capitulo 21

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-Amelia, ¿puedo pasar?-

La voz de Diego se escuchaba desde el pasillo, tome una almohada y la coloque en mi cara.

Me encontraba en mi habitación, aun muriéndome de la vergüenza.

¿Cómo pude confundirme de esa manera? ¿Cómo pude ser tan torpe?

Luego de que me di cuenta de mi tremenda torpeza salí corriendo y tome un taxi a casa.

Son las 8:30 p.m. mama tiene media hora de haber llegado, lo sabe todo, se lo conté en un muy muy resumido comentario.

Y si, ella también rio como loca, eso solo sirvió para que mi vergüenza aumentara.

Ahora como vería a Diego a la cara.

-Nooo- dije en un susurro.

-Lo siento Amelia, pero debo entrar-

Presione la almohada más contra mi rostro. La puerta se abrió y cerró, luego sentí su peso en una de las esquinas de la cama, tomo la almohada y la aparto de mi rostro. Cerré con fuerza los papados, mis mejillas se calentaron, coloque mis manos sobre mis ojos, no podía verlo, aunque eso era lo que más deseaba, no lo había visto durante el día, y cuando lo pude ver, dije puras tonterías, quería que la tierra me tragara.

Mi cuerpo se relajo al instante.

Sentí sus labios sobre los míos, sentí como los separaba, como los acariciaba en un beso lento, cargado de espera y anhelo, mis manos se enrollaron en su cuello y poco a poco nos sentamos. Mis ojos aun se encontraban cerrados, mis labios aun se encontraban cerca de los suyos, mis dedos aun acariciaban y se enredaban en su cabello.

-Te extrañe, te extrañe mucho, te extrañe como un loco- dijo en un susurro, su aliento a menta y canela se adentro en mis fosas nasales y sus labios acariciaron los míos con cada palabra.

-Yo también te extrañe, te extrañe mucho- y luego lo abrace tan fuerte como pude.

-intente llamar pero la línea siempre sonaba ocupada y luego ya no pude por... tu sabes... el hospital-

Recordarlo me hacía sentir nauseas.

-Siento mucho todas esas estupideces del hospital... además también intente llamarte por la mañana pero la línea también se encontraba ocupada-

-¿Llamaste por la mañana?-

-Si- dije buscando el móvil y las llamadas realizadas- ve fue a esta hora-

Diego miro mi móvil y a mí, luego soltó una gran carcajada, saco su móvil y me mostro las llamadas, no lo pude evitar y también reí.

¡¡¡Nos llamamos al mismo tiempo!!!!

-¿Destino o casualidad?-

-En definitiva es destino- dije sonriéndole.

-yo también lo creo- dijo tomando mi mejilla- también creo que es el destino-

Pegue mi frente a la suya, luego de unos segundos me acomode en su pecho y Diego se acomodo en la cabecera, jugueteaba con uno de mis rizos

-Ahora, debo preguntar, ¿enserio crees que soy sexi?-

Me quede de piedra.

Diego comenzó a reír y yo no pude hacer mas que ocultar mi rostro y reír junto con el.

Me dio un beso sobre la herida en mi cabeza.

-Amelia, te quiero, y te querría y te querré aunque nuestro amor no sea como el destino lo desea. Nunca lo olvides, tú eres mi corazón-

Me senté torpemente sobre sus piernas y lo bese, lo bese como nunca. Lo bese... y por primera vez todo se volvió nada, todo era nada y nosotros lo éramos todo.

Sus brazos me envolvieron en un fuerte abrazo de oso.

-¿sabes que es lo realmente lindo?-

-¿Qué?- dije mirándole a los ojos con una enorme sonrisa.

-Que a pesar de estar un poquito drogada, te siga gustando y que admitas que soy sexi- me miro sumamente divertido y yo sentí mi cara ponerse levemente roja.

Me dio un pequeño beso en los labios.

-¿Puedo hacerte una pregunta?-

-¿Es sobre el hospital?-

-Sí, pero si no...-

-No te preocupes, está bien. Puedes preguntarme lo que quieres-

Baje la mirada hacia nuestros regazos, y me di cuenta de que aún estaba sobre él, sobre sus piernas, sobre sus fuertes y largas piernas y me sentí como una niña haciendo algo prohibido. Me sonroje. Aplaste dura y fuertemente mis dedos, me sentía incomoda pero la curiosidad me mataba, no quería que pensara que era de esas novias controladoras, solo quiero saber, ¿Por qué lo hacía?

-Amelia- dijo sujetando mi mentón y elevándolo hasta que su penetrante mirada azul se metió en mí, hasta que sus ojos se unieron a los míos, hasta que atravesó mi alma- No te preocupes, enserio, no me molesta que preguntes, al contrario, quiero que tu más que nadie lo sepa-

Le sonreí.

-Solo me preguntaba, ¿Por qué haces esto por el hospital? ¿Por qué no me lo contaste ayer? No se... tal vez pude ser útil en algo, no lo se- volví a masacrar mis dedos sin soltarme de la mirada de Diego.

Su nariz comenzó a arrugarse y sus dedos a picarla, parecía estar pensando muy bien lo que diría.

-Es algo que he hecho desde hace dos años, en mi antiguo vecindario había un grupo de chicos que visitaban a niños en los hospitales cada fin de semana, una vez una amiga me invito a ir, y digamos que... sentí algo, sentí que debía hacerlo.

Mientras hablaba no dejo de ver hacia el vacío, y yo no deje de ver su rostro, parecía que me estaba enviando miles de mensajes que mi mente no era capaz de descifrar.

Lo observe muy detenidamente, parecía estar en otro mundo, era como si su alma y mente no estuvieran ahí.

Eleve mi mano y la lleve a su mejía, pareció reaccionar, sus ojos azules se desviaron del vacío y se clavaron en los míos, el acaricio mi cabello muy lentamente.

Me acomode en su regazo y mi frente se topó con la suya en una suave caricia. Cerré los ojos.

-No digas más- dije en un susurro para luego sentir como sus brazos me aferraban, se sujetaban tan fuerte que parecía estar tratando de evitar que me fuera, que me esfumara. Coloque mi mejilla en su pecho y sentí el latir de su corazón.

-te quiero Amelia- dijo susurrándome al oído.

<3


Un Café Por la Tarde©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora