Capítulo 2

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Me levanté del elegante sillón negro en el que la secretaria me había dicho que podía esperar, estaba nerviosa, nerviosa que sentía que podría vomitar en cualquier momento, en la noche no pude dormir de dar tantas vueltas en la cama pensando en que lo volvería a ver, después de más de tres años lo volvería a ver.

Me parecía tan increíble cómo es que apenas puse un pie en Londres y todo el pasado volvía a mí. Alguien allá arriba debía estar enojado conmigo por alguna razón, y ahora me puso aquí en un lugar que nunca quise conocer, a punto de ver al hombre que me hizo más daño del que alguna vez imaginé.

Alise mi falta lápiz negra que llegaba muy por debajo de mis rodillas y me acomode nuevamente el saco blanco. Me había vestido sumamente formal, después de todo está era una reunión de negocios y nada más.

Di una larga exhalación y seguí a la mujer que amablemente me guiaba por un largo corredor en donde se encontraba la oficina de Hudson Hartley Brahuer.

Escuchaba el repiqueo de mis tacones de suela roja, cada sonido hacia que me pusiera más y más nerviosa, no estaba lista para esto, nunca me prepare para volverlo a ver, porque nunca me planteé la descabellada idea de volver a encontrarlo en mi camino.

Cada paso me conducía a él, como si fuera yo la que lo buscaré después de tantos años, y esto era lo que menos quería, menos ahora.

Pare en seco, las fuerzas para respirar me estaban abandonando, necesitaba un momento a solas.

- ¿Se siente bien señorita? -la secretaria me miro un poco preocupada, era una mujer de unos 40 años de pelo castaño con una mirada muy amable.

-Yo... si, sólo necesito un momento a solas. Antes de entrar, podría señalarme donde está el tocador.

-Por supuesto, sígame.

La seguí como me lo pidió, desviándonos sólo un poco del largo corredor.
Un baño lujoso me esperaba al otro lado de la puerta.

-La diré al señor Hartley que en un momento va.

-No, sólo serán unos segundos, no le avise -mi voz sonó un poco desesperada, pero si ella le avisaba perdería la ventaja que tenía sobre esto.

-Está bien, la espero a fuera.

Asentí. Por fin tenía un momento sola, sentía que me estaba ahogando, suena exagerado, pero así me siento después de tantos años, es como si en un segundo nada cambiara y volviera a ser la misma tonta de antes.

Moje mis manos y tomé una toalla que estaba elegantemente doblada en el tocador para igualmente mojarla y pasarla poco a poco por mi rostro, me veía pálida y es lo que menos quería.

No quería proyectar debilidad, ni nada por el estilo. Ya no era la misma chica de 22 años, era una mujer de 25 que había aprendido en tres años lo difícil que puede llegar a ser la vida conociendo el amargo sabor del dolor.

No acostumbraba ponerme rubor, pero esta vez mis mejillas las necesitaban.
Saque el neceser y retoque mi maquillaje, un delineado perfecto y mi labial rojo. Me había recogido el cabello en un formal y elegante moño.

Me mire al espejo decidida, era hora de verlo de nuevo, esta vez haría lo que un día me prometí.

Será como si nunca hubiera existido.

Salí del tocador y la amable mujer me esperaba.

- ¿Ya se siente mejor señorita?

-Sí, gracias sólo fue un pequeño malestar.

Sólo a ti te puedo amar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora