26.

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____________Vega♡


Sumida entre los fuertes brazos y el delicioso perfume de Mario me perdí un momento de la realidad. Me olvidé un segundo de todo. Amo cuando me abraza, amo oler su cuello, amo sentir sus latidos, amo esos segundos, minutos quizá, que parecen una eternidad insuficiente, amo como lo olvido todo. Mario era una especie de medicina. Literalmente. Pero a veces también era como una droga, de la cual me estaba volviendo adicta cada segundo que pasaba.

«Llegaste a causar tantos sentimientos en mí en tan poco tiempo, mi querido Mario»

Pero también es cierto que no quiero aferrarme tanto a ti. Porqué, el problema está en que a veces nos volvemos muy dependientes de una persona y cuando se va no sabemos qué hacer. Y sé que tú te irás.

― ¡___________! ―escuche una voz medió aguda.

Abrí mis ojos y levante un poco mi cabeza―pero sin dejar de abrazar a Mario―para mirar a Max. No hacía falta ver de quien se trataba, su sola voz chillona me daba una clara pista.

Su rostro expresaba muchas cosas.

Cuando venía corriendo hacia acá, se notaba preocupado, enojado y medio sorprendido. Pero cuando vio mi situación, su rostro se tornó; sorprendido, contento y confundido.

Entonces fui separándome de Mario suavemente. Me paré del suelo junto con él. Pronto Max se encontró frente a nosotros.

― ¿Qué ocurre? ―le pregunté.

Tenía que saber que era lo que tanto le afectaba a mi amigo.

Dirigió su vista hacía Mario unos castos segundos para después volverlos a mí. ―Es sobré Elliot.

Pude escuchar un gruñido de parte de Mario. Lo miré de reojo. Su cara se tornó molesta, y el solo gesto me pareció de lo más tierno. Él era así de adorable.

Entonces a mí mente vinieron las palabras que Elliot había usado hacía mí, las cuales escuche a escondidas de él. Y todavía no había dirigido mirada hacía el, todo el día ni siquiera lo había visto.

― ¿Qué sucede con ese imbécil? ―mi tono de voz sonó molesto.

Y es que estaba molesta.

Mario se giró a verme, el lucía sorprendido. ― ¿Cómo le dijiste?

―Imbécil.

Nuestras miradas estaban conectadas.

― ¿No se suponía que él era el chico perfecto? Y ahora le dices imbécil. ¿Paso algo que yo no sepa? ―arqueó una ceja.

―Ella tiene razón, -comenzó a hablar Max. Los dos lo miramos―. Él es un imbécil, y ella también.

― ¿Ella quién? -pregunté.

―Samantha. Los vi besándose.

Mi boca se abrió en una gran O. Pero realmente no sé porque me sorprendo. Después de lo de ayer, Elliot había roto mi selló de chico perfecto. Y Samantha de una chica buena.

Ellos dos eran unos hipócritas de mierda.

―Tu tenías razón, ―le hablé a Mario. El lucia sorprendido por mi repentina confesión―. Elliot es un patán, ayer en la fiesta, lo descubrí con una chica y el...él estaba diciendo que yo era una patética.

― ¿Él se atrevió a decir eso?

Su rostro se tornó molesto.

Asentí.

El testigo de Andrés «mb»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora