17.

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Mario Bautista


Maldito lunes. Odiaba los lunes sin duda alguna. Estaba comprobado científicamente que el lunes era el día más odiado de la semana. Por el simple hecho de que comenzaban las clases.

Bajé a la cocina por algo de comer antes de irme al instituto. Moría de hambre, y la necesidad de comida en mi organismo era increíble. Pedía a gritos ser alimentada.

Mi mamá se encontraba ayudando a la cocinera a preparar la comida. Me acerque a ella y le di un beso de buenos días. Simplemente amaba a mi madre.

—Hola mi amor, ¿vas a almorzar conmigo? —me preguntó.

—Lo siento Ma, solo quiero algo rápido para comer, —me acerqué a la pequeña canasta dónde mi madre ponía la fruta—. Voy tardé.

—Como siempre. —dijo. Más que enojada, ella sonaba divertida. —No entiendo como tú puedes despertar tan tarde, yo no puedo levantarme ni 2 minutos tarde.

—Es un don.

Ella negó divertida y me ofreció unos deliciosos waffles.

Sí. Mi madre era la mejor del mundo.

* * *

Llegué al instituto más tarde de lo usual. Y es que se me había manchado la playera de chocolate por lo que tuve que volver a cambiarme. Pero el problema era que no la encontraba. Tuve que pedir ayuda a mi madre. Ya saben, las mamás siempre encuentran todo. Pero esta vez ella no encontraba nada. Entonces me di por vencido. Definitivamente se había perdido. Porqué si tu madre no lo encuentra, se perdió para siempre.

Tuve que ponerme una que no era del instituto. Había dejado una en mi mochila para entrenar, pero el problema era que no sabía dónde quedo pues la deje abandonada el día que me fui molesto del partido. Y dentro de ella también iba mi celular.

* * *

—Señor Bautista, ¿qué hace con esa playera? —me preguntó la maestra cuando entre al salón de clases.

— ¿Por qué? ¿Prefería verme desnudó?

—No señor Bautista yo...

— ¿Usted quería violarme?

— ¡No! —grito molesta.

Todos comenzaron a reír. Y eso a la maestra le molesto aún más. Uno de mis pasatiempos favoritos era molestar a la gente. Y sin duda alguna mi persona favorita para ello era _____________.

— ¡Fuera de mi clase! —grito molesta mientras que señalaba la puerta.

Sin protestar por otra oportunidad salí del salón. No quería pelear más con la maestra porque si no me iría peor. Yo puedo llegar a enfadarla hasta el punto de parecer perro rabioso.

A lo lejos vi como Megan salía del baño de chicos. Si, del baño de chicos.

Ella usualmente salía más del de chicos que de chicas. A ella le encantaba follar.

Entonces me acerque a ella para charlar sobre algunas cosas.

Cuando ella me vio llegar una sonrisa apareció en su rostro. Y aunque fuera bonita su sonrisa, esta no causaba lo mismo que causaba cuando veía la de cierta chica que prefiero no mencionar. El solo hecho de pensarlo me daba miedo. Miedo a que Peter tuviera razón.

—Hola Mario. —me saludó besando mi mejilla.

Estaba seguro que había dejado su espantoso lápiz labial en ella. Me molestaba mucho que las chicas dejaran visible esa marca en mis mejillas. Entonces lleve mi mano hasta ella y limpie la pequeña mancha.

—Oh cierto, lo siento. —se disculpó ella.

—El que tiene que disculparse soy yo, —comencé a hablar—. Por lo del jueves.

— ¿Tú disculparte? —preguntó sorprendida. — ¿Qué es lo que realmente quieres?

Era normal que ella dudara de mis disculpas, yo realmente nunca le pediría una disculpa pero tenía que hacerlo si quería que ella digiera la verdad. Pero si ella quería ir al grano está bien para mí.

—Está bien, seré directo. —informé—. Tienes que decir la verdad, ____________ no fue la que robo ese reloj. Fuiste tú.

— ¿Así que esto por esa pequeña zorra? —Preguntó sorprendida pero a la vez molesta—. No lo puedo creer. ¿Mario Bautista enamorado de una chica copa B? Imposible.

—No estoy para bromas. Yo solo quiero que tú digas la verdad.

— ¿Y por qué?

—Porque es injusto que ella pagué por tu culpa.

Trate de sonar normal.

— ¿Y de cuándo acá te importan tanto las injusticias? Tú haz hecho lo mismo con los chicos.

Di un largo suspiró. Me estaba colmando la paciencia.

—No hagas más preguntas, ¿quieres? —ella rodo los ojos—. Necesito que ___________ vuelva al instituto por razones que no te puedo decir. Si tú dices la verdad, yo hago lo que tú me pidas.

— ¿Lo qué sea?

Vacile un poco. Lo más probable es que me pidiese sexo, así que no había mucho problema en eso. Termine asintiendo.

Una sonrisa de lado se formó en su rostro.

—Púes mira, yo diré la verdad pero le echaré la culpa a otro chico.

—Me da igual. —me encogí de hombros—. Lo que quiero es que _________ regresé. Pero antes... ¿Qué es lo que quieres que haga?

De pronto la gran duda vino a mi mente. Necesitaba saber que era lo que me pediría a cambio antes de aceptar.

—Si quieres que ____________ vuelva al instituto, —hizo una pequeña pausa—Tienes que convertirte en mi novio.

El testigo de Andrés «mb»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora