Capítulo 34

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Maia

Sentía sus caricias en mi brazo mientras el estereo sonaba, ella había puesto una de mis estaciones favoritas en la radio y sus constantes caricias lograban que mi cuerpo se relajase un poco. Había empezado con las diálisis y ella solía acompañarme cada vez que podía, y se quedaba a mi lado en la cama pues no me sentía bien.

- ¿Recuerdas nuestra época de la secundaria? - Asentí levemente.

- Fueron buenos tiempos para ser una época de mierda. - Escuché su dulce risa.

- Si, tienes razón. Aún recuerdo cuando pateaste a Alejandro.

Salíamos de la escuela, empezabamos a acostumbranos a toda la atención que recibíamos diariamente. Ya casi era normal vernos para algunos, aunque a muchos parecía repudiarle la día de nuestra relación. Caminamos a su dojo cuando nos encontramos con el estúpido chico con el que había peleado.

- Pero si es la princesita con tu perro guardián.

- ¿No tienes algo mejor que hacer, Alejandro? - Julieta rodó sus ojos.
- Pues ahora mismo no se me ocurre nada mejor que hacerle notar al mundo lo patética que es tu vida. No entiendo por qué una chica como ella está junto a ti.

- No sabes de lo que hablas, imbécil. - Dije molesta. - No le vuelvas a hablar así a mi novia.

- Claro, ambas son un par de lesbianas. - Usualmente no me molestaba ser llamada así, pero si lo usaban como si aquello fuera un insulto pues era mejor no acercarse a mí. Golpee su entrepierna haciéndolo caer de rodillas al piso.

- Es la última advertencia, alejate de mí novia pateatreseros.

Yo reí ante el recuerdo, tenía grabado en mi mente la imagen de su cara en aquel momento.

- Quizás por eso aún no tiene hijos. - Murmuró Julieta.

- O sólo sigue siendo un idiota insoportable. - Ella besó mi cabeza.

- Hasta el más idiota tiene a alguien, mírate a ti. - Le di un suave golpe mientras ella reía.

- ¿Cuándo es tu graduación?

- En dos semanas. - Me giré a mirarle. - Sé lo que dirás, no quiero nada especial.

- Por favoooor. - Supliqué.

- Dame opciones y sólo aceptaré una.

- Un viaje a España, un viaje a México, un viaje a Chicago y una pequeña fiesta. - Ella me observó. - Respecto a los viajes sólo serían unos días por mis diálisis.

- Me gusta la idea de visitar España o México, pero serían grandes gastos que no necesitamos. Ir a Chicago me gustaría, pero prefiero una fiesta aquí junto a las personas que quiero y tú. - Ella tocó la punta de mi nariz. Yo me abracé a su cuerpo y sonreí, sus abrazos siempre eran tan cálidos.

- Necesito que hagas algo.

- Creo que ya te he dejado en claro en que no pasearemos en bici. - Yo negué levemente.

- No, no es nada de ese estilo. - Suapiré. - No sé si logre sobrevivir a esta, estoy luchando lo más que puedo y no sé si lo logre, por eso necesito que me prometas que si... si muero quiero que seas feliz incluso con otra persona. - Ella tomó mi cara entre sus manos, pude ver sus ojos cristalinos.

- Nadie puede hacerme feliz como tú lo haces.

- Pero habrá alguien que lo intente, no se lo niegues, ¿Si? - Ella no respondió.

- ¿Qué te parece si nos mudamos juntas luego de la graduación? - Sonreí levemente. - Tendré mi tiempo de vacaciones antes de ir a un empleo de verdad.

- Claro. - Una lagrim bajó por su mejilla a pesar de su sonrisa. - Siento que esto esta destruyendote, mi Julieta. No quiero herirte.

- No me haces daño, es sólo que el hecho de imaginarme en una vida sin ti es la que me hace sentir así. - Le besé tratando de que aquello acabase.

No sabía por cuanto tiempo iba a poder seguir besandola, no sabía por cuanto iba a poder seguir mirando sus ojos tan bellos y únicos, no sabía por cuanto iba a poder decirle que le amaba, y tampoco sabía por cuanto ibamos a seguir respirando el mismo aire. Pero había una cosa que si sabía.

Ella era todo para mí, y no me iba a preocupar por aquellas cifras, me iba a preocupar de recordar cada parte de ella incluso si para algunos aquello era inútil, quiero recordarle para que el día en que muera la única en mi mente sea ella.

- Te amo. - Murmuré.

- Te amo. - Repitió. - Iré a preparar tu cena. - Ella besó mi frente antes de levantarse.

Cada vez me sentía más exhausta, los médicos habían dicho que era normal por mi falla cardiaca. Bajé un poco mi polera para ver la cicatriz que tenía en mi pecho por el marcapasos. Una parte de mí estaba enfadada por el hecho de que el riñón de Julieta se haya desperdiciado y que mi cuerpo sea tan inútil, aún así sabía que no servía de nada lamentarse, aquello sólo traía más problemas en mi mente y creo que ya tengo suficiente con el hecho de que estoy muriendo.

- Estaba pensando en hacer algo una vez que te recuperes de la diálisis. - Julieta regresó con un plato de ensalada de atún.

- ¿Qué?

- Podríamos ir a caminar. - Yo alcé una ceja. - ¿Qué?

- Tú quieres que te acompañe a jugar Pokemon Go, ¿No es así? - Ella sonrió juguetonamente.

- Atrapada en el crimen.

- Debí suponerlo, eras una niña rata por lo que me contaba tu padre siempre.

- Papá no sabe mantener la boca cerrada. - Reí levemente por el gruñido que había soltado. - Pero te serviría para tomar un poco de vitamina D.

- Esta bien. - Besé su mejilla. - Gracias.

- ¿Por?

- Estar junto a mí, incluso cuando estas muriendo.

- ¿Puedes hacer algo por mí? - Asentí. - Necesito que dejes de decir que morirás, no lo harás. Me duele escucharte decirlo, es como si eso... como si eso pudiera pasarte. Sé que es probable, pero cada vez que lo dices una mala sensación queda en mi.

- Lo lamento. - Le abracé un poco más fuerte. - Entonces deja cambiar mi agradecimiento. Gracias por estar a mi lado apoyandome ante todo, gracias por seguir amandome, gracias por permitirme amarte, gracias por todo lo que haces por mi, gracias por no rendirte, gracias por aceptar salir conmigo hace años atrás, y gracias por existir. - Ella simplemente me besó, y aquél beso me dejó en claro que sus sentimientos hacía mi eran fuertes, pues no sólo me besaba como si fuese lo más delicado del mundo, sino me besaba como si temiera lastimarme pues era lo más valioso en su mundo.

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