Capítulo 3: El Sexy Chico de Madison

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–Creo que nunca había bebido tanto –dice Andrea con una mueca de asco–. Al día siguiente no podía parar de vomitar y todo el cuerpo me dolía. Esa noche bailé más de lo que he bailado durante toda mi vida. –Finaliza con sus ojos abiertos como platos señalándose a sí misma.

Ha pasado una semana desde la mega fiesta en casa de Nathan. No recuerdo mucho de lo que sucedió después de mi trago de dieciocho segundos. Vagamente pequeños fragmentos del resto de la noche llegaron a mi mente durante el transcurso de la semana; como de mí enviándole mensajes a mi papá para que fuera a buscarme, también de una yo bastante activa participando en juegos con otras chicas, e incluso un beso de lengua con alguien que no recuerdo.

Esas cosas no son típicas de mi, y admito que estaba asustada al creer que ese beso había llegado a algo más, pero gracias a Dios existe el muy papi Nathan, y agradezco que él siempre cuide de mi y de las chicas cuando no estamos con los pies sobre la tierra.

Al día siguiente de la fiesta, después del regaño de mis padres, que consistía en muchos "confiamos en ti pero no llegues así de nuevo por favor" "trabajas duro, eres inteligente, responsable y hermosa. No queremos que nada malo te pase", "blah blah blah, etcétera, etcétera", recibí una llamada de Nathan para preguntarme si me encontraba bien. También me contó todo lo que pasó esa noche, pero a mí solo me importaba el beso y que no me haya resbalado con nadie.

Resulta que el beso fue por una apuesta, alguien me dijo que me daría cincuenta dólares si besaba a una chica, una que estudió con nosotros el último año de clases, que no era tan cercana a mí, pero si lo suficiente como para besarla. Está claro que gané. Mi nuevo perfume de Carolina Herrera me lo confirma.

Por otro lado, ¿QUÉ MIERDAS HICE? ¡BESÉ A UNA CHICA FRENTE A MUCHAS PERSONAS!

Me considero una persona de mente abierta, mientras a muchas personas les molesta a las que tienen tatuajes, fuman, son homosexuales o bisexuales, a mi nada me incomoda. Mi mamá me crió de manera que no juzgo a las personas por lo que son, porque lo que sea que las identifique no las hace más o menos persona que yo. Pero siendo completamente heterosexual, besé a una chica, y no es eso lo que me inquieta, es el hecho de que lo hice delante de muchas personas desconocidas.

Porque si, habían demasiadas personas, tanto conocidas y desconocidas para mi. Llegué a pensar que esa noche había unas quinientas o más personas. La mayoría eran estudiantes del instituto, muchos que se graduaron con nosotros, varios de años inferiores y algunos que ya habían estudiado ahí. Escuché también que había universitarios y algunas personas de otra ciudad, que no tengo la menor idea de cómo fue que se enteraron, supongo que fue el poder de las redes sociales y los teléfonos celulares.

En fin, no me molesta que las chicas, incluso Nathan o el resto de la clase me hayan visto, puesto que saben cómo soy y que algo así no es incómodo para mí, pero había muchas personas que no conocía y podrían haber tomado fotos y publicarlas en algún sitio porno de lesbianas.

Bueno, creo que exagero un poco, debo apagar mi alarma de pánico. Ha pasado una semana, esa información no se ha difundido, y no me he visto en ninguna red social metiéndole la lengua hasta la garganta a Anna Evans.

Puedo descansar en paz.

–Oye Riz, ¿estás aquí? –Me sobresalto con la pregunta de Andrea, estuve alrededor de un par de minutos pensando y me olvidé por completo de ella.

–Sí, si... –tartamudeo, un poco nerviosa– aquí estoy.

–Ya me estaba preocupando por ti. –Suelta una risita y se levanta del sillón de espuma en donde se encuentra sentada para recostarse a mi lado en la cama.

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