida piel enrojecida. Mi pecho subía y bajaba a un ritmo anormal mientras degustaba el extraño sabor que se mezclaba en nuestro encuentro. Mango y cigarro, esas dos combinaciones. Las manos de Jax acariciando mi espalda, mi piel ardiendo bajo una sudada camiseta y luego bajó más.

Solté un gemido. Dios mío, qué horror, lo hice.

Y lo seguí haciendo cuando besaba mi cuello, mientras sentía sus manos, mientras avanzábamos a la cama.

Cierro los ojos en un intento por olvidar los retazos de momentos que Tenorio y yo tuvimos en su departamento. Quiero atragantarme con comida.

—Oh, vieja —comenta Dell—. Tendrás que bañarte en cloro.  

.......................
Tú muy mal, Murph. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Cambiando tus Reglas TR#3 ✔️| DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora