Cuanto odio esperar, ver el reloj y sentir que los segundos son eternos y en su trayecto se ríen de ti porque no puedes hacer nada para cambiarlo.
Han pasado dos horas desde que Diego sufrió el paro cardiaco, yo estaba con él.
Siento mi pecho despedazarse cada vez más, las lágrimas salen de forma silenciosa y quiero gritar, quiero sacar el dolor que me esta carcomiendo, quiero estar con el y abrazarlo, sentir su calor y que el sienta el mío, que sepa que estoy aquí con el, que no lo abandonare y que nunca lo hare.
-ten- escucho la voz de mi madre y miro como me ofrece un vaso de café, solo de pensar en tomarlo, se me revuelve el estomago.
-Gracias, pero no tengo apetito-
-debes comer, Amelia, debes de estar fuerte-
Me miraba con preocupación.
Ser fuerte, que fácil es decirlo.
-Estoy tratando mama, y mi fuerza me dice que no quiero comer ahora- trate de que mi voz sonara clara y dura, me sentí mal por mama porque ella lo hace por mi bien, se preocupa por mí, pero en estos momentos lo que menos interesa es si como o no, solo quiero que un médico salga por esa puerta y me diga que Diego está bien.
Cuatro horas.
Cuatro estúpidas horas sin saber nada de Diego y las lágrimas se agotaron a las teres horas, ya no puedo llorar.
Miro el reloj y puedo escuchar como hace tic tac, tic tac, una y otra vez, y los recuerdos inundan mi memoria como una especie de película y puedo sentir la ansiedad de nuevo en la palma de mi mano, siento el nerviosismo y siento como el tiempo se apiada de mí.
.....
Reviso de nuevo mi aspecto en el espejo y siento de nuevo las mariposas de lo esperado en el estómago, hoy saldré con Diego y estoy lista para dar el siguiente paso.
Escucho como el timbre suena y siento que mi cuerpo está a punto de derretirse e irse a una esquina donde nadie pueda verme.
Bajo las escaleras y siento como mis piernas tiemblan.
-hola- dice Diego con las manos metidas en las bolsas de los pantalones.
-hola- digo y mis manos se pasan frenéticamente sobre mi vestido, Diego me mira a los ojos y la sensación me invade... de nuevo.
-¿estas lista?-
-nunca lo he estado más que ahora-
Nos dirigimos hacia la motocicleta, ya estaba acostumbrada a la forma de conducir de Diego.
Nos detuvimos y mi mente trajo a mí el recuerdo de la primera cita, estábamos en la playa, cerca de una pequeña cabaña.
-vamos a caminar- dijo Diego tendiéndome una mano, y yo la tome.
-claro-
Caminamos y charlamos de mucho y de nada en realidad, solo eran cosas banales, sin importancia, reímos y besamos a la orilla de la playa, cuando el sol comenzó a ocultarse una suave lluvia comenzó a caer, caminamos tomados de la mano hacia la cabaña.
-te tengo una sorpresa-
-enserio- dije con la alegría que un regalo sorpresa puede darte.
Diego metio la mano en la bolsa de atrás de su pantalón, y vi como de sus manos resbalaba una pequeña cadena.
-es para ti- dijo, y sentí perder la respiración, sonreí con tanta felicidad y me lace a los brazos de Diego.
Era la concha que había encontrado en nuestra primera cita.
Levante mi cabello y Diego coloco la cadena alrededor de mi cuello, sus dedos rozaron levemente mi piel y sentí un cálido placer pasar por mi cuerpo y situarse en mi vientre, cerré los ojos instintivamente.
Estaba a punto de abrirlos cuando los labios de Diego atraparon los míos, aprisione su cuello y sentí como todo mi cuerpo deseaba sentir sus manos, deseaba ser tocado por sus dedos.
Diego me tomo de los muslos y me elevo y enrolle mis piernas alrededor de sus caderas, nuestras frentes se tocaron en un intento de recuperar el aliento.
-te amo, Amelia, pero no quiero obligarte a nada, puedo esperar-
-pero yo ya no quiero esperar, te amo Diego, y esto es lo que quiero y lo quiero con tigo-
Diego cerró los ojos y yo bese cada centímetro de su rostro, hasta que mis labios tocaron los suyos y en ese momento nadie podría volver a separarme de Diego Montesano.
Sus manos me despojaron de mi vestido y mis manos arrebataron su ropa, Diego tocaba mi cuerpo con vehemencia y yo no podía hacer otra cosa más que sentir e intentar no derretirme entre sus brazos, sentía como una luz se encendía en mi centro y no podía controlarlo. Tome el rostro de Diego entre mis manos y lo bese, diego me arrebato más que mi virginidad ese día, me arrebato el alma, y nunca había estado más feliz con eso.
Acostados, sobre la madera, Diego se enterró en mi con más dulzura de lo que nadie pudiera dar, absorbió mi dolor y mis lágrimas con sus labios, nunca había sentido un dolor tan placentero y deseable como el de ese dia.
Tic toc, tic toc.
El tiempo me llevo y de nuevo me trajo a la realidad.
>.<
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Un Café Por la Tarde©
Teen Fictionsi tuviera que describir el amor... ahora, que han pasado tantos años, diría que es inusual, mágico, inesperado, doloroso.... pero nunca diría que es complicado. ahora que lo pienso, siempre fue el destino o tal vez la casualidad, la que me llevo es...