34.

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Mario Bautista♡

Levantó su cabeza de mi pecho y me besó de esa manera suave que ella siempre utilizaba. Sus besos me volvían loco, me llevaban a otro mundo. Y es que nos volvemos adictos a lo que nos desconecta del mundo. Moví mi boca a ese ritmo tan especial y delicado. Sentí como una de sus manos se apoyaba suavemente en mi mejilla. La rodeé firmemente con mis dos brazos, mientras la implacablemente hacia mí.

Se subió a horcajadas sobre mi abdomen, jadeé levemente al sentir el tibio contacto de sus manos debajo de mi remera.

Se alejó apenas de mi boca y me miró agitada.

—Me viste en mis peores días, con mi peor rostro y con las más feas ojeras y a pesar de todo fuiste capaz de decirme hermosa y alegrarme el corazón—dijo mientras besaba mi rostro. Tragué sonoramente.

—_______... —dije agitado.

Me besó callando mis palabras.

—Te amo Mario Bautista.

—______, yo...

—¿Tú qué? —Susurró, calló por un segundo y me miró —. No es ningún secreto que me muero por estar contigo cada maldito momento...

La miré fijo a los ojos.

—Amo contemplar el profundo misterio que tiene tu mirada inocente y perversa. —le dije y ella sonrió para luego inclinarse hacia delante y tomar mis labios en un apasionado beso.

Le quité el molesto vestido que no me dejaba acariciarla con ansias. La suave piel de su espalda estaba fría, mientras que mis manos estaban

calientes.

Sentí como todo su cuerpo de erizaba ante el contacto caliente de mi mano, sobre su piel. Su lengua se mezcló con la mía y sentí el sabor de sus besos. Me encantaba el sabor de sus besos.

Con un simple movimiento giré sobre el colchón y la atrapé debajo de mí. Me alejé de su boca para mirarla a los ojos. Ella me sonrió dulcemente y acarició mi rostro.

—Me encantas. —confese y ella mordió su labio inferior y me miró de manera caliente.

—Seria una mentirá si dijera que tu no me encantas a mí. —dijo y alzó la cabeza para rozar mi boca —Estoy loca por ti.

Sentí un cosquilleó en mi estomagó.

Eran las estúpidas mariposas.

—Yo también estoy loco por ti ______, muy loco —admití y terminé de besarla.

Sus manos bajaron hasta el borde de mi camisa y soltando apenas mis labios me la quitó por la cabeza. Arrojó la prenda hacia un costado, mientras sobre sus labios se curvaba una sonrisa.

Su suave mano acarició mi pecho y bajó por mi abdomen.

Casi desesperado me senté y la besé posesivamente, provocando que un pequeño gemido escapara de su boca. Volví a besar sus labios, para luego bajar a su cuello. Sus manos acariciaban mi espalda y nuca. Subiendo una de mis manos por su pequeña espalda, me llevé el broche de su sostén. Se alejó un poco de mí para mirarme a los ojos. Levante mi mano y la apoyé sobre su hombro. Sin quitar mi mirada de la suya, retiré con cuidado el bretel. Sus labios se apoyaron despacio sobre los míos, mientras mis manos terminaban de quitar el sostén de ella.

Sus brazos se elevaron y rodearon mi cuello. Acercándola más a mí rodeé su cintura con mis brazos, mientras nuestras bocas se conocían un poco más.

El testigo de Andrés «mb»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora