Capítulo 28

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 Decir que todo fue un desastres es ser optimista, después de mi alocada confesión de amor y de que la gente aplaudiera y gritaran a un coro „beso". Deniss salió huyendo, se soltó de mi agarre y a paso rápido, por no decir corriendo con dificultad por sus zapatos; se dirigió hasta el estacionamiento donde estaba su automóvil.

Ahora estoy aquí, yendo detrás de ella, quedando como el estúpido más grande de la historia después de gritar a los cuatro vientos que estaba absolutamente enamorado de esta chica, y me importaba una mierda si me veía como un anciano a su lado... no, la verdad es que si me importa, porque no quiero que me vean como su tío o algo por el estilo, quiero ser el hombre que cuide de ella, su pareja, su amigo... su todo. Es egoísta, sé que llega a sonar así, pero la necesito tanto, la amo tanto, y sé que la amo porque nunca en mi vida había deseado algo con tantas ganas como a ella.

Tenía la mente en blanco, no tenía ni la más remota idea de lo que debe estar pensando, si está enojada, feliz, triste, no sé y no tener conocimiento de que es lo que piensa y siente me carcome los sesos.

—Aléjate Hudson, vete y déjame en paz.

Estaba a unos pasos del estacionamiento donde muchos autos se encontraban perfectamente estacionados.
Ignore por completo sus palabras, no me alejaría de ella, no lo haría una vez más.

—No me iré, te dije que te acompañaría y eso haré, no puedes conducir sola por más de dos horas.

Se detuvo frente a un Mini rojo, sí, ese es su auto ahora lo recuerdo estacionado en la empresa.

— ¿Sabes? Tal vez pensé en la posibilidad de que me acompañaras, pero eso fue antes de que hicieras —intento hacer algo con las manos —todo eso de allá.

—Por qué no dices lo que es, hice una confesión y lo sabes.

— ¡Lo sé! —Exploto —No soy estúpida ¿pero en serio crees que creeré toda esa mierda?

—Debes creer porque todo lo que digo es lo que siento.

No quería enojarme, juro por Dios que no quería hacerlo, pero esta mujer es tan terca, y aunque muchas veces eso es caliente, justo ahora estaba logrando enfadarme por no creer en mí.

— ¿Y que hay con lo que yo siento? —me miro con enojo nuevamente —Claro, siempre se trata de ti, de lo que sientes, de lo que quieres, pero por que no te detienes un momento a pensar que es lo que siento y quiero realmente ¿Crees se quiero una confesión en medio de una decena de desconocidos? ¿Crees que haciendo eso me tiraré a tus brazos? Haces todo esto olvidándote de todo el daño que me hiciste en el pasado. Sabes si quiera como he vivido todo ese tiempo, te llegas a imaginar lo que sentí después de despertar en tu cama y no encontrarte ahí. Sabes lo que sentí al esperar todo el día en tu departamento esperando que llegaras o el cómo me sentí los días y semanas siguientes ¿Siquiera logras imaginarme por un segundo? —me miro fríamente –Y no, no es necesario que contestes porque tu comportamiento responde eso.

Me había quedado en blanco, sus palabras reflejaban dolor y desesperación. Tenía razón, tenía tanta razón, no supe nada de ella después de esa fatídica noche, no tenía idea de que se había ido a Francia, no lo sabía hasta que conocí a Ángel, no me preocupe por cuidarla aunque fuera desde las sombras, no tenía idea de nada, ella tenía razón.

Al mirarla tan dolida, tan triste e indefensa, quería tomarla entre mis brazos, quería con eso borrar todo el dolor, pero las cosas no son así de sencillas.

Esta vez si la había jodido.

—Y arregla toda esa mierda, porque estoy segura que todo lo que acabas de hacer ya se encuentra en Internet, no quiero que mi familia se llegue a enterar de lo que paso, mucho menos Max. — ¡¿Por qué tenía que mencionar a ese jodido francés? —Además no creo que quieras manchar tu reputación de prestigioso empresario.

Sólo a ti te puedo amar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora