"Los odio. Siempre odiaré a la Generación de Milagros" Dice siempre aquella chica de cabello negro cruzándose de brazos. Para ella, todos los integrantes de la Generación de Milagros no son más que fenómenos sobre valorados.
Lástima para ella estar...
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–Debería tener más tacto al decirlo– Petrificada, me encontraba en el cruce para llegar a mi casa. Daishi Hana, compañera de equipo en el centro deportivo de voleibol "Kanpekina Tsubasa" me informaba de una forma muy poco adecuada como habían cerrado el centro. Eso significa: Adiós al equipo por el que he estado durante cuatro años consecutivos.
– ¿Por qué no me lo habías dicho antes? –le preguntaba caminando detrás suyo pasando el cruce– ¿Nozomi ya lo sabe?
Suzuki Nozomi, otra compañera de equipo y al igual que Hana va en la misma escuela que yo; por el contrario, Nozomi sí va en mi clase.
– ¡Claro que lo sabe! –Respondía como si fuera muy obvio–Te mandé un mensaje después del recreo.
– ¿¡En clases!? –La bolsa en la que llevaba mi ropa de cambio para ir a entrenar se me cayó por la sorpresa– ¿Estás loca? –recogí la bolsa y corrí a su lado al ver que me estaba dejando atrás.
–No le veo problema–volteó los ojos separándose de mí.
Hana lo sabía desde hace tres días y se lo dijo a Nozomi apenas se enteró. La rabia inundó mi cuerpo de tal manera que no pude evitar ponerme tan o más roja que un tomate. La primera vez que Hana me hacía algo tan cruel.
–Mira–paró de caminar girándose para verme–Nozomi y yo iremos a buscar otro centro en Kioto, claro, si tenemos suerte–siguió caminando de repente– Mándame un mensaje si quieres ayudarnos en la búsqueda, aunque...–rio mirándome de reojo–No creo que te dejen. ¡Hasta mañana!
Observe como me dejaba sola.
Cierto, mi padre no me permitía inscribirme en ningún otro centro deportivo que no fuera o en la escuela, o en Kanpekina Tsubasa. Son manías suyas que nunca voy a entender y que realmente me molestan. ¿Qué problema hay? La necesidad de hacer deporte es muy importante para mí, el voleibol es importante para mí, ¿Dónde rayos encontraré en Kioto, cerca de mi casa, algún centro para practicar el deporte que me gusta? A veces siento que mi mala suerte aumenta cada vez más y no para.
Con la cabeza baja vuelvo hasta el cruce sin ganas de hacer nada, tal vez solo llorar en mi habitación mientras veo un dorama, pero tampoco es que tenga demasiadas ganas.
– ¿Qué hago contigo? –Le digo a mi bolsa con el uniforme de voleibol. No lloro porque no hace falta, sería bastante ridículo hacerlo sólo por esa tontería, pero la verdad es que me llena de tristeza. Disfrutaba ser una armador, la pasaba bien pasándole la pelota al rematador...Muy bien.
– ¡Llegué! –Avisaba al entrar en casa quitándome los zapatos y poniéndome las cómodas pantuflas que siempre hay en la entrada– ¡Mamá!
Oí el paso de mi madre con los tacones acercándose.
–No abras la boca–me interrumpió antes de que le pudiera hablar–La madre de Hana me lo dijo cuándo estabas en la escuela–se cruzó de brazos con la mirada fija en mí–No sé qué harás.
