6.

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____________________ Vega

Me dirigí lentamente hacia el profesor. Cuando llegué a su escritorio el levanto la vista para mirarme.

Removí mis manos nerviosas.

—Profesor. —lo llamé. El sólo asintió para que siguiera hablando. — ¿Puedo ir al baño?

—De que puede, puede ir señorita Vega.

Rodee los ojos en mi mente, claramente no lo haría de verdad.

— ¿Me da permiso de ir al baño?—pregunté.

—Claro.

Sólo me límite a asentir.

Caminé hacia la puerta para salir hacia el pasillo, cuando estaba fuera no sabía hacía dónde dirigirme. ¿Dónde diablos quedaba el cuarto del conserje?

Dirigí mi paso a la derecha y mire atentamente todas las puertas para averiguar cuál era la del conserje. De repente sentí como una fuerte mano me tomaba del brazo y me jalaba hacia él. Solté un grito ahogado. ¿Qué rayos...?

Todo era obscuridad, no hasta que la luz se encendió encandilándome un poco.

Un Mario Bautista estaba citado frente de mí.

— ¿Qué rayos te sucede? —me quejé. —Casi me arrancas el brazo.

—No seas niña...

—Soy una niña, idiota.

—Lo que sea.

—Ahora sí, ¿Qué es lo que planeas hacer?—exigí.

Sonreí con satisfacción cuando me di cuenta de que Mario iba a contarme finalmente.

—El examen que hicimos no lo respondí muy bien que digamos...y si lo repruebo mis padres me castigan. —comentó. —Así que tú iras y lo corregirás...

— ¿Cómo planeas que haga eso si el profesor esta ahí? —lo interrumpí.

—Déjame terminar ¿Quieres?—asentí un poco tímida. —Irás hacía el timbre de incendios, lo tocaras y éste sonara haciendo que todos salgan de sus clases. En el momento en que todos comiencen a salir tú corres hacia el salón para tomar mi examen y corregirlo. Se perfectamente que puedes hacerlo en menos de cinco minutos, que son más o menos los que tardan los maestros para darse cuenta de que era mentira.

Wow, ¿De verdad él creía que yo podía hacer eso? Pero... ¿Yo de verdad podía hacerlo?

—Yo-yo...

Caminó a paso lento hacia mí. Entonces decidí retroceder un paso. Él sonrió al ver mi reacción y negó mientras seguía avanzando hacia mí.

Mi corazón se aceleró más de lo normal, no podía distinguir si eran los nervios que me cargaba por pronto hacer algo malo o porque Mario causaba cierto nerviosismo en mi sistema.

Pronto se encontró a unos centímetros de mí.

— ¿Tienes miedo?—preguntó.

—No.

Mentirá.

— ¿Ah no? —sonrió son sorna.

—No.

—Pruébalo.

* * *

El notorio sudor en mi frente era la clara evidencia de que los nervios me traicionarían.

El testigo de Andrés «mb»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora