Mi hermano vive en el departamento número 71 de un edificio apartado de las multitudes de Tokyo. Se fue a vivir solo apenas terminar tercero de preparatoria y comenzar la universidad. Las razones por las cuales decidió independizarse tan rápido no se las quiso comentar a mi familia, y mis padres, sin poder resistirse a la sonrisa de mi hermano y a la emoción que desprendía al contarles que se quería ir de casa, no se pudieron negar y lo dejaron marchar.
Para sobrevivir utiliza el dinero que recibe de mis padres y el que gana por su trabajo como entrenador de baloncesto a unos niños los lunes a la tarde, día en el que casualmente termina clases al mediodía, ocupando el tiempo de antes de ir a trabajar para estudiar y hacer los quehaceres del hogar.
A mi hermano toda la vida le gustó el baloncesto, aunque desde siempre su mayor interés fue la escuela; a él le gustaba asistir a ese lugar no por sus amigos o por la hora del recreo (hora en la cual muchas chicas se le declaraban) sino por sus enormes ganas de querer aprender y llenar su cabeza de una información más amplia que la enseñada en casa. Sus notas nunca fueron de un niño prodigio, eran notas que muy pocas veces sobrepasaban el 90 y le era difícil llegar hasta esa nota con algunas materias como biología, pero él jamás se sintió mal por tener un promedio de 80; como ya dije, a él le interesaba aprender y por eso iba a la escuela con una vibra contagiosa de felicidad. Este año quiso mezclar sus dos más grandes pasiones, decidiéndose a entrenar, en compañía de otra gente en un centro deportivo infantil, a niños amantes del baloncesto.
Empecé a visitar a mi hermano los días viernes. Antes me recibía los martes y jueves al terminar yo mi entrenamiento en Rakuzan, pero estaba tan cansada como para verlo y tener una conversación de hermanos decente que ambos quisimos remediar eso y acordar que lo visitaría todos los viernes. La primera vez en ir a su casa quedé sorprendida por la pulcritud de la misma, cualidad que sigo utilizando para describir su placentero hogar, pero la admiración de ver a un joven de dieciocho años, aún estudiante, tener un departamento tan limpio y siendo él el único a su cargo queda arruinada cuando se entra a su habitación, llena de papeles por todo el piso, comida chatarra puesta en un rincón y lo más espeluznante de todo es la basura pegada en sus paredes: sus posters, hechos por él mismo, de la Generación de Milagros.
No tengo palabras para describir lo alucinada y asqueada que quedé al contemplar eso en su habitación.
Justamente hoy, día miércoles, quedé con mi hermano en ir a verlo por no haber podido hacerlo el pasado viernes, justo cuando tuve una reunión con Kuroko para ir al Maji Burger y acabar encontrándonos a Midorima Shintaro y a su fiel amigo Takao Kazunari de casualidad. Mi hermano necesitaba la actualización de Oha-Asa en su teléfono y no tenía la menor idea de cómo conseguirla, eso le obligó a insistirme durante varios días para que le ayudara a solucionar su problema y pudiera ver la afinidad de su signo con el de la persona que le gusta.
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Emperor Red "Heterocromía"- Akashi Seijuro (KUROKO NO BASUKE-KUROKO NO BASKET)
Fanfic"Los odio. Siempre odiaré a la Generación de Milagros" Dice siempre aquella chica de cabello negro cruzándose de brazos. Para ella, todos los integrantes de la Generación de Milagros no son más que fenómenos sobre valorados. Lástima para ella estar...