Capítulo 30: "Un secreto paterno."

450 43 27
                                    


— ¿Lo besaste en el baño de varones? —preguntó la asiática con un gesto de sorpresa poco deducible debido a sus pequeños ojos rasgados.

—Él me besó —aclaré tomando del jugo de mora que Antonieta había preparado para nosotras.

—Se besaron... —concluyó con una sonrisa— ¿Qué pasó después?

—Le dije que no podíamos seguir con esto, no es sano. Entonces, me volvió a besar diciendo que si quería cortar con esto lo haga yo misma, porque él va a seguir insistiendo. ¿Puedes entenderlo Yuko? Estoy engañando a Bruno, al que se supone es mi novio.

—Considero que debes pensar bien las cosas, lo que te ha dicho Matt en los pasillos es cierto, estamos en toda la edad de arriesgarnos y cometer errores. Algún día tendrás una interesante historia que contar a tus hijos.

— ¿Sobre cómo engañé a un tipo con su padre? —cuestioné alzando una ceja y rápidamente cambiando el gesto por uno totalmente serio al procesar lo que había dicho.

—Espera ¿qué? —habló sorprendida— Tu dijiste "su padre" ¿a caso quieres tener hijos con él? ¡Por Dios, Carol! Eso es...

—Un error, no me refería a que quiero tener hijos con él —interrumpí nerviosa—. Fue un error de construcción gramatical, sólo quise decir que no es un buen ejemplo para dar a mis hijos.

—Lo que digas —puso sus ojos en blanco con una sonrisa burlona la cual detesté al instante—, debes solucionar esto. Por otro lado, tengo avances en el caso Perra Malvada —cambió su postura relajada por una más rígida—, después de tu salida, Carly no ha estado muy interesada en seguir en el grupo, hoy pidió salir pero Dani lo negó por tener un partido este sábado, además a tan poco de graduarnos no muchas personas están seguras de entrar al equipo.

— ¿Qué quieres decir?

—No sé a ti, pero me parece un poco intrigante el hecho de que haya entrado al grupo, te haya sacado y ahora porque si quiera marcharse.

— ¿Estás diciendo que Carly sólo entró al grupo para sacarme a mí?

—Tú lo has dicho —aseguró firme en sus palabras—, además afirmas no conocerla de antes ¿por qué haría algo así? Sólo... que ella no sea la autora intelectual de todo esto y sólo sea un títere, un títere de alguien más a quien si hayas hecho daño.

—Yuko eso es impresionante y tiene mucha lógica.

—Lo sé, gracias —sacudió un polvo inexistente de su hombro con gracia—. Ahora, dime nombre y apellido de todas las personas que has lastimado.

—Sólo he lastimado a personas que lo han hecho conmigo. Prepárate... la lista es larga.

Yuko tomó lápiz y papel de mi escritorio para anotar cada uno de los nombres que mencionaba, pasaron tres largas horas llenas de anécdotas donde un nudo en mi garganta iba creciendo y creciendo, a veces el dolor nunca se supera, sólo se camufla con el pasar de los años.

—En mi fiesta de diecisiete años, vinieron todos los amigos de mis padres y sus hijos, una fiesta de cientos de personas donde no conocía ni a diez de ellas, recuerdo que un amigo empresario de mi padre, incluso inversionista y dueño de una pequeña acción de uno de sus hoteles en esta ciudad, llegó con su hija, una chica alta, morocha y de enormes ojos miel, no sabría descifrar si su vestido era más corto en su largo ó en su escote, pero era de color fucsia intenso con unos accesorios muy llamativos al igual que su maquillaje. Jay siempre ha sido mi amigo, aún cuando mis padres no apoyan mucho eso de su situación social, esa noche llegó con un traje espectacular que le había regalado, sin duda captó muchas miradas, sin excluir la de mi hermana y aquella estúpida morocha —narraba mi historia mientras Yuko escuchaba con atención desde mi escritorio—. Jay bailaba muy cerca de mi hermana, para mí que esos dos se amaban desde mucho antes, entonces aquella chica, cuyo nombre es Emily Tommy llegó para separarlos y humillarla diciéndole cosas como niñata y poca cosa, aunque Jay la defendió era demasiado tarde, Kate ya estaba llorando... Dos días después, aquella tipa amaneció con la cabeza rapada y el cuerpo lleno de tatuajes temporales que mandé a diseñar sólo para ella —sonreí al recordar aquella noche donde nos metimos de contrabando a su mansión y la drogamos para poder cumplir nuestra misión—, estos decían diferentes frases como "Soy una perra", "Esta noche en mi casa", "Toda tuya", "Tócame" y la más singular fue uno que puse justamente bajo su espalda que decía "Inserte aquí" —Yuko y yo no pudimos soportar más y quebramos en risa—. Apuesto que después de llenarle él cuerpo con frases de ese tipo, me ha de haber odiado toda su vida.

Infiltrada [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora