Capítulo 19

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Julieta

- ¿Y quién me va a entregar sus emociones?, ¿Quién me va a pedir que nunca le abandone?, ¿Quién me tapara esta noche si hace frío?, ¿Quién me va a curar el corazón partio? - Reí al escuchar a mi abuela cantando. Miré a Maia que parecía nerviosa.

- Tranquila, ella es agradable. - Le murmuré antes de ir a abrazar a mi abuela que seguía cocinando. - Abuelita.

- Mi niña, ¿Cuándo has llegado?

- Cuando Alejandro empezó a cantar, - Ella rio levemente. - Tío Harry me ha dejado entrar antes de salir a su trabajo.

- Ese muchacho se ha ido sin desayunar. - Ella negó con el ceño fruncido antes de ver hacia la puerta de su cocina.

- Oh, abuela ella es Maia. - Maia se acercó y estiró su mano, mi abuela rio antes de atraerla a su pequeño cuerpo para abrazarle.

- No seas tan americana, joder. - Yo rodee mis ojos con una leve sonrisa, mi abuela era una persona cálida que no se acostumbraba a las "actitudes americanas". - ¿Eres amiga de mi nieta favorita?

- Abuela, soy tu única nieta. - Ella se encogió de hombros mientras Maia me miraba sin saber que decir. - Estamos saliendo.

- Oh, ella es muy guapa. - Le guiño un ojo antes de volver con el desayuno. - ¿Ya han desayunado?, están muy delgadas.

- Planeaba que tus alimentaras hoy, abue. - Ella sonrió.

- Vayan a la mesa, estos panqueques estarán listos en segundos. - Yo besé su mejilla antes de tomar la mano de Maia llevándola al comedor.

- Tu abuela es agradable. - Sonreí levemente. - Es una casa muy bonita.

- Bueno, cuando nos mudamos aquí mis abuelos ya vivían acá con mi tío Harry. Mi abuelo era marinero, así que tenía una buena pensión y mi abuela tiene un restaurante de comida española. Mi tío Harry es cocinero y trabaja ahí también como administrador.

- ¿Y dónde está tu abuelo?

- Oh, él murió hace unos años. - Mi abuela nos dejo un plato lleno de panqueques a cada una. - José era mayor que yo, y era un glotón, le dio un infarto. - Yo hice una leve mueca.

- Lo lamento. - Maia habló.

- Oh, no tienes que preocuparte, cariño. - Mi abuela volvió a la cocina con una pequeña sonrisa.

- ¿Estás bien? - Maia preguntó.

- Si, tranquila. Mi abuelo se llevaba unos 10 años con ella, ella era joven cuando tuvo a mi padre. - Suspiré. - Estuvo con él casi toda su vida, incluso tiene tatuado su nombre.

- Eso es romántico y cool. - Ella sonrió. - Gracias por invitarme a pasar el día contigo. - Ella se inclinó a besarme pero se separó rápidamente cuando mi abuela puso las salsas sobre la mesa.

- No os preocupéis por mi, jovencitas. - Ella rio levemente. - ¿Me podrían ayudar con mi jardín?

- Claro que si, señora. - Maia se apresuró a contestar.

- Llámame Lana, mis amigas solían decirme Lana Banana. - Ella rio mientras se servía un poco de jugo.

Pasamos el desayuno entre las historias de mi abuela, en las cuáles en muchas terminaba siendo avergonzada y Maia tomaba mi mano mientras reía. A mi abuela parecía agradarle bastante y eso me ponía feliz, Maia se estaba volviendo alguien importante en mi vida y yo recién lo estaba notando.

Preparaba limonada mientras veía a través de la ventana como Maia trabajaba en el jardín junto a mi abuela. Ella se veía tranquila plantando las semillas que le había dado mi abuela.

- ¿Aún siguen aquí? - Miré a mi tío antes de asentir. - Estupendo, traigo un montón de comida. - Él sonrió dejando las bolsas sobre la mesa de la cocina. - ¿Estás saliendo con esa chica?

- Sí. - Me limité a asentir.

- Me alegra que...

- ¿Ahora si lo entiendes? - Lo miré fijamente a sus ojos. - ¿Ahora si ves que no es sólo una etapa?

- Julieta...

- Julieta nada, eres mi tío y cuando te lo dije fue porque confiaba en ti, te necesitaba para decírselo a mis padres pero tú sólo me dejaste ahí, me dejaste. - Vi la culpabilidad en sus ojos y volví a la limonada.

- Sé lo que hice, Julieta. Pero no me puedes culpar toda tu vida por eso, lo lamento, ¿Bien?, no lo entendía y no pude apoyarte como debía y te prometí. - Él se puso a mi lado apoyado en la barra. - Todos cometemos errores, y todos merecemos la oportunidad de enmendarlos. - Lo miré por el rabillo de mi ojo. La puerta corrediza fue abierta y mi abuela le tiró los guantes a su hijo menor.

- Ponte a trabajar, Harry.

- Pero mamá, acabo de llegar del trabajo. - Se quejó.

- ¿Dejarás que tu vieja madre trabaje con este sol?, además vives bajo mi techo y siempre puedo tirar tus cosas a la basura. - Él bufo antes de ponerse los guantes. - Y se amable con nuestra invitada o tendrás que limpiar los platos del restaurante durante toda la semana. - Él asintió yéndose al patio trasero. - ¿Estás bien, cariño? - Yo asentí. - Estás destrozando esos limones. Si sigues así sabrá a furia esa limonada. - Yo dejé de hacer lo que hacía para mirarle.

- Extraño a tío Harry, pero no puedo disculparle así como así.

- Creo que él lo sabe.

- ¿Lo han hablado? - Ella negó acercándose a las bolsas de comida.

- Conozco a mis hijos, además ha traído pizza, tu favorita. - Ella sacó un pedazo con una sonrisa. - Esta bien que no puedas perdonarle así como así, el perdón se gana. Pero, tú tienes que darle la oportunidad para que él pueda ser perdonado.

- Eres tan sabía, viejita. - Le abracé besando su mejilla.

- Lo sé, quizás escriba un libro. - Yo sonreí. - No, que pereza me quitaría tiempo de ver mis telenovelas. - Mi abuela estaba loca. - Ve a llevarle un poco de limonada a tu chica, me ha ayudado todo el día. Es agradable, me alegra que encontraras una chica tan mona.

- Y yo. - Sonreí tomando un vaso.

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