Caída

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-¿señor Cipher, acaso está secuestrándome? –mi giré para mirarlo en el asiento del conductor cuando seguimos bajando por la calle en lugar de doblar hacia la editorial.

-subiste al auto por tu propia voluntad, así que en teoría no es un secuestro. –me respondió mirándome por el espejo retrovisor con una media sonrisa. No es que no confiara en él, pero por lo general me gustaba saber donde estaba parado y debo admitir que no conocía mucho más que las calles que rodeaban nuestro lugar de trabajo.

-¿puedo saber a dónde me lleva?

-maldición mocoso, no voy a venderte en el mercado negro si eso te preocupa.- soltó ofendido. –solo vamos a dar un paseo.

-vale. –dije girándome hacia la ventana para ver las calles pasar y las luces en las ventanas de los edificios que no tardarían en encender. Había sido un invierno muy frio ese año y cada vez quedaba menos luz de día, era cuestión de tiempo para que el sol se pusiera dando inicio a la noche en Nueva York., el lugar donde los sueños se cumplen... el mío se estaba cumpliendo justo entonces.

~

Por más que lo viera trabajando cada día, que fumara y maldijera como adulto, hasta entonces no había notado realmente la diferencia de edad entre Bill y yo. De haber estado saliendo con un chico de 16 de seguro me habría llevado al cine y luego a comer comida rápida de dudosa procedencia. En el caso del señor Cipher había sido un poco extremo y hasta excéntrico haberme llevado al teatro. "estamos en la ciudad del arte mocoso. No veremos una película barata" había dicho antes de arrastrarme al balcón que había reservado en la sala.

No diré que no lo disfruté, la obra fue divertida sin mencionar que el mayor no me había soltado la mano en todo el camino, solo me sentía un poco extraño aun con la mochila colgada al hombro y usando jeans y sudadera rodeado de tanta gente tan elegante. Pero no terminó ahí... luego del teatro pasamos a comer a la versión francesa del Mc Donalds. Un restaurant cuyo nombre ni siquiera podía pronunciar y en donde una mesa debía costar una barbaridad. Pedí lo único que me pareció familiar, no iba a arriesgarme a comer algo con un nombre extraño en la carta. Mi único consuelo era que al parecer el señor Cipher se sentía tan incomodo y fuera de lugar como yo.

-¿señor Cipher?

-¿mmm?... –dijo dándole vueltas a un misterioso trozo de carne azul en su plato y sin levantar la mirada

-fue muy amable en invitarme, pero no cree que esto es un poco... ¿demasiado? –solo entonces levantó la cabeza para verme y me topé con su ceño fruncido y sus mejillas que se teñían de rojo.

-solo quise hacer algo especial. –de pronto un grupo de hombres se acercaron a la mesa, todos con un instrumento de cuerdas listos para iniciar una serenata, pero cuando vieron al mayor haciéndoles señas para que se fueran se retiraron tan silenciosamente como habían llegado, estaba en lo cierto, todo esto si era demasiado. Bill dejó el tenedor en el plato y se recargó cansado en su silla soltando un suspiro. –no puedo comer esto, ni siquiera sé si sigue vivo.

-debió haber pedido una ensalada.

-debes pensar que soy patético, quería recorrer la ciudad contigo y terminé trayéndote a este lugar lleno de tipos con traje y comida extraña.

-no ha sido malo del todo, hemos estado juntos. –traté de ayudar aunque su sonrojo solo se intensificaba con cada cosa que decía. –conozco un lugar al que podemos ir... si es que aun quiere ver la ciudad.

~

Nuestro lugar en la noria estaba legando hasta el punto más alto en donde podíamos ver toda la ciudad, literalmente teníamos nueva york a nuestros pies y yo no podía hacer más que ver el divertido rostro del mayor crispándose de miedo con cada ruido metálico que soltaba el viejo juego en la feria. –pudo haberme dicho que le asustaban las alturas.

-no me asustan las alturas. –soltó a la defensiva justo antes de que la rueda sonara otra vez. Bill me apretó la mano en un reflejo y yo la sostuve con fuerza reprimiendo una sonrisa.

-ha sido un día hermoso, pero... no dejo de pensar que hay algo que no me ha dicho.

-no se te escapa nada ¿cierto? –me encogí de hombros ahora sonriéndole abiertamente. A veces el señor Cipher podía ser muy obvio, y obviamente... un jefe no sale a pasear con un simple empleado porque se le viene en gana sin más. –quería preguntarte si... umm... tu quisieras... eso.

-no le entiendo. –claro que si lo entendía, y me estaba costando mucho quedarme tranquilo sin saltarle a los brazos a llenarlo de besos, pero si había esperado tanto y con tantas ganas por ese momento, podía aguantar unos segundos más hasta oírlo salir de sus labios.

-ya sabes... que dejáramos de ser tu y yo y ser... nosotros. –pobre señor Cipher, parecía que en cualquier momento explotaría de vergüenza, y todo habría sido graciosísimo si no hubiese soltado un suspiro al final. Terminó por bajar los hombros y decir despacio. –lo siento mocoso, no sé por qué pensé que sería una buena idea.

-¿de qué habla?

-sabes de qué estoy hablando. –por primera vez desde que subimos a la noria sus ojos se encontraron con los míos, y en la oscuridad parecían mucho más brillantes y profundos, llenos de historias y secretos por descubrir. –no sería justo que te pida que estés conmigo, solo eres un niño... no tienes que aguantarme toda mi mierda.

-¿pero de que está hablando? –dije apretando las manos en puños viendo como la esperanza se iba alejando de ambos. –no sé qué lo hace hablar así, pero sí pero si piensa eso de usted mismo está muy equivocado.

-tienes que admitir que no soy el hombre que esperabas.

-no lo es. Usted es un hombre real, uno que he aprendido a conocer y amar. –nos fuimos acercando hasta que nuestras frentes se tocaron, era tan intimo y especial, una parte que nadie había visto del rubio y que quería guardar solo para mí. –lo amo señor Cipher. –le dije en un susurro. –quiero estar con usted.

-¿incluso si estoy a punto de caer a un abismo?

-no voy a soltarlo nunca.

-¿y si no puedes evitarlo?

-entonces me lanzaré también. –el señor Cipher y yo nos besamos. La noria se quedó parada en su punto más alto como si no quisiera interrumpir con su movimiento el hermoso momento que habíamos creado, ese donde solo existíamos nosotros para amarnos. No nos importaba la ciudad a nuestros pies o el chirrido del metal, no importaba tampoco la caída si estábamos juntos.

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Save me (BillDip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora