CAPÍTULO 34

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JESÚS

Pico a la puerta de la casa de mi chica y mientras espero me coloco bien el pañuelo que adorna mi cuello. Esta vez mi querido hermano del alma ha escogido uno de lunares blanco y rojo, parezco una sevillana.

Como siempre me siento incómodo y bufo sabiendo que es lo que tengo que hacer para que María siga confiando en mi. Para que se de cuenta que nuestro destino es estar juntos.

Tengo que seguir fingiendo ser Pedro. Aunque me cueste y haya veces que quiera mandar a la mierda, tengo que seguir haciéndolo. Es por mi bien, es por su bien, es por nuestro bien.

La puerta frente a mí se abre y me llevo una enorme sorpresa al darme cuenta de que es María la que abre. Nunca me había abierto ella, más que nada porque no le dejan. Me sorprende.

Pero se le ve distinta. No sonríe, solo mantiene la vista fija hacia delante, como si realmente pudiera verme y no puedo negar que me intimida un poco bastante, por no decir mucho muchísimo.

Siempre me han gustado sus ojos, pero esta vez siento que esta observándome, cuando sé que eso no puede ser posible. Es como si quisiera leer mi interior y no entiendo que está pasando.

Carraspeo la garganta y me dispongo hablar porque me he quedado callado como un tonto delante de ella como siempre me pasa. Todavía sigo sin saber como reaccionar ante ella. Me sigue poniendo tan nervioso como el primer día.

Y: hola María, soy yo mi cielo, Pedro

Intento que mi voz suene femenina, y hasta los movimientos de mis manos me hacen quedar como una mujer. Soy un hombre que se mete mucho en su papel, y si lo hago, lo hago bien. Es una forma de que sea más sencillo para mí, si solo cambio mi voz y nada más se me hace más difícil fingir durante tanto rato.

Una sonrisa adorna el rostro de María y enseguida me relajo, todo sigue igual. Sigue siendo mi amiga, bueno la amiga de Pedro y el amor de mi vida en mi caso.

M: oh pasa Pedro no te quedes en la puerta , hoy tenemos que hacer muchas cosas

Una sonrisa extraña llena su rostro y me vuelvo a tensar. Esa sonrisa no me gusta, no me gusta para nada. Algo está tramando y no quiero saber qué es. Bueno si quiero saberlo pero me da un poco de miedo.

Y: claro vamos

Avanzo por delante de ella y me dirijo hacia su habitación, donde pasamos la mayor parte del tiempo. No le gusta salir mucho a la calle, o más bien si le gusta pero el da vergüenza caerse, hacer el ridículo, que la miren con pena, etc... Siempre le digo que ignore a los demás, pero entiendo que sea difícil.

María aparece tras de mí y se sienta en la silla giratoria que hay en su cuarto. Esa donde pasa gran cantidad de su tiempo.

Después de unos días ya no necesita ayuda para ir caminando por la casa, se la conoce a la perfección y no me puedo alegrar más de ello. Sé que se siente orgullosa de si misma y yo estoy muy orgulloso de ella. Puede lograr cualquier cosa que se proponga.

Y: y qué quieres hacer hoy?

Siempre que estamos juntos me divierto como nunca. Bueno mejor dicho sería: me divierto como siempre que estoy con ella. Es aburrida no tenerla en mi vida.

La echo de menos, echo de menos poder ser Jesús, echo de menos poder besarla siempre que quiera, echo de menos acurrucarla en mis brazos siempre que tenga frío, echo de menos poder cogerla de la mano y sentir su fría mano en contacto con la mía que siempre está caliente y que me diga que adora cogerme la mano porque siempre está calentita.

POLOS OPUESTOS-Jesús Oviedo {ACABADA} EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora