Capítulo 6

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Maia


Nunca había estado en un dojo o como sea que lo llamen, pero la verdad me hubiese gustado conocerlo de otra forma. Habían unos cuantos chicos corriendo alrededor y me senté donde me indicó Julieta, no debí meterle en problemas. Ella estaba tan nerviosa cuando me había dicho que se iba a cambiar, la verdad se estaba demorando bastante y el otro chico ya estaba estirándose. Cuando ya la idea de que se había escapado aparecía por mi mente, ella salía con una ropa deportiva en la cual se veía muy linda.

- Pensé que ya te habías escapado. – Alejandro tenía una sonrisa burlona que me molestaba bastante.

- Estoy aquí. – Ella se hizo una cola de caballo y le observé, se veía distinta, se veía confiada. La verdad hasta yo estaría asustada de pelear con un chico que es mucho más alto que yo y que tiene muchas más masa muscular que yo.

- Bien, quiero una pelea limpia como si fuera parte del entrenamiento. Alejandro, evita los golpes en la cara. – Quien parecía ser el juez de esta "pelea" miraba seriamente a Alejandro quien no borraba la sonrisa de su cara.

- Mientras su cara no se crucé en el camino de mis puños no habrá problema. – Él rio y pude observar como algunos miraban la escena mientras seguían sus ejercicios.

La verdad preferí cerrar los ojos cuando un golpe iba hacia ella, pero al abrirlos muy pocos llegaron a su cuerpo. Él parecía cansado y es que Julieta solo estuvo defendiéndose de él, lográndolo. Cuando menos lo esperaba, ella le golpeó en el estómago dejándole en el suelo. El señor oriental levanto una bandera y Julieta cayó al suelo para sentarse algo agotada, corrí hacia ella y la abracé.

- Has ganado.

- Si, él ya no puede más. – Unos chicos ayudaron a Alejandro a levantarse y se lo llevaron a sus camarines.

- ¿Estas bien? – Ella asintió recibiendo una botella de agua que le lanzó una chica con una gran sonrisa.

- Una gran primera cita, ¿No?

- No pensé que serías mi caballero de brillante armadura. – Ella rio levemente.

- Ni yo pensé que iba a tener que hacer esto, pero gracias.

- ¿Por qué?

- Por hacerme hacer esto, siempre quise demostrarle a Alejandro que podía vencerle.

- Eres muy buena. – Ella bebió un poco de agua antes de mirarme.

- Es por eso que estoy en la clase avanzada, son muy pocos los que llegan a ese nivel en la adolescencia.

- ¿Por qué? – Le ayudé a levantarse y ella sonrió.

- Por la condición física que se requiere y el esfuerzo, por eso casi todos son chicos. – Yo asentí. – Puedes irte si quieres, me daré una ducha y tú debes ir a trabajar.

- Te espero. – Besé su mejilla y ella sonrió antes de irse al camarín de las chicas.

Cuando me senté en el lugar que usé para ver la pelea, dos chicas muy parecidas se sentaron a mi lado y yo les miré confundida ante su atenta mirada en mí.

- ¿Disculpad?

- ¿Quién eres tú? – Al observarles mejor la única diferencia que tenían era el color de sus ojos.

- ¿Y qué haces aquí?

- Soy amiga de Julieta. – Ellas alzaron una ceja. – Me llamo Maia.

- Julieta nunca te han mencionado.

- Ni a ustedes. – Ellas fruncieron el ceño.

- Oye, tranquila. No estamos en busca de Julieta, somos algo así como conocidas. – Yo miré a la de mirada celeste. – Ella es muy popular por aquí y solo queríamos saber quién eras.

- Ya lo saben.

- ¿Qué hacen, chicas? – Ambas se alejaron levemente de mí y todas observamos a Julieta que se había cambiado y tenía su cabello mojado.

- Recolectando información. – La de ojos verdes le sonrió.

- Es demasiado linda y gay para ser solo tu amiga. – Yo me ruboricé y miré a la chica que habló sin pudor alguno.

- ¿Disculpa?

- He visto como le mirabas el trasero a Julieta cuando peleaba. – Yo mis mejillas me empezaban a quemar y Julieta también estaba sonrojada.

- Alexa, Britt les pido que omitan esos comentarios. – Julieta miró a ambas hermanas, supongo. – La espantaran.

- Solo decimos la verdad. – Ambas hablaron encogiéndose de hombros, raro.

- Bien, es hora de irnos. – Ella tomó mi mano llevándome afuera rápidamente. – Lamento eso, ellas no suelen controlar lo que dicen.

- No importa, da igual. – Observé nuestras manos que seguían unidas y ella se apresuró a soltarlas. – Bueno, creo que ha sido una buena cita.

- ¿Hablas en serio? – Asentí.

- Si no fuera así, no me gustaría repetirla. – Besé su mejilla antes de empezar a caminar a mi auto, si, había sido una muy buena cita.

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