Capítulo 28. Profunda tristeza.
KENDY
Cuando era niña solía escaparme de casa por las tardes, me escapaba al jardín de nuestros vecinos de atrás; los Robinson, ellos tenían el jardín más precioso de todo el vecindario, me encantaba ir y cortar las pequeñas flores rosas que crecían sobre el césped verde y brillante. La señora que cuidaba de las plantitas decía que esas pequeñas flores se llamaban "amor de un rato" pues se mostraban cuando el sol las cubría pero cuando la noche caía ellas se ocultaban, de allí su tan particular nombre. Amaba con locura recolectarlas en mi pequeña canasta pero un día los vecinos me descubrieron y le pusieron la queja a mis padres, también despidieron a la señora y nunca más la volví a ver. Pensé que me castigarían por haberme escapado a recolectar flores rosadas pero no fue así, mamá me regañó por mi travesura pero papá fue diferente.
Él me tomo en brazos y me explicó que lo que había hecho no era correcto, más no era un pecado; papá decía que apreciar la belleza de las cosas más sencillas era mi mayor virtud, pero que a veces sin querer o sin darme cuenta terminaba rompiendo todas las reglas por esa misma razón. Ese día en lugar de regañarme, castigarme o pegarme él me llevó a una floristería preciosa y me compró una gran maceta llena de esas florecillas rosas que después descubrí, se llamaban Portulaca Umbraticola, pero definitivamente me quedaba con el nombre nostálgico y dulce que la señora jardinera había dicho, las preciosas Amor de un Rato.
Pero con el paso del tiempo mis flores se fueron marchitando sin importar cuanto las cuidara. Al final todas se marchitaron, al igual que lo hizo el corazón de mi papá.
Ahora, frente a mis ojos aquel hombre dulce y risueño ya no existe más porque ha sido reemplazado por un hombre desconocido que ya no reconozco más. Jamás en mi vida me había puesto una mano encima, él me acaba de marcar por siempre... y es que no significa nada el golpe que dejó en mi rostro a comparación con el golpe que le dió a mi corazón, es como si su puño se hubiese estrellado contra mi pecho en lugar de mi mejilla. La herida superficial sanará con el tiempo pero la herida emocional que ha dejado en mi no se irá nunca.
— Papá...—susurro confundida y dolida a la vez, sobando mi mejilla con mi mano, siento el líquido caliente de la sangre mojar mi palma y mi labio arde.
— No me llames así nunca más en tu maldita vida.—gruñe furioso señalándome con su dedo—. Me has jodido la vida Kendy, ¿Este era tu plan desde el inicio? ¿Revelarte ante todo el mundo para hundirme?
— ¡No entiendo nada de lo que hablas!—chillo desesperada a lo que él ríe irónicamente.
Actúa como un maldito loco demente.
— ¡NO ME MIENTAS! ¡LO HICISTE TODO A PROPÓSITO! ¡ME LAS VAS A PAGAR!
Grito fuertemente cuando su mano se aferra dolorosamente en mi antebrazo, en ese momento la puerta de la casa se abre de golpe y para mi alivio Brody aparece justo a tiempo evitando que papá vuelva a golpearme. Mi hermano toma con su puño el saco de papá y con una fuerza descomunal lo avienta lejos de mi, Carter se choca contra la pared de la casa a unos metros de nosotros y Brody aprovecha el momento para colocarse enfrente de mi. Mamá y Fany salen de la casa también y ambas observan horrorizadas la escena frente a sus ojos, la mirada de Brody cae sobre mi rostro y su mandíbula se tensa a la vez que sus ojos se llenan de furia y enfocan de nuevo a su padre quien se recompone como puede y le regresa la mirada feroz.
Es en ese momento y gracias a la luz del interior de la casa que se filtra a través de la puerta abierta que noto los ojos de Carter completamente rojos y descolocados; está demasiado ebrio.
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Kendy ©
Подростковая литератураLa vida de Kendy siempre se ha resumido en ser buena hija, buena amiga y ser un buen ejemplo a seguir para sus hermanos menores. Pero todo cambia cuando ella y sus hermanos son trasladados a un nuevo instituto a mitad del año escolar. Allí Kendy co...
