Capítulo 20

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Maia

- You smile, I smile. - Tomé su mano haciéndole girar, ella sonrió inmensamente y le imité.

- No recordaba esa canción.

- Me gusta, es tierna. - Me encogí de hombros. - Espera, tengo otra. - Tomé su cintura atrayendola a mí. - Secrets I have held in my heart. Are harder to hide than I thought maybe I just wanna be yours, I wanna be yours. I wanna be yours. - Me acerqué a sus labios mientras seguía cantando, cuando la iba a besar ella se separó con una sonrisa. - Hey, no es justo.

- ¿Por qué no?

- Porque... ¿Sabes?, es de mala educación hacer preguntas que sabes que no tienen respuesta.

- No, no lo es. Cuando pequeña fui a una de esas academias de modales. - Alcé una ceja.

- ¿Estás bromeando? - Ella negó. - Primero, tu abuelo que trabajaba en el circo y ahora esto. - Se encogió de hombros. - Espera, si tu abuelo español era militar, ¿Tu abuelo mexicano era el circense? - Ella asintió. - Desearía estar en tu familia.

- Que asco, Maia. - Yo le miré confundida. - Eso es ilegal en algunos estados.

- Dios, no por eso Julieta. - Me sonroje y vi como ella empezaba a reír, genial ella se burlaba de mí. - Tu familia se escucha interesante, es por eso.

- ¿Qué hay de la tuya? - Ella quitó mis manos de su cintura uniendolas con las suyas.

- Pues...

- ¡Aquí están, dejad de enrollarse en mi almacén! - Miramos a Tiffany quién se acomodó sus anteojos. - Vayan a trabajar, ahora.

- Ups, ya vamos. - Salimos rápidamente del almacén con una pequeña sonrisa.

Reagan aún tenía permiso para estar en su casa descansando luego del pequeño accidente que tuvo con los vasos. Tiffany había puesto a Julieta temporalmente y la verdad, estaba atrayendo bastante la atención, y sí, eso provocaba celos en mí pero ella no podía estar junto a mí en la barra de bebidas alcohólicas porque ella aún tenía 17. Cuando salimos ella ya había soltado nuestras manos, y no es que no quisieramos mostrarnos, era porque ambas sabíamos que era el truco de las propinas.

- ¡Maia, que vengas a servirme un vaso! - Suspiré al ver a Chelsea en la barra hablando con Brad animadamente. - Él no puede ser gay. - Me murmuró cuando me acerqué a ella, claramente él lo había escuchado porque vi como sonrió. - Brad, ¿En serio eres gay?

- ¿En serio Maia quiere meterse en los pantalones de mi mejor amiga? - Yo rodee los ojos mientras veía a Chelsea pensar un rato.

- Demonios Maia, controla la lujuria.

- ¿Pero qué me metes a mí?

- No lo sé, no puedo culparlo a él por ser gay. Los hombres son guapos. - Ambos chocaron los cincos y me empezaba a arrepentir de la idea de Julieta de juntarles.

- Oye Maia, - Miré a Brad mientras le daba una botella de agua a Chelsea, claro que no iba a dejar que bebiera. - ¿No te molesta toda esa atención que recibe Julieta? - Miré hacia la barra de las sodas y la vi sonriendo con algunas chicas.

- Ángel, - Lana llamó mi atención
- ¿Puedes llevarnos algunos limones a nuestra mesa? - Yo asentí rápidamente y ella sonrió antes de guiñarme un ojo.

- Es sólo trabajo. - Respondí a la pregunta de Brad tomando algunos limones para cortarlos.

- Eso no contesta mi pregunta, súper estrella.

- ¿Súper estrella? - Le miré confundida y vi la mirada que le lanzó Chelsea.

- ¿No has sabido?

- ¿Qué se supone que debería saber? - Los miré a ambos.

- Resulta que desde que saliste del closet, subió aún más tu popularidad si era posible. Por fin hay una popular que sea parte de la comunidad LGTB, además eres del consejo. Eres como una súper estrella, escuché que el periódico quería hacer una entrevista y todo eso.

- Creo que eso es exagerar. - Contesté terminando con los limones.

- Eres Maia Foster, todo lo que respecta a ti se exagerará. - Respondió Chelsea alzando su dedo.

- Pues no debería ser así. - Tomé la pequeña fuente con limones cortados y los llevé a la mesa de Lana. - Sus limones, señoritas.

- Muchas gracias, Ángel. - Lana sonrió dándome el dinero de los limones, mientras contaba el dinero cuando volvía a la barra vi una tarjeta con el número de Lana. Me sentí un poco incómoda pero lo guardé en mi bolsillo, no podía sólo botarlo cuando podían estar mirándome.

Cuando guardé el dinero empecé a hacer algunas rutinas atrayendo la atención de algunas chicas que se dedicaban a mirarme mientras servía tragos. Roxane tomó el lugar de Reagan para nuestra rutina compartida y cuando encontré una oportunidad fui a la barra de Julieta quien limpiaba los vasos.

- ¿Cómo va la noche? - Me senté en la barra y ella sonrió.

- Bastante bien.

- ¿Qué piensas hacer con el dinero?

- Salir contigo. - Ella mantuvo su sonrisa.

- Eso he estado escuchando y aún no escucho las palabras. - Ella rio levemente.

- Ten paciencia, te gustará la cita que estoy preparando.

- Bien, pues te aviso que le temo a las alturas y estoy casi segura de que me daría un infarto si me subo a un avión o algo así.

- Tampoco es algo tan grande, Maia. - Volví a escuchar la risa angelical de Julieta, me podían llamar ángel en el bar pero para mí, ella era un verdadero ángel.

- Lo sabía, tonta. - Le saqué la lengua.

- Estas perdiendo propinas.

- Lo sé, pero no me arrepiento si estoy ocupando mi tiempo contigo. - Ella sonrió antes de depositar un rápido beso en mi mejilla.

- Ve a trabajar. - Yo asentí suspirando. - Oh, Maia. - Le miré mientras bajaba de la barra. - ¿Crees que puedarme contigo esta noche?, mis padres estan fuera de la ciudad y Brad ya se ha marchado.

- Claro. - Sonreí levemente antes de volver a mi trabajo, esperen. Ella iba a pasar la noche conmigo, sentí mi corazón latir mucho más rápido.

La noche había pasado bastante rápido, habíamos decidido tomar el autobús pues era más económico. Eran como las 4 AM cuando llegamos a mi casa y subimos en silencio a mi habitación, cuando prendí la luz pude notar como ella inspeccionó el lugar con su mirada antes de sonreír.

- Me lo imaginaba.

- ¿Qué cosa?

- Todo este orden, la habitación blanco y negro, las fotos de tus amigos y... bueno, esto no me lo esperaba. - Vi la foto que señalaba y me sonroje levemente, era la foto que nos saqué la noche que le pedí ser mi novia. - ¿Me prestas ropa? - Yo asentí yendo rápidamente por unos short de pijama y una polera que le había robado a mi hermano cuando creció 5 cm más que yo. - Iré a cambiarme al baño. - Ella asintió.

Cuando volví estaba algo nerviosa, ¿Qué se supone qué tenía que hacer?, me di algo de valor para entrar pero al verla suspiré aliviada, ella ya estaba dormida. Se veía tan tierna. Le quité sus anteojos y los dejé en mi mesa de noche, cuando me acosté a su lado ella me atrapó rápidamente, escuché su respiración tranquila y no me demoré en seguirle, aquella noche fue simplemente perfecta, ojala no hubiese despertado.

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