Capítulo 12

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Maia

Observé a Julieta hasta que Megan tomó mi cara con su mano obligándome a mirarle. Demonios.

- ¿Me puedes prestar atención? - Yo asentí.

- Lo siento, Meg.

- Ustedes dos estan algo raras, ¿Qué les pasa? - Noté como Chelsea alzaba la mirada y nos miró quizás preguntándose si contarnos o no lo que pasaba por su mente.

- Solo estoy agotada, tú no tienes que mantener una beca. - Mentí.

- Lamento tener dinero, Maia. - Ella rodó sus ojos.

- Últimamente estás siendo insoportable, Megan. - Tomé mis cosas antes de levantarme. - Me voy a casa, adiós.

- ¡Maia! - Miré a Megan. - Recuerda lo que hablamos. - Me límite a asentir antes de irme a mi estúpido trabajo.

- ¿Qué haces con esa chica? - Miré a Megan sin expresión alguna, no podía dejarle en evidencia absolutamente nada.

- Ella es agradable, te lo he dicho.

- Ella es muerte social, Maia. En esta escuela, juntarse con esa chica es como juntarse con el diablo y en esta escuela el diablo es malo. - Si ella era el diablo no me molestaría irme al infierno. - La gente empezará a hablar.

- ¿Y eso qué importa? - Ella me miró como si me preguntara si hablaba en serio.

- Pensé que querías mantener tu puesto en el consejo escolar y los privilegios que eso te da. - Mordí mi labio. - Sé que tú eres de esas chicas que tratan de aceptar todo, pero nosotros no somos así y tú tampoco deberías.

- Lo pensaré.

- Eso espero, no quiero que termines siendo una lesbiana.

Limpié con detalle los vasos dejándolos relucientes, era mi forma de distraer mi mente y esperar a que el bar se abriera. Miré el reloj y aún faltaba un rato.

- Ángel, ayúdame a traer los limones de la bodega. - Tiffany me llamó y yo me apresuré a ayudarle, no sólo porque era la jefa si no porque ella esperaba a su primer hijo. Cuando volvíamos a la barra notamos como las demás estaban mirando a un chico que hablaba en lenguaje de señas. - ¿Qué pasa?

- No lo sabemos, él sólo ha llegado. - Cristina se encogió de hombros. Yo miré al chico mientras ordenaba los limones.

- Dice que si puede usar el baño. - Todas me miraron pero yo traté de ignorar las miradas. - Al fondo están los baños, hay uno de chicos. - Él me sonrió antes de irse al baño.

- No sabía que también hablabas lenguaje de señas. - Tiffany sonrió.

- Tuve que aprenderlo, hay muchas cosas que no saben de mí. - Fui a mi lugar en la barra para empezar la noche.

No había pasado mucho cuando llegó Ginger, y tampoco pasó mucho cuando ya había perdido la sobriedad.

- ¿Aún no piensas en lo de los body shoot? - Yo negué riendo levemente. - Lo siento, pero eres ardiente.

- Muchas gracias, Gin.

- ¿Está Tiffany?, quiero pedirle disculpas por lo de mi hermana.

- Tiffany está en su oficina, le haré llegar tu mensaje. - Ella asintió. - ¿Tú hermana no te acepta? - Ella me miró confundida.

- ¿De qué hablas?

- De que si ella no acepta que te gusten las chicas.

- Oh, eso. - Yo asentí. - A ella le hes indiferente.

- ¿Y por qué ha armado ese espectáculo?

- Porque yo no debería estar aquí tomándome unas copas, debería estar en su casa junto a nuestra madre. - Ella me sonrió antes de empezar a llorar. No sabía qué hacer, normalmente Ginger no lloraba y eso que una vez me contó como su novia le había dejado y no le vi derramar ni una sola lagrima. - No puedo estar en casa. - Entre sollozos le pude entender.

- Esta bien, Ginger. - Acaricié su espalda.

- No lo está, mamá esta muriendo. - Yo le miré algo impactada, no sabía que la madre de Chelsea estuviera muriendo. - Chelsea sólo trata de ayudar porque Victoria se lo ha pedido.

- ¿Victoria? - Se supone que la madre de Chelsea se llama así.

- Mi madrastra buena. - Ella me miró con una pequeña sonrisa. - Papá se casó con ella cuando era una niña, y tuvieron a mi hermosa hermanita. Victoria se hizo cargo de mí porqué mamá se fue a Inglaterra y no podía pasar mucho tiempo conmigo. Pero al parecer ahora quiere pasar cada momento porque tiene lupus y eso le ha provacado un problema cardíaco y leucemia. - Ella miró su vaso. - ¿Qué debo hacer, Ángel?

- Quizás deberías dejar de beber para pensar con claridad, tienes que hacer lo que creas que es mejor. - Ella me miró antes de asentir. - No deberías desperdiciar tiempo con tu madre. - Ella dejó el dinero sobre la mesa antes de tratar de levantarse.

- Zoey, - La chica que contaba el dinero me miró. -ayudaré a Ginger.

- No, - La miré sorprendida. - estamos en la hora donde eres la atracción pero le diré a Trina que la lleve a casa. - Yo asentí mientras Ginger trataba de mantener su equilibrio.

- Sólo espera, ¿Si? - Ella asintió.

Muchas chicas se reunieron alrededor de la barra para la hora del espectáculo que hacía junto a Reagan, esto nos daba unas buenas propinas cada viernes. Mientras hacía algunos malabares me detuve al ver la mirada sobre mí, era Chelsea. Mierda.

- Hey, ángel. - Al voltearme una lata chocó contra mí nariz, y todas pararon de animarnos para enfocarse en mi hemorragia nasal. - ¡Dios mío, lo lamento Maia! - Traté de pararla con papel pero seguía sangrando.

- Quitense. - La voz de mi amiga se acercaba y cuando llegó frente a mí sólo me observó antes de tomar mi nariz y hacerla sonar.

- ¡Por mil demonios! - Grité, sabía que Chelsea había aprendido a acomodar narices pero nunca la había visto ni menos me la había ajustado.

- ¡¿Qué le has hecho?! - Lana la apartó mientras gemía de dolor.

- No me toques, le he ajustado su nariz. Ahora, Maia deja de llorar tenemos que hablar.

- Tú eres la chica del espectáculo del otro día. Ginger ya se ha idó.

- Maia. - Chelsea me miró y sentí pánico, no podía moverme y el dolor de mi nariz había pasado a segundo plano.

- Vamos atrás. - Me ayudaron a levantarme y tomé más papel para la poca sangre que quedaba. - Chelsea...

- ¿Por qué no me dijiste?

- Es complicado, Chelsea.

- Si necesitabas dinero yo podía dartelo. - La miré incrédula.

- Dios. - Murmuré y ella me miró más que confundida. - Esto va más allá del dinero, Chelsea.

- ¿De qué hablas?

- No trabajo aquí sólo porque necesito dinero, trabajo aquí porque me siento cómoda.

- ¿Qué quieres decir con esto?

- Que me gustan las chicas, Chelsea. - Ella parecía algo sorprendida pero sonrió.

- Te gusta Julieta.

- Si, y prefiero que esto quede entre nosotras. - Suspiré aliviada.

- Si, también creó que es lo mejor por ahora. Pero no me molestaría que me invitaras unas copas.

- Tal vez otro día, ahora tengo que ir al hospital.

-Te llevó, tienes que contarme muchas cosas. - Yo asentí. - ¿Y ya se han acostado?

- ¡Chelsea! - Ella rió.

- Eso es un no.

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