CAPITULO 28

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Camine hacia él.

Diego no se movía, solo, me observaba.

Conforme me fui acercando mi corazón se fue destrozando.

Estaba muy pálido.

Sus ojos estaban obscurecidos por ojeras.

Ambos brazos los tenia conectados a unos aparatos que estaban junto, a lo que pude deducir, era su cama.

Acelere el paso hasta quedar frente a el.

Nos miramos directo a los ojos y pude notar su miedo, su dolor, su angustia.

Desvió la mirada y yo no podía dejar de llorar, mis ojos se abrieron como platos al ver que tenía moretones en el cuello.

-Porque no me lo dijiste, se... se supone que soy tu novia Diego, te quiero-

-yo te lo dije-

-¿Qué?-

-Te dije que solo era un caminante-

Me quede sin respiración y las lágrimas salieron con más fuerza.

-eso no es cierto-

-si lo es Amelia- suspiro y me miro directo a los ojos, estaba serio, parecía enfadado- es muy cierto, y no quería decírtelo porque no quería que me vieras como lo estás haciendo ahora-

-¿de que hablas?-

-no quería que me vieras con lastima-

Estaba totalmente desconcertada, no sabia que pensar, Diego estaba ahí, frente a mi.

En un hospital... enfermo.

-Se acabo Amelia- dijo en un susurro

- A que te refieres?- dije cerrando los ojos con fuerza, sabia lo que pasaría, pero no quería aceptarlo.

-Es hora de que me valla de tu vida... recuerda que soy un caminate- y esto, lo dijo en un susurro.

-No!!!!- dije elevando la voz- que crees que haces- y me acerque a él, tome su rostro entre mis manos y su frente se pego a la mia

-Si, Amelia-

-Diego, que pasha- cerré los ojos

No recordaba que la pequeña estaba a mi lado.

-Hey, no pasa nada- dijo Diego regalándole una de sus hermosas sonrisas.

-¿Es cierto que tu degalas azucal?- dijo la pequeña

Diego soltó una pequeña risa

-¿Quién te dijo eso Maria?

-Ella- dijo señalándome con su dedito- ella dice que los buenos amigos legalan mucho azucal

-los buenos amigos te endulzan la vida- dije en un susurro

-ashi que me legalas azucal, no impolta si lo pilo en algodón, esque me gusta mas el algodón- dijo abrazando a Diego

-claro que no importa, solo si me prometes que te comeras todo lo que te den las enfermeras, tu hermano ya me dijo que volviste a dejar todo-

-pelo sabe mal, no tiene sal- no pude evitar sonreír, Diego también lo hizo.

-Maria- dijo a lo que pude deducir era su hermano- te he estado buscando, es hora del medicamento-

-voy helmanito- dijo mientras salía corriendo para poder caer a los brazos de su hermano, se notaba que la amaba mucho, la abrazo con tanta ternura, que removió mi corazón.

Diego se puso de pie y paso junto a mi sin decir ninguna palabra, se acostó.

-Y esto es todo Diego, se acabó solo porque tú dices que se acaba-

-No... no es porque yo lo digo... la vida así quiso que pasara-

-Y te darás por vencido-

-Amelia crees que no he luchado- y sus ojos se llenaron de lagrimas-Crees que no he buscado formas de poder vivir, nadie quiere donarte un corazón así por así-

-Corazón- Dije en un susurro

Diego cerro muy fuerte los ojos, no quería que supiera.

-Amelia, debes irte-

-¿Que?-

-Por favor, Amelia, vete- Diego tomo su cabeza entre las manos.

Camine hacia él, su rostro aun veía el suelo, coloque mis manos a los lados de su cabeza y la levante lentamente, sus ojos estaban cerrados, no quería verme, mis ojos aun lloraban, no quería dejarlo, no podía dejarlo.

-Amelia, por favor... vete- dijo con mucho esfuerzo.

Solté su rostro y poco a poco fui retrocediendo, Diego lentamente se acostó en la camillas y se colocó la mascarilla, no podía respirar. Se encogió en la camilla hasta quedar en posición fetal, y sostenía su pecho con fuerza, le dolía, le dolía respirar.

Abrió los ojos y su mirada me suplicaba que lo dejara.

Los pedazos que me quedaban de corazón se desintegraron, di media vuelta y camine hacia el ascensor.

Nunca debí venir.

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Un Café Por la Tarde©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora