Capítulo 4: Gran Sorpresa Secreta

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No sé si soy yo, o el día realmente está transcurriendo muy lento. Apenas son las diez de la mañana y yo siento que ha pasado una eternidad.

Me encuentro en el trabajo. Generalmente los domingos son lentos y solitarios, y aunque hoy no es la excepción, diría que el día ha transcurrido mucho más lento de lo habitual. No sé si la "gran sorpresa secreta" que mi familia ha estado ocultando tiene algo que ver.

Por favor, ¿a quién engaño?

Claro que es eso lo que me mantiene tan intrigada como para creer que el día de hoy ha sido un completo caracol.

Me remuevo incómoda en mi silla de escritorio. Quiero saber que es, la curiosidad me está matando, literalmente.

Sonrió al ver al tío Mason entrar a la oficina. Sería justicia que alguien viniera a hacerme compañía, mi mamá se ha perdido a una serie de reuniones y yo he quedado a cargo con lo poco que hay de trabajo.

-Una mañana bastante aburrida, ¿cierto? -dice mientras se sienta en la silla que está justo detrás del escritorio de mamá.

- ¡Más que aburrida! -exclamo con cara de desesperación-. Realmente ha sido un fastidio trabajar hoy. Me arrepiento de haber aceptado trabajar los domingos. -Finalizo apoyando mis codos en el escritorio, mientras mi rostro cae en mis manos.

Mi tío ríe suavemente mientras pasa una mano por su rostro.

-Si... realmente ha sido un dolor de culo el día de hoy. -Lo observo dudosa, esa expresión la usamos para cuando hay exceso de trabajo y este no es el caso. Él entiende mi mirada y rápidamente se corrige-. Digo que ha sido un dolor de culo por el hecho de que hay que esforzarse para no dormirse. -Ahora río un poco ante su rara lógica.

- ¿Será que hoy trabajaremos hasta las cuatro de la tarde? No quiero pasar todo el día sin hacer nada aquí.

Mason se recuesta más en la silla y sube los pies en el escritorio.

-Bueno, tu si trabajaras hasta las cuatro, yo debo quedarme dos horas más. Mi horario es hasta las seis -responde haciendo un pequeño puchero al final. Si, un hombre de treinta y cuatro años de edad está haciendo un puchero, y no se le ve nada mal.

Con respecto a los horarios, como solo trabajo de viernes a domingo, me asignaron un horario "especial". Mientras de lunes a sábado todos en la compañía trabajan de ocho de la mañana a doce del mediodía y de dos de la tarde a ocho de la noche, yo lo hago igual en el turno diurno, pero en el de la tarde lo hago hasta las seis.

Los domingos, la compañía trabaja en el mismo horario en el turno diurno, pero en la tarde trabaja hasta las seis de la tarde, por lo que yo salgo dos horas antes.

-Yo no quiero pasar ni un minuto más aquí, así que me imagino cómo te sientes tú, que debes quedarte más tiempo.

-Ya me acostumbré, cariño. En otras palabras, a eso se le dice crecer, madurar, trabajar, sentar cabeza, ser alguien responsable...

- ¡Si, ya entendí! -exclamo haciéndolo parar de hablar y el ríe sonoramente.

-Cosas que debes a aprender a hacer. -Me indica y se levanta bruscamente de la silla para dirigirse al ventanal que se encuentra justo detrás de él.

- ¿Y no lo hago ya? -cuestiono divertida-. Me estás viendo aquí, trabajando, ayudando a la familia, aportando mi granito de arena, haciendo que el trabajo que tú haces valga la pena y sea reconocido por el público. -Me remuevo en mi asiento con seguridad y Mason gira su rostro para sacarme su lengua.

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