Tú eres mi favorita

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#EncuentroEnLaTorre

#Miau

#Ay


Cubro mi rostro con el libro que voy leyendo.

Lo sé, caminar y leer a la vez es una rutina muy peligrosa, pero vamos, hoy en día las personas están metidas en sus celulares. Yo avancé un paso más allá en esta civilización prefiriendo ensimismarme con un buen libro. Lamentablemente no tengo a Thiare para que me instruya y ayude por el camino, pero tengo mi sentido auditivo: si escucho «no cruces, está en luz roja» sé que irá para mí. De lo contrario, el golpe avisa.

Ah..., mi humor.

Es el furioso motor de una singular moto la que me hace tomar extrema precaución con mis siguientes actos. Levanto la mirada por encima de mi libro para examinar lo que mi compañero de Expresión Vocal hace. Jax ha venido muy bien acompañado de una rubia de la biblioteca, a quien ayuda para bajar del emisor de ruido.

Que Jax salga con otras chicas y sea visiblemente coqueto con ellas no es una novedad, la sorpresa de todo esto es que ahora les haya tomado el interés a las rubias. Debo suponer que su etapa por las pelirrojas ha cambiado. Qué horror de ser.

Vuelvo a meter mi nariz entre las páginas del libro e ignoro las estrepitosas carcajadas que Tenorio y la rubia imparten a la universidad. Deben suponerlo, para alegrar un poco el ambiente un miércoles por la mañana —tos, sarcasmo, tos y hacer el resto de las horas más amenas. Todo sería mucho mejor si mis audífonos estuviesen buenos, pero no tengo tanta suerte y su excesivo uso los ha hecho inservibles. Una pena, no solo porque debo escuchar a Jax y su nueva víctima alardear de una falsa felicidad de pareja enamorada, sino porque en el metro las conversaciones de los demás a veces son muy interesantes y mi inquieto sentido chismoso no puede evitar querer escuchar más y más.

El espíritu de la señora Ramms me está poseyendo.

Huelo el perfume de Jax al pasar y, de pronto, el golpe propinado por la rubia al pasar junto a mí. El impacto del golpe hace que mi bolso se deslice por todo mi brazo hasta caer junto a al libro que he tirado sin querer.

—Cuidado, Ricitos de Oro.

Le lanzo una mirada a la rubia y la extiendo hacia Jax, ambos se han detenido a verme, pero ninguno se arma el interés por ayudar o disculparse. Reniego con la cabeza ante su displicencia y me dispongo a tomar las cosas, sin embargo, al estirar mi mano para recoger el libro, otra lo hace por mí.

La sonrisa caritativa de Cole es mi regalo anticipado de Navidad. Me entrega el libro, toma mi bolso y me ayuda a levantarme extendiendo su mano como invitándome a salir a la pista de baile. Acepto con gusto, claro.

—¿Qué te pasó? —pregunta acentuando en su frente una que otra arruga al hacerlo— No me digas que tropezaste por estar leyendo. Murph, debes leer en lugares seguros.

—Lo sé, lo sé; no fui la que causó esto.

Me acomodo el bolso en el hombro y miro con desaire a la rubia todavía parada contemplándome y al unineuronal también. Mi acusación va dirigida a ella, pero es Jax quien da un paso adelante.

—No fue su culpa — la defiende—, pasaba y chocó. Además, no es para tanto.

—No, lo sé, ella es de hombros anchos. —Claro, el tono sarcástico con que he aducido las palabras de Jax no le ha caído en gracia puesto que de ancha una tiene irónica y petulante sonrisa—. Lo dejaré pasar esta vez.

Cambiando tus Reglas TR#3 ✔️| DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora