A punto de cambiar

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En el momento en que cerré la puerta había dejado atrás también un sueño de cuatro años, de un instante a otro todo lo que quería y atesoraba había quedado derrumbado. Corrí por el pasillo ya sin importarme lo que pudieran pensar al verme. Tal y como me temía había comenzado a llorar y eso no podía significar nada bueno. Una vez que empezaba lo único que podía calmarme era uno de los comics de Bill y una taza de chocolate caliente, de seguro eso hubiera funcionado de no ser porque el rubio había sido justamente el causante de todo aquello. Tenía que salir de ahí cuanto antes.

No tenía tiempo de esperar el ascensor, baje por las escaleras lo más rápido que pude y por poco choco. Cuando levanté la vista del suelo vi a Rita que subía con una bandeja. Ella me miró preocupada pero no parecía sorprendida, seguramente ya sabía que algo así ocurriría.

No le di tiempo de preguntar nada. Susurré un "lo siento" entrecortado por las lagrimas y el ardor en mi garganta antes de seguir mi camino lejos de la oficina y de Bill.

Los siete pisos se hicieron nada debido a que no me detuve hasta estar en el vestíbulo de la recepción. Y ahí estaba, recargado contra la pared mientras trataba de recuperar el aliento y poner en orden mis ideas. Después de todo hay pocas cosas en la vida que te hacen sentir tan desconcertado como perder a tu ídolo. -¿Qué voy a hacer ahora?

Estaba dispuesto a regresar a casa a encerrarme en mi habitación, pero cuando iba a sacar el dinero de la billetera me di cuenta de que en mi mochila faltaba algo esencial. –no... no, no, no, ¡NO! –Mi cuaderno de dibujo no estaba en ningún lugar.

De seguro se me había quedado arriba, había salido tan rápido de la oficina de ese lunático que había olvidado llevarme mi precioso cuaderno, y por mucho que quisiera irme de una vez no iba a dejarlo en manos de Bill.

Ya más calmado y con la fuerte motivación de recuperar mi croquera llamé al ascensor. Las puertas se abrieron y una pegadiza música comenzó a sonar, pulsé el botón pero antes de que las puertas se cerraran un par de mujeres subieron también. Ambas llevaban carpetas y cafés humeantes en la mano, me sonrieron antes de seguir con su animada charla.

-¿puedes creerlo? –dijo la más alta, usaba lentes y sus vivaces ojos verdes hablaban por ella. –Marco acaba de renunciar.

-ya se veía venir. –le contestó la segunda. –nadie podría aguantar estar tan cerca del señor Cipher por mucho tiempo.

-¿Qué crees que pasará ahora? No puede hacer todo el trabajo él solo.

-tendrá que buscarse a otra persona. –ambas se miraron con una sonrisa cómplice. –no me gustaría ser el pobre que esté en su lugar.

-disculpen. –dije tratando de sonar como algo más que un chiquillo entrometido. -¿Quién es Marco? –por un segundo pensé que podrían molestarse, pero nada las hizo más felices que tener a alguien más a quien contrale el chisme.

-es el ayudante del señor Cipher. –dijo la mujer más baja. –lo ayuda con los bocetos, el orden de la historia, la supervisión del equipo. Se podría decir que es su mano derecha.

-querrás decir que era su mano derecha. –corrigió la otra mirándome. –hoy renunció.

-pero eso no puede ser... ¿Qué pasará con la próxima edición de Gravity Heroes? –ambas se encogieron de hombros como si aquello fuese algo insignificante. Cuando las puertas se abrieron ellas avanzaron por el pasillo del cuarto piso y lo último que alcancé a escuchar fue el ruido de sus zapatos de tacón y la voz de una diciendo. –si no encuentra a nadie puede que tenga que suspender la edición. –

¿suspender Gravity Heroes? Algo así debía de ser ilegal, nadie en su sano juicio lo hubiera pensado.

Cuando llegué al septimo piso todo seguía tan vacio y frio como la primera vez. No quería volver a entrar con la cabeza gacha, era como cuando Mabel y yo éramos niños y peleábamos, luego mamá me obligaba a pedirle disculpas aunque yo sabía que no tenía la culpa. Pero mi cuaderno estaba detrás de esa puerta y no me quedaba opción, así que con todo el valor que un chico de dieciséis años es capaz de reunir avancé.

No me molesté en tocar la puerta, al entrar lo vi justo como lo había dejado solo que ahora sobre su escritorio había dos humeantes platos que olían delicioso y él sostenía un cuaderno con tapas negras. –lo siento, me iré en seguida. Solo vine a buscar mi croquera. –como no me había escuchado entrar se sobresaltó y cerró el cuaderno de golpe y solo entonces me di cuenta de que no era un cuaderno con tapas negras cualquiera.

Bill Cipher está viendo mis dibujos

-¿no te enseñaron a tocar la puerta, mocoso?

-estaba viéndolos. –quería permanecer serio, pero simplemente no podía ocultar el torbellino de emociones que explotaba en mi interior. -¡en serio estaba viéndolos!

-¿quieres dejar de hacer escándalo? Solo me dieron curiosidad.

-tiene que admitir que son buenos. –le dije ya sin poder aguantarme la sonrisa.

-no son tan malos como pensaba. –Dijo extendiendo el cuaderno, ya no me miraba con sus ojos gélidos, sino que desviaba la mirada como si quisiera evitarme–pero no te hagas ilusiones.

-ya me tengo que ir... -dije guardando mis cosas, Bill hizo un gesto con la cabeza nada más. -¿puedo hacerle una pregunta?

-vas a hacerla de todos modos

-¿Qué pasará con su trabajo?

-¿a qué te refieres?

-su asistente... Marco se ha ido, ¿Qué pasará con Gravity Heroes?

-me las sé arreglar solo, mocoso.

-no puede hacerlo usted solo. Es decir... sé que es Bill Cipher, el dios de los comics pero aun así es muchísimo trabajo.

-lo dice el chico experto en el mundo editorial...- no estaba molesto, solo parecía que quisiera burlarse de mí, y vaya que lo estaba logrando, pero aunque ya había tenido bastante de su sarcasmo decidí respirar, contar hasta diez y llevar las cosas por la vía diplomática, eso era lo que los héroes hacían. Saqué el comic y rebusqué entre las páginas hasta encontrar lo que necesitaba.

-no sé mucho sobre editoriales, pero sé que ni siquiera el más grande héroe puede combatir contra el mal solo. –le enseñé la revista abierta de par en par, ahí estaba Gravity saltando a la acción junto a Neon, su fiel compañero. – ¿lo ves? Incluso Gravity necesita ayuda a veces

-¿y qué pretendes que haga señor trabajo en equipo? –Bill se dejó caer en la silla cubriéndose el rostro con el ante brazo. -¿de dónde quieres que saque a alguien competente para esto?

Y entonces surgió, al igual que surgen las ideas brillantes y que cambian al mundo.

-yo puedo ayudarte. –no sé si aquella había sido una idea tan trascendental para el resto de la humanidad, pero estaba seguro de que mi mundo estaba a punto de cambiar.

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Espero que les haya gustado y que esten super bien y no muriendo de frío como yo :C ¿les he dicho lo mucho que odio el invierno? ¿no? pues ya lo saben... no me gusta tener frío u__u

díganme en los comentarios que les pareció el cap :3 los amo

Save me (BillDip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora