Capítulo 34: Macalester

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Sin duda alguna la sonrisa de Zac es una de las maravillas del universo. Podría pasar todo el día viéndola y aun así no sería suficiente.

Sus lindos labios curvados combinan perfectamente con su blanca dentadura y sus espectaculares ojos verdes. Y esas pequeñas arrugas que se forman alrededor de sus ojos cuando sonríe, junto a las elevadas comisuras de sus labios, hacen que se vea mucho más hermoso.

Quizás me estoy tomando demasiado tiempo en detallarlo por completo. Es que simplemente no lo puedo evitar. Él hace que quiera verlo y observarlo, detallarlo y analizarlo y...

Debería tener un poco de educación y prestarle atención a lo que me dice.

-... así que trabajaré tiempo completo en Sugar hasta el domingo. A partir de la otra semana lo haré solo por medio tiempo, ya que comenzaré las clases -finaliza dándome otra de sus increíbles sonrisas, haciendo que luche contra mi misma para no perderme en su rostro nuevamente.

Por otro lado, es hora de que me haga la inteligente para que continúe la conversación sin que note no le presté atención la mayoría del tiempo.

-Vaya... eso es bueno. -Debo pensar algo mejor que eso-. Todos en la universidad y yo tratando de entrar todavía. -Bien... eso sonó mejor.

-Se que te van a aceptar, ¿quién no querría tener a una empresaria en su universidad?

-Apenas empecé hoy, Zac. No creo que deba definirme como una empresaria si aún no llevo un día de trabajo -digo con un poco de desgana.

-Para mí ya eres una empresaria. Una que recibirá su carta de la universidad pronto -indica tomando una de mis manos sobre la mesa.

La mesera que nos atiende se acerca con una bandeja y coloca nuestros platos sobre la fría madera que me separa de sonrisa de oro-buen apodo, así debería decirle-, sonriéndole no disimuladamente a él.

Zac corresponde amablemente el gesto y por alguna razón una extraña incomodidad crece en mi interior.

No, no pueden ser celos.

Es hambre, lo sé.

-Esto se ve bueno. Ya quiero empezar a comerlo -declara viendo su plato, para luego darle un vistazo al mío-. El tuyo luce igual de bueno -agrega haciendo pulgar arriba con una de sus manos.

-Sí, este lugar es excelente, he venido varias veces con Ava, para mis citas.

-¿Aquí? -Asiento levemente con la cabeza-. ¿Acaso no te acuestas en un diván, le cuentas todo a la psicóloga mientras anota en una libreta y una luz solar proveniente de una gran ventana las deslumbra? -Suelto una risa con sus palabras y me da una mirada llena de confusión, para luego observarme divertido.

-Para nada. Nos vemos en restaurantes, hablamos mientras comemos y pasamos un buen rato sin ningún diván o una libreta. -Me encojo de hombros-. También me sorprendí la primera vez. Ella es diferente.

-Ya veo que sí. Si algún día necesito a una psicóloga, me gustaría que fuera ella -declara antes de introducir un bocado de comida a su boca.

-Creo que no funciona así con ella. Ava trabaja para servicios infantiles, a ella le asignan casos como el mío, y básicamente fue porque me convertí en tutora de mi hermano.

-Creía que tu tía la había llamado -dice cuando termina de masticar y tragar.

-Y así fue... generalmente este tipo de casos se lo asignan a otra persona, pero por alguna razón mi tía supo de Ava. Investigó que ella es una excelente psicóloga y que ayuda a superar traumas y cosas así, por lo que la llamó para que fuera ella quien tomara mi caso.

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